miércoles, 31 de octubre de 2007

GOMBROWICZ CONTRA LOS POETAS




GOMBROWICZ CONTRA LOS POETAS

por Marta Rojzman

“Pero ya que emprendo la lucha contra un campo particularmente ensalzado, casi celestial, debo cuidar de no elevarme yo mismo como un globo y de no perder la tierra firme bajo mis pies.”

Así comienza Witold Gombrowicz su ensayo contra la falsa poesía, con la conciencia de la repulsa que podría suscitar en el ambiente literario y advertido del peligro de perder contacto con la realidad de la producción literaria. La tesis de su ensayo es que “el mundo de la poesía en verso es un mundo ficticio y falseado”. Y que, además, tiene pocos lectores y que a “casi nadie le gustan los versos”.[1]

Witold, por su parte, declara en tono solemne que le aburren las expresiones de “la poesía pura, sobre todo cuando aparecen en forma rimada”. Pero no acepta que lo acusen de falta de sensibilidad poética, porque se declara sensible a la poesía que aparece en los textos de Shakespeare o Dostoyevski. También lo emociona la poesía de la naturaleza, expresada en una bella puesta de sol.

Afirma que “el lenguaje de los poetas se me antoja el menos interesante de todos los lenguajes posibles”, de esta manera, se establece en el territorio mismo de la literatura, en la materia propia de la poesía, en el lenguaje.

En este punto, Gombrowicz la emprende contra una de sus permanentes obsesiones, el campo de la “madurez”, de lo que tiene una “forma” y que se opone a lo no formado, lo joven, lo que está en proceso. “Este reino de la aparente madurez constituye justamente el más inmaduro terreno de la humanidad, donde reina el bluff, la mistificación; el esnobismo, la falsedad y la tontería.”

Explica que en el arte contemporáneo es posible todo. El, que es un iconoclasta sistemático, arremete contra algunos excesos experimentales en el arte. Se puede armar un falso concierto con la ayuda de algunos críticos amigos, dedicarse a aporrear el piano y declararlo una excelsa expresión de música contemporánea el publico snob le aceptó, de hecho, los dos “conciertos” que organizó. Dice que al mismo procedimiento recurren algunos poetas. Gombrowicz ha realizado un “experimento”. Combinó frases sueltas, palabras sin sentido y así armó poemas que atribuyó a Paul Valéry, ante un público entusiasta, fanático del “poeta”. Nadie se dio cuenta de la superchería.

Con el coraje que le proporciona este “experimento”, el polaco llega a algunas conclusiones. El público degustador de la “poesía pura” es ignorante y capaz de aceptar cualquier cosa. Los llamados poetas excelsos, en realidad son charlatanes que hilvanan palabras sin ton ni son.

El autor de Ferdydurke se solaza en la siguiente pregunta, con la sonrisa canalla que vemos en alguna de sus fotos, ¿por qué no me gusta la poesía pura? Contesta con satisfacción que no le gusta por la misma razón que no le gusta el azúcar puro, es demasiado dulce, es demasiado sublime.

En la poesía pura, versificada, el exceso cansa: el exceso de palabras poéticas, el exceso de metáforas, el exceso de sublimación, el exceso, por fin, de la condensación y de la depuración de todo elemento antipoético, lo cual hace que los versos se parezcan a un producto químico.”

Gombrowicz describe la formación histórica de este desaguisado, lo que al comienzo fue una excepción en el discurso, con el correr de los siglos se ha transformado en una profesión, la profesión de cantor que adopta poses que se volvieron rígidas y solemnes. El poeta ya no puede expresarse a si mismo “porque tiene que expresar el Verso”. Toda forma fijada se transforma en un posible empobrecimiento, la Forma que a él lo aterroriza, nos transforma en sus esclavos. El poeta ya no canta, sólo adopta la pose del cantor.

Si queremos que la cultura no pierda todo contacto con el ser humano, debemos interrumpir de vez en cuando nuestra laboriosa creación y comprobar si lo que creamos nos expresa.” Gombrowicz nos advierte que hay dos tipos de humanismo. El primero es peligroso, nos obliga a prosternarnos ante las creaciones excelsas y petrificadas en una Forma, tales como la Poesía, o cualquiera de las artes o instituciones, el Estado, por ejemplo. Estas Formas nos alejan de lo esencial y se transforman en árbitros de lo que se debe sentir y apreciar. Señala que los poetas son proclives, más que otros artistas, a caer en estos espejismos falsos. “La Poesía así planteada se convierte sencillamente en una celebración gratuita”. Y los poetas se transforman en falsos profetas de una religión congelada que nos aleja de la realidad en proceso de cambio continuo.

