martes, 16 de diciembre de 2008

revista coartadas nº 4

Taller de poesía

Coordina: MARIO SAMPAOLESI

Patricia Alonso

VIEJO MUNDO

“... un grueso muro de promesas incumplidas...”

Cae el sol. La mujer saca, del primer cajón del único armario del único cuarto, un tarro de pomada. Unta los zapatos, regalo de un agradecido, y los lustra, como siempre a esa hora. Taco alto. Negros con hebilla plateada. Colorea las mejillas, acomoda con un broche rojo su cabello, negro con rulos. Mira el pequeño espejo cubierto de manchas de humedad, así la piel de los ancianos. Y sale con la cartera de charol colgando de su brazo derecho. Corta los mosaicos en damero, veintitrés negros, veintidós blancos, la rutina es aplacada por los números. Atraviesa el pasillo oscuro. Pierde. Desde hace muchos años pierde en la tómbola de la victoria. Parada, todas las noches sin descanso, en la misma esquina del barrio de Constitución. Con los pulmones negros apoyados en el paredón anestesia las horas. Huele la grasa de los puestos ambulantes. La pollera roja de vinilo también es oferta ligera. El corset rancio levanta sus pechos aún firmes y atrae las miradas famélicas. Las manos atienden pedidos tan reales como las llagas de su garganta. No hay medicinas en las calles donde sopla el viento gélido del sur. Suspira por una casa con flores amarillas y con un niño durmiendo sobre el pecho; mientras, las baldosas rotas salpican los zapatos.



Jonás Braguinsky

La nada entre los dedos

“las manos que se dan no pesan nada”

Paul Eluard

La memoria

es un sueño

suavidades de agua en la mirada

la nada entre los dedos

la arena

es rastro, huella, mensaje

la nada entre los dedos

un segundo, mil años

iguales en la muerte

antes, después

manos abiertas, gracia leve

la nada entre los dedos














Flora Levi

Final 1

Las sábanas blancas

arden en la piel

pustuloso hueso

trincha carne

Afuera hay fiesta

degüellan los pavos

la sangre chorrea

Entre las paredes

el cura lee la Biblia

alguien llora

en un espacio quieto.













Héctor Luanco

      RAGAZZINA

      Ensoñadora

      la mirada se pierde en la ventana

      imagina el viaje

      de su madre niña

      hacia el exilio.

      La barca cruza el mar

      traslúcido,

      acosada

      por el bruto sol del estío.

      La isla volcánica

      -blancas colinas como calvicies plenas-

      invita al descanso.

      La niña pide permiso a su madre:

      en nívea enagua

      trepa hacia lo alto,

      para bajar

      en alocada carrera,

      sumergiéndose en el mar.

      Repuesta del agobio

      sube de nuevo a la barca,

      que parte hacia su destino

      ¿volverá alguna vez a pisar,

      su rocosa tierra siciliana?



Carlos R. Marchese

    Sobretarde

      ¿Será lo eterno?

      el ir y venir de la gente

      por la calle, la estación

      y el viejo edificio de Correos

      la larga sombra de las torres

      y esa hora de la sexta

      en plaza Miserere

      con el muerto

      solo

      en el medio

      Y dentro de todo

      aquello

      la brisa del balcón

      el color de las nubes

      por el oeste

      la oscuridad

      próxima

      tras surcos

      de luz

      La alegría

      el hálito antiguo

      regresa

      Y cerca,

      la felicidad

      acribillada

      aún se arrastra

      gorgotea

      muy cerca nuestro

      como el rumor

      de un río subterráneo

Alicia Leonor Orlando

      ELLA

      a Isabel Merellano

      Ritmo cercano a un roce

      hasta el final

      no indiferente

      a la ventana con luz

      a la ofrenda de mixtura

      de formas en formas de

      varas de zahorí

      espíritus rituales en tu mano

      acabalgada con anillo de peltre

      como en un tiempo antiguo

      sombras visten tu cuerpo

      isabelizan tu perfil

      pura contemplación

      tu mirada que

      salta al otro lado

      donde guardas tus mantras

      des ordenados

      quebrados

      en comas

      entre comas

      fragmentos de tu rostro

      fragmentos de tu mano

      acabalgada con anillo de peltre

      ¿tras que objet trouvé?

      ¿tras que fantasmas?




MMarta Rojzman


COMO UN LEÓN AL MEDIODÍA

ella le dijo que era hermoso como un león al mediodía, le dijo que no le iba a decir cómo le gustaba su olor profundo, enmarañado como la melena al sol. que no le iba a hablar de su decisión de que le hiciera el amor cuando lo vio en el antro palaciego, antes de que él supiera que la iba a tomar por atrás en el desierto, con el rugido orgulloso en las orejas ardidas, que no le iba a hablar de sus entradas y salidas de escena, que no le iba a decir de la isla, del bibelot, de la máquina de hacerle estallar las ideas, de las antiguas poesías calientes, de los colores del deseo más fuerte, más salvaje. no le iba a hablar de los amoremas infinitos, ni de la danza del abismo deleitoso. sólo le iba a contar que en el museo de la diosa embalsamada su abrazo le produjo el estremecimiento incendiario más fuerte de su vida.

Domingo 17 de agosto 2008











María Fernanda Sánchez Barros

      CONFESIONAL

    Quien se limita a contemplar / no tiene hambre,

    no se acuerda de sí, de sus raíces, ha olvidado a su

    madre, se limita a buscar información. Le pasó / lo más terrible:

    no desea”

    Juan Gelman

      La realidad del cielo no es real

      Dijo Miguel Angel.

      Después / antes de Gelman, cuando el amanecer

      entró con el sol por la ventana

      nos contamos sueños.