El verdadero artista debe expresarse a sí mismo, pero también debe estar en contacto con el mundo que lo rodea. Existe un momento en la historia de la poesía en que los poetas dejaron de hablar al mundo y se encerraron entre ellos, en un cenáculo en que los bardos se leen entre sí, se aplauden entre sí. Mientras tanto se despegan del común de las gentes, se vuelven no inteligibles y se solazan en experimentos lingüísticos absurdos. Nadie los entiende, pero tampoco buscan ser entendidos.

“En los poetas irrita no sólo esa religiosidad suya, no compensada por nada, esa entrega absoluta a la Poesía, sino también su política de avestruz en relación con la realidad: porque ellos se defienden de la realidad, no quieren verla ni reconocerla, se abandonan expresamente a un estado de ofuscamiento que no es fuerza, sino debilidad.” Caen en el hermetismo, se ubican en un círculo cerrado.

Gombrowicz no pretende que se “rebaje” la altura del lenguaje, sostiene que un espíritu refinado tiene una forma de expresión acorde. Pero el poeta no debe olvidar que fuera de “su mundillo existen otros mundos”. Debe abandonar la actitud altanera del artista superior al vulgo.

El poeta tiene que tener el valor de enfrentarse con los no – poetas , con el otro, con el enemigo. El peligro radica en permanecer siempre en contacto con los amigos, con los que tiene el aplauso asegurado.

A partir del momento en que los poetas perdieron de vista al ser humano concreto para fijar la mirada en la Poesía abstracta, ya nada pudo frenarlos en la pendiente que conducía directamente al precipicio del absurdo.” La poesía dejó de expresar la experiencia humana directa para revolcarse en el lodazal de la dicha por la palabra vacía, por la forma experimental. No es ya “la creación de un hombre para otro hombre, sino un rito celebrado ante un altar”.

Los ajedrecistas, dice nuestro especialista en ajedrez en los altos de la confitería Rex, también tienen su mundillo, pero no pretenden hacer de su experiencia algo universal. Por otra parte, Gombrowicz señala que esta infatuación de los poetas ha invadido también el campo de los prosistas, ahora también hay que tolerar la grandilocuencia de algunas prosas poéticas. En el campo de la poesía ocurren también algunas polémicas que se consideran de gran importancia, como el caso de la discusión sobre las asonancias, pero que en realidad a nadie interesan.

Otra cuestión que llama la atención del polaco es la proliferación del número de poetas. Le causa gracia verlos a todos juntos en manada, reunidos en sus peculiares congresos y autoalabarse en “recitales, concursos y manifiestos”. Le resulta ridícula otra costumbre, la de expresar en lenguaje poético hasta una gacetilla de invitación a un evento cualquiera, a cualquier reunión de ilustres que se van a aplaudir entre ellos. El éxito que parece rodear a estos plumíferos, la multiplicidad de ediciones, la formación de un público adicto que no entiende nada en realidad, pero que lo oculta cuidadosamente para no ser tachado de inculto, todo esto es falso. Es una religión que ha petrificado sus ritos.

Vitriólico ataque, pero sincero. El ensayo contra los poetas lo publica Gombrowicz en primer lugar en la revista “Ciclón”. Esta revista es obra del esfuerzo de Virgilio Piñera, poeta cubano, que acomete la empresa editorial con la colaboración y mecenazgo de Rodríguez Feo,” Ciclón “ ve la luz en la imprenta de la librería Tomás Pando en la calle Viamonte en Buenos Aires, por los años cincuenta.

Por otra parte, Gombrowicz considera la existencia de otra forma de poesía, la que deriva de la juventud contrapuesta a lo rígido y momificado de la vejez. Dice de sí mismo en la edad madura: “ Mis mejillas han perdido su frescura. Vejete, antipoético y rigidizado, ya nunca inspiraré poemas.”

A su juicio existe lo poético sólo en lo que está en crecimiento, lo joven que se está desarrollando, carece de poesía lo que está formado, la temida Forma, fuente de anquilosamiento y ridículo.