      -Ni un pajarito nos anunció la madrugada,

      -No hay pajaritos, me dijiste.-

      Es solamente así que te conozco, te reconozco(...)

      y vos me conoces.

      Pienso en el exilio del amor y en su destierro,

      veo la ropa al costado de la cama, guardando la realidad

      de la que somos cómplices sin serlo.

      El deseo es necesidad de cambiar lo contemplado

      -Hasta Salguero

      le dije la otra noche a un taxista

      La cristalinidad

      de tu mano en el pincel

      es implacable.-


Juan Marcelo Warijchuk


La cátedra del macho

En una casa de tatuajes, cayó ese oficinista, motoquero, con toques de maricòn sensible; usa traje oscuro y corbata gris de seda. Ese tipo se hace el metalero scuchando Nightwish y O’ CONNOR, mira los Cariñositos y tiene un bolso de “Hello Kitty”. Él está en ese tugurio que apesta, para hacerse un tatuaje de oso cariñoso, ya tiene uno de los teletubbies en el culo y otro de frutillita en el pecho. Se mira en el espejo, escucha Motorhead en su celular con MP3, y saca fotos de los posters de Megadeth y Iron Maiden. Se enorgullece de sus piercings en los pezones, y se hace el duro, con una agenda de Para Ti. Su único deseo fue ese tatuaje multicolórico, lleno de niñez absurda, de amor de niño desamparado. Después monta su moto y se va hacia el departamento, adornado de orquídeas, rosas blancas, almohadones rosados y paredes con cinta púrpura de empapelar. Él es un pseudomarica; para a comerse diez choripanes sin tomar vino y se va a su casa, donde lo esperan: los sillones fucsia, el acolchado lila y una taza de té.

martes, 2 de diciembre de 2008

revista coartadas nº4

TALLER DE NOVELA

Coordina : Mario Goloboff

Gloria Molina

ABDULAH (Fragmento)

Cuando llegué a Barcelona con una maleta de ilusiones a cuestas y un escaso bolsillo, comprendí que la inconmensurable llanura de mi patria había quedado para siempre atrás. Había abandonado también, todos mis afectos y me costaba creer que tal vez por mucho tiempo no los volvería a ver. Debí recurrir más de una vez a realizar aquellos trabajos que los nativos no estaban dispuestos a realizar, porque la necesidad y la desesperación me obligaron. El hambre y la ilegalidad suelen ser malos compañeros y ninguna esperanza menguó, por ese entonces, el desarraigo y la tristeza que me invadieron. Noches enteras de insomnio y pesadillas, compartidas con otros desterrados como yo, que por motivos políticos o económicos, soportando hambre y frío, esperanzados en cambiar el destino, intentábamos en el desamparo de los barrios marginales de Barcelona, fortalecer el espíritu. Había dejado atrás una familia unida y próspera que lloró la ausencia del hijo ausente sin saber que el abrigo y la alegría habían sido reemplazadas por la desnutrición y el llanto. Era aquella más que nada, una desnutrición del alma y si bien el cuerpo no estaba bien alimentado, sobrevivía. Merodeé durante días enteros en la búsqueda constante de caridad y afecto. Visité a algunos conocidos con la esperanza de compartir con ellos una mesa bien servida que me reconfortara un poco. Pero fue inútil. Nadie se dio cuenta que zozobraba y la mano tendida que no sabía pedir limosna, permaneció vacía. Conozco bien la intolerancia y la xenofobia: la he padecido. A veces, abandonaba en manos de Dios mi porvenir, pero no hay como hundirse hasta los tuétanos para bracear desesperado intentando salir a flote y puede más el orgullo que la miseria y el frío. Cuando echo una mirada hacia aquellos años, me recorre el cuerpo un estremecimiento, y a veces, frente a la flama del hogar encendido que ahora calienta mi alma, esa sensación de no entrar en calor, a pesar del abrigo, me vuelve a sacudir por si me hace falta. Sin embargo, pude superar la soledad, porque el exiliado es fraternal y solidario y si alguna vez deba buscar un buen oyente para las penurias de la vida, que aunque sobre el dinero, nunca faltan, sé bien a quien acudir.

Conocí a Abdulah en las ollas populares de los suburbios catalanes, donde el hedor a basura, marihuana y estiércol contaminaban el aire. Aquel chaval que no tenía ni trece años, entumecido por el infortunio se había degradado hasta la prostitución y sin embargo pese a su edad había sido capaz, en un acto de arrojo, de cruzar casi a nado el Mediterráneo sostenido a un cayuco que ya llevaba demasiada gente y que hacia agua por todas partes. Al escuchar sus palabras carentes de toda jactancia, todos los que estábamos allí, enmudecimos de respeto. Desconocía el miedo porque su fe era más fuerte que cualquier otro sentimiento. Y a pesar de un descreimiento feroz en sí mismo, cinco veces al día, extendía una pequeña alfombra que le servía para rezar, y de rodillas clamaba a su Dios, quién sabe que primordiales peticiones. Pero jamás nadie se burló de él, aunque era una costumbre que entre nosotros se practicaba con frecuencia. Al contrario, en las noches de frío, el poco abrigo que había era para Abdulah, y a cambio, con toda devoción y altruismo nos incluía en sus oraciones. Haberlo conocido me enriqueció, me dio las fuerzas necesarias para volver a luchar y me pregunto si no fue su Dios el que me abrió las puertas para que se cumpliera mi destino.

Con mi experiencia a cuestas y el criterio esclarecido no me quedaban más que holgadas ambiciones que llevar a cabo y en eso puse las últimas fichas que me quedaban y me jugué todo para colaborar con el porvenir que venía fructuosamente a mi encuentro. No escatimé ni esfuerzos ni esperanzas, la cuestión era ya no sobrevivir, sino enfrentar la realidad que me devoraba sin remedio y me despojé de aquel disfraz de infortunado que había usado hasta entonces y que a la sazón, comprendí que la gente lejos de entender, lo reprobaba.

Habían pasado diez años desde entonces. No voy a relatar como cambió mi vida, porque sería extenso y no viene al caso. Por aquel tiempo Abdulah vendía el butano envasado con que se calentaban las estufas, por las calles del Barrio Gótico donde yo me había ido a vivir, por un magro salario que apenas le alcanzaba para subsistir. Pero, cuando mis medios me permitieron ayudarlo, lo empleé en el pequeño bar que abrí frente a La Rambla de Les Flors, próximo a La Boquería y que le permitió ahorrar lo suficiente como para instalar una sucursal en Fez, que les permitiría vivir dignamente a su madre y sus hermanos. Aprendió al lado mío los secretos de la buena cocina argentina y del negocio gastronómico, que él sin duda optimizaría, le sobraba inteligencia y aunque nunca había aprendido a leer y escribir, interpretaba bastante bien, cinco idiomas. Pragmático, aprendiz de buscavidas, negociante idóneo, me señaló el camino, muchas veces. Su solidaridad infundió en mí la necesidad de restituir lo que la vida me había dado. Aprendí de él que, aunque uno no consiga hacer realidad los sueños, no todo son reveses y que la amistad trasciende cualquier frontera.

Empeñado en regresar a su tierra no encontró obstáculo que no pudiera salvarse. Dispuso todo para partir para el mes de Ramadán y esa última noche cenamos en mi casa. Los viejos recuerdos nublaron nuestra vista, un dolor sordo enmudeció nuestros corazones y cuando ya no nos quedaban más lágrimas ni risas, se levantó, se quitó un pequeño amuleto que había llevado atado a su cuello y me lo dejó en las manos. Lo acompañé hacia la puerta, nos despedimos con un abrazo que me pareció eterno y verlo partir me dejó un vacío que todavía no he podido llenar. Lo había aprendido a querer como se quiere a un hermano, como se debe querer a un hijo y me pregunté si acaso la vida le pagaría con creces tanto sufrimiento. Y oré, como había orado él por mí, para que Alá lo acompañara en ese largo regreso a casa. Y aunque, desde entonces no lo he vuelto a ver, sé que, a la hora del crepúsculo, cuando irremisiblemente cae la noche, él también piensa en mí.

Pablo Puente

El TUERTO (fragmento)

En este lugar no tener un ojo pasa a ser un mérito, un símbolo de virtud. Los ojos se pierden en pelea y, como una nariz plana, dan fe del coraje mostrado alguna vez.

Con el ojo bueno, único, puede mirar fijo, desafiante, un rato largo. La mirada del observado puede ir y venir simulando entretenerse un tiempo con el humo del cigarrillo, con la botella transpirada, con el cenicero rebalsando de filtros y ceniza, y volver a toparse con la de él, clavada, como de vidrio, brava, inerte, sin expresión, desprovista de todo rasgo de temor o de cualquier otro sentimiento. Entonces, ignorar lo que pasa adentro de esa cabeza no es poco. Da miedo no saberlo. La noche lo hizo así. Seguro. Vivir de noche. Dormir desde que el cielo claro anuncia otra madrugada hasta no tener más sueño. Abrir el ojo de a poco. Levantarse hambriento a disfrutar sin ninguna culpa la comida que no pagó. Tener el inmenso coraje de sobrellevar la existencia como un salvaje más. Andar la oscuridad. Todas las oscuridades, no algunas. Saber cada baldosa, cada cordón, cada rincón misterioso. Pelear cada combate con el odio justo, con el miedo exacto. Aunque siempre lo vi inmóvil, puedo imaginarlo andando en la semipenumbra que resulta del alumbrado público. Bajo estrellas brillantes, incontables; bajo el cielo hecho de plomo que tapa la luna con maldad. Corriendo para cruzar la calle con la ilusión de un refugio seco en la otra vereda, a través de una cortina de lluvia helada de invierno. Puedo imaginarlo peleando. Sacando las manos veloces. Lastimando. Haciendo brotar la sangre rival. Arrancando, por qué no, otro ojo para vengar el que ya no tiene. Dejando, vanidoso y compasivo, huir al contrincante malogrado. No necesita fumar o tomar cerveza o whisky para ser sensual. Le basta su porte guerrero. La cabeza altiva ahora se mueve unos pocos milímetros, décimas de grado, siguiendo con atención módica la bola que marra su destino en la mesa de pool. El partido es malo. La esfera blanca parece ir la mayoría de las veces para donde quiere y, de vez en cuando, hasta se sale de la mesa y rebota por el piso, entre los pies de los parroquianos voluntariosos que la buscan para devolverla a su confín natural.

Uno de los jugadores, enfundado en una campera de motociclista hecha de un cuero que merece ser cuerina, es el innegable campeón del lugar. Hace desfilar a sus rivales que, sin pena ni gloria, van colocando las fichas, que son a la vez comienzo y apuesta mínima del juego. Un boliviano que tiene en la oreja izquierda un aro del que pende una cruz parece estar cerca de prevalecer, pero al final cae como todos. Antes, el desafiante fue un hombre con un brazo muerto y una forma extraña y limitada de tiro, causada por su defecto. —¿Con esa técnica rudimentaria pretenden ganarme? —les pregunta el campeón con sonrisa sobradora, mientras le hace una seña al que sigue para que ponga su ficha. Este es un adolescente de risa fácil y sonora. Tiene puesta una remera que evoca la tapa de uno de los discos de los Redondos con la palabra “oktubre”. Debiera estar en otro lado. Quizás todos debiéramos estar en otro lado. Este lugar no tiene nada de malo, pero tal vez todos debiéramos irnos a uno que tenga algo de bueno. Tal vez. Sin embargo, el chico mira a sus compañeros de noche, que lo doblan en edad —aun el más joven—, con admiración inocultable. Se burla de ellos y otra vez estalla en carcajada solitaria. Es un gesto que afirma su pertenencia al grupo. A este clan de perdidos que distraen sus penas como si la vida fuera una bola negra con un ocho pintado. No es difícil notarlo: casi todas las figuritas de su álbum están acá.