LA NEGACIÓN DE LO QUE AFIRMA MI INTERLOCUTOR

Gombrowicz dice de si mismo que es un espíritu afecto a la contradicción con lo establecido y, de todas las formas posibles, inclasificable.

"Yo no idolatro la poesía, yo no soy excesivamente progresista ni moderno, yo no soy un intelectual típico, yo no soy ni nacionalista ni católico, ni comunista ni hombre de derecha, yo no venero ni a la ciencia, ni al arte ni a Marx, ¿Qué soy yo entonces?, la mayoría de las veces soy simplemente la negación de todo lo que afirma mi interlocutor".

Sin pretensión de análisis exhaustivo, y para poner en contexto la diatriba contra los poetas, vamos a enumerar una pequeña muestra de la gran cantidad de cosas que al polaco le resultaban intragables.

Es conocida la aversión mutua que se profesaban Witoldo (como lo llamaban sus amigos de aquí) y el establishment literario. Por ejemplo, Borges y Victoria Ocampo, la directora de Sur y protectora de tantos hombres de la cultura, menos el desafiante Gombrowicz.

Citamos de su Diario, "Borges y yo somos opuestos. El se halla enraizado en la literatura, y yo en la vida. Yo soy, a decir verdad, antiliterario.” "Si logré alcanzar cierto renombre en Argentina no fue tanto en mi calidad de autor como por ser el único escritor extranjero que no había acudido en peregrinación al salón de la señora (Victoria) Ocampo".

El polaco también la emprende contra la psiquiatría y el psicoanálisis. “¡Psicoanálisis! ¡Diagnóstico! ¡Fórmula! Mordería la mano del psiquiatra que pretendiese destriparme privándome de mi vida interior; no se trata de que el artista no tenga complejos, sino de que sepa transformar el complejo en un valor de cultura.”

También se pone en la vereda de enfrente con sus amigos de la Argentina con respecto a su homosexualidad. Le escribe a Juan Carlos Gomez desde Berlín en 1963:

“Mi estimado Goma:

Su última me procuró cierto disgusto. Primero lo de la homosexualidad y de la inmundicia. ¡Qué homosexualidad y qué inmundicia! Sépalo, yo no soy ni nunca he sido un homosexual, sino que de vez en cuando suelo hacerlo cuando se me da la gana.

Soy persona sencilla y, sobre todo en materia erótica, mi maestro es el pueblo que muy felizmente desconoce totalmente la terrible homosexualidad y se acuesta con quien puede y como puede.

GOMBROWICZ, REBELDE CON CAUSA

Vamos a internarnos en una muy escueta bio-bibliografía del polaco para intentar entender el porqué de sus muchas diatribas contra todo poder formalizado y el particular rictus de disgusto en las fotografías hacia el final de su vida, cuando parecía que lo tenía todo: éxito literario en Europa, dinero y una bella esposa más de treinta años menor que él, Rita Labrosse.

Witold Gombrowicz llega a la Argentina en 1939, en el viaje inaugural del buque Chroby Tiene 35 años y no sabe una sola palabra de español. En Varsovia ya había publicado, con escasa repercusión, Ferdydurke, en 1937. Cuentos incluidos en Memorias de la inmadurez que años más tarde reeditaría con el nombre de Bakakaï (en homenaje a la calle Bacacay, de Buenos Aires), un folletín, Los hechizados y el drama Ivonne, princesa de Borgoña.

En Buenos Aires la editorial Argos publica Ferdydurke en 1947. Es producto de una muy laboriosa traducción, que merece un estudio en sí misma. Fue elaborada por el equipo de amigos de Witoldo en el primer piso del bar Rex, de la avenida Corrientes. El equipo de traductores, que no sabían polaco, trabaja junto con Gombrowicz, que no domina del todo el castellano aún... Una maravillosa quijotada comandada por el cubano Virgilio Piñera, nombrado por el autor “primer ferdydurkista de América”.

Después se suceden más cuidadas y menos épicas traducciones en todos los idiomas.

Luego publica en Buenos Aires también El casamiento, Transatlántico y Pornografía o la seducción.

Vive en Buenos Aires casi en la miseria, en cuartos de pensión, en doloroso paralelo con Macedonio Fernandez, hasta que consigue un empleo en el Banco polaco, en el que sufre 7 años. Se lo pasa escribiendo y gana muy poco. Pasa una temporada en Tandil y otra, de dos meses apenas, en Santiago del Estero y realiza viajes al norte de la Argentina y a Uruguay.