Hay humo y una suma de olores que, combinados, no resultan ser ningún olor.

La Quilmes corre como si fuera gratis, obnubila y ayuda a encontrar algún rasgo sensual en la mesera. Esas cosas que la sobriedad suele negar. Algo muy oculto. Algo que la separa definitivamente de las pasarelas de alta costura y, no obstante, la convierte en la reina de este lugar. Dos prostitutas comparten una charla en otra mesa. Parecen hablar de temas cotidianos. Están pasadas en edad y en kilos para su oficio. Las caras tiene el cansancio no de un día, la jornada aún no comenzó. Es el hastío del tiempo, el agobio de los siglos. La vida les pasó por encima bajo la forma de mil cuerpos de hombres, con la promesa de un futuro mejor que nunca llegó. Conservan la risa estentórea, el rictus de lascivia justa en la mirada; nada más. Viéndolas no se imagina una noche de trabajo agitada. Hay algo de grotesco en su ropa, que no disimula excesos culinarios ni defectos morales y contraría cualquier acepción de la teoría de color. La juventud se fue con una promesa de ahorro que nunca llegó a concretarse. El sueño de la peluquería propia, del almacén o de un mínimo kiosco que asegure bien estar. El tuerto no las mira. Puede olerlas, intuirlas. Son parte del paisaje. No atraen su atención. Una pareja de novios entrelaza sus dedos mientras se mira con deseo y, con la mano libre, comparte una cerveza. No parece haber dinero para mucho más. Escuchan una canción que ella fue a elegir en la máquina para, en el trayecto de ida y vuelta, arrancar miradas más o menos discretas bamboleando las caderas, que parecen esforzarse por vencer la opresión que les impone el jean. Los sobrantes que surgen entre el cinturón y la remera demasiado corta despejan toda duda: ese pantalón no es de su talle. El televisor puesto en alto, sin volumen, muestra una velada boxística transmitida desde Las Vegas. Hay joyas, mafiosos indespeinables, chicas de tapa de Play Boy. Otro mundo. Sobre el ring, un negro neoyorkino y un mejicano parecen dispuestos a arrancarle la cabeza al prójimo. Los músculos se tensan y las miradas están encendidas de odio y ambición. La campana que culmina cada round les llega, indefectible, cada tres minutos, como una molestia. Entonces se sientan en sus rincones y escuchan a los segundos con impaciencia. Indiferentes a cortes y cardenales solo esperan volver a pararse. El minuto de descanso se les representa eterno, sirve para recomponer la respiración pero no interrumpe la furia, más bien la acrecienta. Son tipos duros, parece. Sin embargo, tienen sus dos ojos. Se sabe: la pelea con guantes es un arte menor.

Un patrullero pasa cansado por la calle. La baliza se apaga y se enciende y da una intermitencia azul. Agrega de esta forma un toque de color a las tres dominicanas que esperan. La menor no debe tener quince años, las otras dos son más robustas y de caderas poderosas. El auto policial les pasó justo por enfrente antes de parar en el semáforo, pero es como si no las hubiera notado. Ellas tampoco dieron señales de inquietud. Son las dos de la mañana así que la noche está renaciendo. Me quedan pocos cigarrillos. El Zippo rayado pero eficaz que recibí hace tanto como un regalo me recuerda que un día fui un marido en casa propia, obligado a cortar el césped los sábados, con un perro que me recibía, feliz, al llegar del trabajo. Pretéritas noches familiares que hoy me llegan al recuerdo borrosas, como si las hubiera leído en un cuento de Carver, con detalles que la memoria añade o tergiversa, virtudes de mujer que se agigantan y peleas domésticas que hoy aparecen como incausadas, aunque alguna vez sintiera que me acercaban al homicidio.

El tuerto sigue inmóvil en su sitio que es, por su sola presencia, elevado a la categoría de trono de rey soldado. Su quietud ahora es tan absoluta que destaca el hincharse y deshincharse del cuerpo al respirar.

No conozco su nombre. Puede llamarse Félix, Tobías, Fernández, Marcos. No lo sé. Tampoco necesita ser llamado de alguna forma, porque un llamado es una orden y él no da ni recibe órdenes, como ningún otro gato.

domingo, 30 de noviembre de 2008

revista coartadas nº 4

espacio de letras para chicos

Coordinan: María Zimmerman y Noelia capello

La idea de incluir a los chicos en la Biblioteca Nacional se gesta en el Área de Asuntos Comunitarios, por la función social que tiene la literatura. En la formación cultural, este lugar resulta privilegiado para despertar el entusiasmo por los libros. Los ejes son: un taller literario, actividades de lectura con las escuelas o en los barrios, y una biblioteca circulante. Estamos adquiriendo un material interesante de literatura el cual ya circula entre los chicos que vienen al taller. Para los más chicos presentamos “teatro leído”. A partir de esta representación, conversamos sobre los elementos de la ficción y ellos deberán elaborar un cuento o dibujar. Desde el espacio de escritura y literatura invitamos a un grado de una escuela a participar. Y como todo lo que se hace con cariño… aparecen sorpresas que nos encantan – como que una escuela entera se acerque. Los alumnos hacen una recorrida por el edificio y un taller de cuento. Una de las consignas es distribuir muchos libros en las mesas y pedirles que seleccionen uno y observen las ilustraciones de tapa. El hecho de no poder abrirlos les genera curiosidad. Deberán imaginar de qué se trata y redactar una historia, antes de leerlo. El Espacio de Literatura para Chicos se propone acercar a los chicos con los libros, o con las palabras (con las de cada uno). En mi opinión los chicos “de hoy” tienen dificultades para animarse a una redacción, en parte porque son épocas de “crianza tecnológica” lo cual reduce bastante la expresión verbal. Este taller propone que buceen en su fantasía y vuelquen sus ideas por escrito, ayudados por los elementos narrativos que vamos aprendiendo en los encuentros.