En 1957 publica el primer volumen de su Diario en Kultura, revista literaria polaca en París. Hasta que, 24 años después de haber desembarcado, vuelve a Europa. Primero a Berlín, con una beca de la Fundación Ford en 1963. Ya está casado con Rita, y luego, por razones de salud, se radica en Vence, Francia, hasta el año de su muerte en 1969. Allí debemos recordar a su vecino, antes corresponsal, el también enfant terrible, el artista múltiple, Jean Dubuffet.

En 1964 publica la novela Cosmos y termina la obra de teatro Opereta. En 1967 recibe el premio internacional de literatura Formentor. Ya es ampliamente reconocido y publicado en toda Europa. Acepta este reconocimiento tardío con toda naturalidad, cree merecerlo desde hace mucho. Dicta conferencias y en 1968 mantiene las conversaciones con Dominique de Roux, que se publican bajo el nombre de Testamento.

Ya en sus últimos años padece intensos ataques de asma y episodios cardiovasculares graves.

El polaco sufre y goza de una vida trashumante. Se pelea con todo y todos, pero es muy amigo de sus amigos, a su áspera manera. Todos sus amigos son más jóvenes que él, no soporta a los viejos, a los dueños de la Forma; y no se soporta a sí mismo en su vejez. En realidad, aspira a estar “forrado de niño”, como su Filifor, “el príncipe de los Sintéticos”. No puede respirar, literalmente, el aire de la Europa que, ahora si, lo reconoce y aplaude. Como es aplaudido por los críticos actuales, que siempre conservan un escondido temor a ser víctimas de algún “desenfrenamiento pernal,” a que nuestro Gombrowicz, desde su parnaso presente, los confunda con los “buenos peones” , preste poca atención a las teorías y arremeta contra sus “cuculeítos”.








[1] El texto completo del ensayo de Gombrowicz puede consultarse en:

http://www.willaldea.com.ar/revista/numero-2/Gombrowicz.htm (consultado el 8 de noviembre de 2005)


domingo, 7 de octubre de 2007


DER ZERBROCHEN GESCHENK

(EL REGALO ROTO)

Leonardo Pereyra

TACO Y PUNTA, GOTA A GOTA, LENTAMENTE Y CON CUIDADO ENTRE DECENAS DE VACAS QUE ULULAN Y SE QUEJAN CON SUS TETAS DE CAMPANA ROTA DE IGLESIA ABANDONADA, UN PASO TRAS OTRO PARA NO DERRAMAR LA COPA DE SANGRE TIBIA, EL VERBO ESPERA EL NOMBRE (¡UNA COPA TAN INSIGNIFICANTE QUEDARÍA PRECIOSA EN LA VITRINA DEL LIVING JUNTO A LA PORCELANA LIMOGE Y LOS RETRATOS DE FAMILIA!). BAJO LA PUERTA CERRADA, SOBRE EL FELPUDO DE YUTE, ZAPATOS DE NIÑO AÚN SIN ESTRENAR, ESPERAN SIN ATREVERSE A ...

- ¡Taco y punta, gota a gota, lentamente ...! – Dicen que dicen, o al menos es lo que recuerdo o tal vez me hayan contado con las canciones de cuna que me cantaban.

- ¡Taco y punta, gota a gota, lentamente, con cuidado y en silencio! - Agregan otros tantos, aunque quisiera saber: ¿No he sido yo la loza de la abuela contra el empedrado?¿ Entonces quién?. ¿No he sido yo el pañuelo de mi madre en la alcantarilla o sus lentes de carey marrón rodando por la escalera? ¿ Entonces quién?. ¿No he sido yo el que aullaba de frío junto a las chimeneas de las fábricas aun en pleno verano?¿ Entonces quién?

- ¡Taco y punta, gota a gota, lentamente, con cuidado y en silencio que las manos del hombre fueron soñadas para arrancar de cuajo un árbol, para empuñar un arma, para blandir una poronga bien machaza o tocar el primer culo que nos guiñe un ojo y no para detenerse a hacer preguntas! Afirman los que quedan. Yo, a decir verdad, a veces querría dárselas de comer a algún perro o pájaro vagabundo porque esas mismas manos ni siquiera alcanzan para cubrirme el rostro.