CUENTISTAS Y FABULADORES

Cuando me tocó seleccionar qué material pedir a las editoriales, para el Espacio de Literatura para Chicos, me surgió una incógnita. Hay algo que entender, en la crueldad de los cuentos tradicio-nales hechos especialmente para los más pequeños. Actualmente existe una literatura muy diferente, de lo cual me alegro: en los argumentos de las últimas décadas no se pone en juego la vida de un niño o niña, los hermanos no se dan muerte por la herencia, las brujas no guisan chicos ni los gigantes los aplastan, tampoco los reducen el tamaño de un dedo pulgar. Los chicos de los cuentos de ahora la pasan mucho mejor, lo cual tal vez coincida con el discurso de derechos de la niñez… aunque no necesariamente con la realidad. Sin embargo también se puede pensar que al quitar el dramatismo en la literatura, las historias inocuas perdieron atractivo. El escritor Saki, en su libro “Cuentos crueles”, le hace decir a uno de sus personajes, que los niños se aburren cuando personajes buenos, bellos y felices… encima terminan bien. Cuando les leímos algunos “Cuentos Crueles”, los disfrutaron, a pesar de que existe un vecino que mata el gato de unos niños o de que otro chico es castigado con violencia. La diferencia con los viejos cuentos, está en que los niños de Saki logran una venganza sobre estos adultos.

También la fabulación adquiere un sentido liberado de la moralina. En “La ventana abierta”, una muchacha asusta con la historia de una tragedia familiar, a un invitado de la familia. Antes de que la joven le invente esa historia al invitado, se asegura de una cosa: que él no sabe nada de la familia desde hace cuatro años - por eso ubica el episodio como sucedido hace tres. O sea, toma precauciones para que esta fábula pueda ser creída por el hombre que la oye. Y este tema de fabular, de mentir, a mi me parece que esta ligado al tema de la ficción. A medida que nos educan, el talento innato y el gusto por la fábula suelen resultar seriamente dañados. Y al escribir, sentimos que debemos justificar hasta los movimientos más ínfimos del relato... por temor a que nos crean. Los chicos suelen acceder a la fantasía cuando no sienten la obligación de mostrar que son tan sensatos o tal vez cuando tienen algún permiso para mentir.

María Zimmerman


Cynthia (7 años)

      Mariquita estaba sola al jardín del corazón

      Mirando la noche estrellada

      Con cuentos de amor.

      A Mariquita le pareció un poco raro:

      ¿porqué todo estaba en silencio?

      Una estrella brillaba en el cielo.

      Vio la luna blanca más blanca que una estrella

      Una estrella brillaba como el sol

      Mariquita vio que las pequeñitas formaban un cuello largo

      y las grandes, hacían el cuerpo y las alas.

      Mariquita pensó: ¿qué sería?

      Y las miró bien, bien

      Se dio cuenta que era un

      Cisne.

      De repente vio que se prendía una luz

      De un edificio, despacito se fue abriendo

      La puerta, ¡era la mamá de Mariquita!

      Que la llamaba y cuando desayunaban

      Le contaba lo que había pasado con

      Las estrellas.

Fin

jueves, 27 de noviembre de 2008

revista coartadas nº 4

TALLER DE CUENTO

Coordinador: VICENTE BATTISTA

Ana Menéndez

La decisión

Bajó del tren y se sentó en uno de los bancos de la estación. Tenía frío pero demasiada pereza para buscar un abrigo. Veía pasar la gente apurada, controlaban sus relojes, casi corrían. Tal vez temerosos de no llegar a horario.

El tren partía. Se quedó mirándolo hasta que desapareció el último vagón. La atravesó un ligero temblor. Se repuso enseguida, lo había meditado bastante, ya no tenía dudas. Encendió un cigarrillo y se entretuvo en seguir el recorrido de las volutas de humo. Parsimoniosas, relajadas. Palpó el dinero que llevaba en el bolsillo. No era demasiado. Recordó la bandeja de sándwiches que había comprado en la última parada. Aún permanecía intacta asomando apenas por el cierre del bolso.

Un hombre se acomodó a su lado y ella hizo el ademán de correrse como quien rechaza cualquier contacto. Él tenía el pelo blanco, vestía un sobretodo gastado y una bufanda atada al cuello. La miró y sonrió. Ella dio vuelta la cabeza. Molesta por la compañía se levantó y empezó a caminar hacia la calle.

Sintió los ojos del anciano que la seguían e imaginó la historia que estaría tejiendo en torno a ella. Se rió. Nadie podía sospechar el lugar que había abandonado ni vislumbrar su decisión. Alguien la empujó al pasar y la hizo trastabillar. Se volvió para insultarlo pero no pudo distinguir quién había sido. Se tragó la bronca como otras tantas veces. Siempre lo mismo. Ella callaba y todo seguía igual. No tan cerca, había dicho él y disparó, levantá los brazos un poco más, sostenete el pelo, así. Casi las mismas poses, idénticos encuadres y el mal humor de siempre.

A pesar de la llovizna decidió caminar antes de tomar un taxi. Le encantaba sentir el agua empapándole el pelo y la ropa. La lluvia se hizo más intensa. Mientras la gente trataba de guarecerse ella se sacó los zapatos y despreocupada continuó el paseo. Otra vez se figuró ojos que la seguían en ese deambular incomprensible. Otra vez rió. Tampoco ellos, como el hombre de la estación, podían figurarse de dónde venía ni hacia dónde iba. Vos sí que hacés un laburo piola y encima ganás buena guita, solían decirle sus amigos.

Había oscurecido y cesado la lluvia pero persistía el frío. Abrió el bolso y sacó una campera. La bandeja de sándwiches se deslizó y la vio hundirse en un charco de agua turbia. Se enfundó en el abrigo dispuesta a no interrumpir el placer de esa libertad sin tiempo. Acaso la lluvia fuera la mejor compañía: no intentaba adivinar, no elucubraba hipótesis, solo persistía en su afán de inundarla.

Después de varias cuadras entró a un bar y pidió un café. Sentada cerca de la ventana se distrajo con el ajetreo del día que terminaba. Sin embargo todavía es temprano, pensó. -A ver, más arriba el mentón ¿Qué te pasa?, concentráte querés, ¿sos o no sos una profesional? Tengo que entregar el material mañana a primera hora. Eso era lo único que importaba.

Esta vez el tiempo no la urgía, más bien estaba disfrutándolo. Como cuando en la infancia podía emplear horas en observar una procesión de hormigas que transportaba su carga. La reconfortó el recuerdo. Pidió otro café y dejó que esos días la invadiesen. La casa de los abuelos escondida entre los eucaliptos, las escapadas a la hora de la siesta. Un palo como bastón y a desafiar el peligro de perderse entre senderos interminables. No tengo que tener miedo, solía pensar, siempre que vea la veleta sabré volver a casa. Y siempre volvía antes de que empezaran a preocuparse. Recordó a un amigo que tenía entonces, un chico menor que ella, de mirada lánguida y bastante extraño. Hablaba muy poco pero cuando se encontraban le llevaba piedras de diferentes formas que ella guardaba como pequeños tesoros. El nunca quiso decirle donde vivía. Siempre lo encontraba en un lugar distinto. Le gustaba lo inesperado de esos encuentros Un día no lo vio más, y al tiempo enterró las piedras en uno de aquellos senderos.

En el bar, fantaseó que lo veía sentado frente a ella. Se oyó contándole la decisión que había tomado. Saboreó el asombro en la cara de él. Trató de imaginar los reproches, aunque jamás él hubiera dicho nada para contradecirla. Lo vio bajar los ojos como tantas veces. Intentó sonreírle con ternura, pero él ya había desaparecido.

Eran más de las once cuando pagó y se fue.

Mirta Morilla

ALACRáN DE TERCIOPELO

          Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro

          paredes de la alcoba hay un espejo,

          ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo

          que arma en el alba un sigiloso teatro.

Los EspejosJorge L. Borges

Una lámpara de pie con luz tenue, ilumina la habitación. Gabriel, inquieto, da vueltas en la cama. Ya fumó el último cigarrillo del día y bebió el acostumbrado whisky. Como otras veces, empieza a recorrer con la mirada el cuarto elegante y las paredes claras. Cuando su vista se detiene sobre un espejo, en él aparece una hermosa muchacha. Ella camina hacia Gabriel. Hay odio en sus ojos. Ya está a su lado. Saca un puñal del bolso. Lo clava en el pecho del hombre. La sangre brota sin control. La muchacha se vuelve. Su vestido largo de terciopelo negro recuerda la cola siniestra de un alacrán. Corre hasta la puerta. La abre. El alcanza a tomar un revólver. Intenta dispararle. La mujer ha desaparecido.

Con la frente y el cuello empapados de transpiración, Gabriel se incorpora con dificultad. Trata de serenarse. ¡Ya pasaron más de cinco años de aquello!, reflexiona. Le vuelven a la mente imágenes que quiere olvidar. El burdel de aquel pueblo, calles de tierra, casas bajas de chapa con puertas y ventanas entreabiertas donde acechaban siempre ojos sombríos, el prolongado y sangriento tiroteo en el que había matado a El Rubio, el juramento de la mujer del hombre, Mayra, bella, sensual y su furia al saber que Gabriel pertenecía a la policía secreta y el juramento: “Arrojaré tus venas a las llamas del vudú”. Me burlé entonces, recuerda. ¿Qué siento ahora?, se pregunta. Enciende un cigarrillo, intenta dormir, sin lograrlo.

Esa noche Gabriel llega más tarde que de costumbre. Está rendido, se acuesta. Entrecierra los ojos, permanece en una prolongada duermevela. En el salón del hotel, un reloj da las cuatro. La puerta de la habitación se abre lentamente. Gabriel lo advierte. Busca un arma en el cajón de la mesa de luz y la guarda debajo de la almohada. La muchacha vestida de negro entra a la habitación. ¡Sí, es Mayra, no puede ser!, dice para sí, Gabriel. Ella sonríe, se acerca, lo besa en los labios. Luego intenta clavarle su puñal en el pecho. El le dispara varias veces. Ella se retuerce dolorida. Huye y mientras lo hace se transforma en un repulsivo alacrán que se arrastra con la respiración agitada. Su cuerpo convertido en una masa oscura, informe, atraviesa el espejo. Gabriel continúa disparándole. Sobre la superficie brillante hay una grieta enorme, hay olor a muerte.

Gabriel vuelve a tenderse sobre la cama. Suspira aliviado. Por fin duerme, al menos esa noche.

Alicia Leonor Orlando

LA ESPERA

Pedro aceptó el mate de mano de Juan, sin desviar los ojos del camino que se bifurca. Miraba como queriendo ver más allá de la luz que enardecía el horizonte.

—Va para tres meses que no cae ni una gota —dijo.

—Buena falta hace el agua —respondió Juan—. Si sigue así, me voy. Ya se fue el mujerío, los puesteros, hasta las alimañas escaparon, sólo faltamos nosotros.

—Yo no me voy, soy de aquí y aquí me quedo. Con un techo y un pedazo de carne me basta. Irme yo —contestó Pedro.

Juan preguntó si quedarse no significaría aguardar el regreso de alguien.

El -tal vez- no pareció una respuesta, sino una reflexión.

—También, jugarla en una apostura —agregó Juan.

—Fue culpa del mal vino —justificó el otro.

—Lo tengo presente. Aquel hombre era especial. ¿De dónde vendría?

—Del este —contestó Pedro.

En Villa Rincón Viejo no lo habían visto llegar, quizá por esa súbita oscuridad en que cae de pronto la noche. Tampoco habían oído el trote de su caballo. Lo vieron, sí, en el boliche, inclinado sobre el mostrador y lo aceptaron sin preguntas, costumbre de pueblo chico. Y por ser pueblo chico, se fueron entretejiendo hipótesis con más imaginación que verdades y mil y una fantasías.

Mientras el forastero permaneció en Rincón Viejo, todo lo suyo fue juego y mujeres. Tenía la particularidad de ser bien visto por ellas, quizá por la forma de montar el zaino, por algún matiz de su físico, la mirada, la energía del rostro, la encubierta picardía del jugador y del mujeriego, cuyas habilidades peligrosas resultaban simpáticas. Posiblemente porque había andado mucho y narraba aventuras, las más referidas a “hembras”. Cuando jugaba era otra cosa, le salía luz por los ojos y el cigarro se hacía ceniza en la boca. Lo único que permitía, ante la embestida de cada baraja, era el galope de los corazones. Y a pesar de la atmósfera quieta, el delirio llenaba el boliche.

—Era suertudo para el juego, igual que si la recibiera del diablo. Si había carrera de perros, apostaba y ganaba, si riña de gallos, también. Si veía una gallina, era capaz de apostar a cuando iba a poner el huevo- dijo Juan y largó la carcajada.

Pedro había oído hablar del forastero, pero no lo había visto aún. Sabía del jugador que estaba en el pueblo, sabía, que con los dados, había ganado una fortuna al dueño de la gallera. El día que lo topó en el boliche, le bastó mirarlo para encontrar en el otro algo que lo atrajo. Pedro era joven, el gusto por el riesgo lo llevó a proponerle una partida de truco, él sabía hacer lo suyo y bien. Pero nunca pudo olvidar el brillo en los ojos del hombre al decir:

—Si no tiene miedo, venga a buscarme, hay que matar la duda —y vio la seguridad de su mano al arrojar el as de espadas.

—La derrota se me hizo carne- dijo Pedro recordando –Pedí desquite. En lugar de barajas, esta vez será cuadrera, propuso el forastero. Deposité todo lo que me quedaba y hasta lo que no. Tenía fe en mi potrillo.

—Lindo animal —comentó Juan—. Un caballazo con lucero en la frente.

—Y ancas manchadas igual a salpicadura de salitre. De un tirón recorrió más terreno que el pingo del forastero.

—Qué cosa, mancarse al pegar la vuelta —añadió Juan.

—Dicen que los criollos no lloran, lo que es a mí, se me hizo un nudo en la garganta cuando hubo que sacrificarlo. De rabia me mamé fiero.

En el pueblo todos conocían la historia, pero había tantas historias como voces para contarlas. Unos atribuían la acción de Pedro a la embriaguez, otros a que el hombre pensó que el forastero no se atrevería, y los menos, que Pedro se había vuelto loco.

—Ahí nomás exigió la paga. Le di a entender que tendría que esperar. No quiso saber nada. Le ofrecí el rancho, para qué, era hombre de andar de pueblo en pueblo.

—¿Y ganado? Le hubiera ofrecido ganado.

—Lo hice, pero él ya tenía la idea, mi mujer. Ni se bajó del zaino, se agachó no más y con el brazo la alzó en la montura.

—Ella tampoco puso resistencia —dijo Juan.

—No, se dejó llevar —contestó Pedro y el dolor le hizo evocarla— Era linda, con aquel pelo negro, con la piel suave. Si me parece oír el revoloteo de su pollera, el crujir de sus pasos dentro del rancho.

El forastero la había visto en los aprontes de la cuadrera, la estuvo desvistiendo con la mirada, lo vi saborearla de a poquito. Cuando se la llevó sentí retorcérseme las entrañas, sentí necesidad de pelear, de correr tras el ladrón. La borrachera me hizo andar a los tumbos, debí caminar leguas porque el camino se hizo oscuro y regresé. Como un cobarde regresé. Pero al otro día salí de nuevo a buscarlos, anduve con datos falsos. Se hicieron meses, pueblos por los que nunca había andado, pregunté en boliches, chacras, en comisarías, por si acaso hasta fui a un convento. Regresé sin nada y se me fue el gusto como quien dice-

Juan, para romper la tensión, le acercó un mate. Pedro ladeó en sombrero.

—Pucha —dijo—, se me pusieron los ojos ardidos por el humo y eso que no sopla viento.

Hizo sonar la bombilla y agregó:

—A veces se me hace que ha de venir del este.

—¿Quién? —preguntó el otro.

—La lluvia.

martes, 18 de noviembre de 2008

revista coartadas nº 4

Taller de Creatividad

De la Palabra a la Imagen:

Coordina: Paula Mujica Láinez


Este taller lo armé para que funcione como disparador de lo creativo. Combino diferentes técnicas donde los integrantes que asisten al curso, juegan con la palabra, las imágenes, armando relatos escritos y narrados. El proceso se realiza a partir de la creación de un personaje que luego se combinará, dentro de una historia, con los personajes creados por otros alumnos. Llegamos aquí trabajando con distintos cuentos que pueden ser leídos, inventados grupal o individualmente. Esta historia o cuento pasa a ser representada por el grupo, es decir, pasa por el cuerpo. En éste tramos del curso investigamos la actuación desde el movimiento.

Luego pasamos a la etapa del dibujo, jugando allí con el color, la forma, etc, para introducirnos en fotografiar la historia, armando una suerte de fotonovela.

La última etapa consiste en registrar (con filmadora o cámara fotográfica digital con opción a filmar), la historia desarrollada. Con esto le damos al curso una continuidad donde cada alumno puede jugar, no sólo creando una historia, sino viendo cómo la misma recorre diferentes espacios artísticos.

En cuanto a los materiales que se utilizan, pueden ser desde los más simples a los más sofisticados, dependiendo de las posibilidades y del interés del grupo, ya que se puede dar el caso de que un grupo quiera profundizar más en alguna de las etapas.

No es necesario que sean escritores, ni actores ni artistas plásticos, ni fotógrafos ni cineastas, tampoco importa la edad. Porque se trata de desbloquear las trabas creativas, soltando la imaginación, dándole la libertad con el permiso que todos tenemos para hacerlo.

Hasta ahora, el taller que estoy dictando en la Biblioteca, es nuevo y sólo hemos trabajado la primer etapa, donde contamos con el armado de distintas historias creadas por los asistentes.

María Pía

JUGANDO CON LA LOCURA

Por la grieta de la pesada puerta de madera vieja, miro al CORONEL CALVO (así se hacia llamar en honor a su pelada),que camina con pasos certeros y automáticos dentro del mezquino cuadrilátero que es su cuarto.

Habla solo, cambia los tonos, se pregunta y se contesta.

Cada seis pasos se detiene: respira hondo. Levanta los brazos y allá en lo alto cruza sus manos…abre su boca y con voz grave casi ronca lanza al espacio frases teñidas con consonantes “RRR”:

“”Los torrentes de remate sin remedio torturan mi ser””

Luego en voz muy baja repite como letanía una y mil veces
la misma frase.

Parado en el ángulo derecho del cuadrilátero retoma su marcha con sus pies planos a cuestas que le pesan.

Se descalza, se sienta, el piso cementado está húmedo. Se recuesta, baja la mirada, suelta sus brazos a los costados.

En el centro del cuadrilátero quedaron sus zapatones punta gastada de goma como TROFEO que sólo él con su propia imaginación saben a que batalla ganada corresponde.


Segundo trabajo

Jugando con el personaje

ibOtí

Ella es indiferente. Me mira sin verme. Pone cara de asco y yo la repito. Así, la copié, la primera vez que se me apareció en la pantalla grande, en ese cine que es mi cabeza. Tiene una cabeza pequeña y unos ojos muy grandes y verdes de ese verde pasto después de la lluvia. Su pelo hace una mueca seca, como un jardín rebelde, intervenido
por un loco.

Ahora su pelo cobra demasiada importancia. En esa cabeza hay apariciones, crecen gomitas elásticas, lanas, hilos y plantas, que se extienden, se estiran, retuercen como las serpientes de la medusa griega. Pero se llama Rita, y trabaja en una panadería de San Telmo, que queda en la calle Perú al 300. (esto lo averigüé en un libro de
Enrique Molina).

Es hija de las formas, se transforma y se deforma cuando está en movimiento. Parece digital. Se vuelve completamente humana cuando se mantiene quieta, lo cual es un gran esfuerzo para ella, porque en movimiento es atemporal, es una constante renovación o versión de sí misma. Pasa de los 20 a los 27, salta a los 58 y retrocede a los 50, genuina parece ser tal su naturaleza que de un tirón va a los 200 años y acepta de regreso 134 años menos.

Mirándola hasta donde puedo ver, parece, que en vez de piel es una cáscara de manzana lo que la recubre. Tiene olor a manzana y si pudiera acercarme este metro ochenta que nos distancia, probaría morderle un hombro a ver como sabe. No habla castellano, bueno, en realidad, no me habla y tampoco puedo concertar donde es que vive. Sonríe, calladamente y se apaga sobre un fondo blanco, cada vez mas blanco, celeste , azul... azul, azulado.


Tercer personaje

Personaje: Charly


      Alto, delgado, languilíneo, un poco andrógino.
      Ojos: normales, de mirada oblicua y penetrante.
      Manos angostas de largos dedos.
      Cabello castaño, lacio. Labios muy marcados. Tez pálida,
      nariz recta. Andar ágil, pero no apresurado.
      Edad: 30 años aproximadamente.
      Vestimenta: excéntrica. Levita y galera color
      rojo-anaranjado, zapatos negros.

Narración de Marta: Denise era una niña de 9 años muy agradable, vestida y peinada de época, estilo algún Luís. Tenía un vestido de seda con faldones, unos zapatos con hebilla y un poquito de taco y unas medias largas blancas. Su cabeza estaba llena de bucles rubios, sus ojos eran claros y muy sonrientes y en general sus facciones eran muy armoniosas.

Mostraba un aspecto muy angelical y se la veía contenta y locuaz, de vez en cuando se le escuchaba una carcajada cantarina.

Terminada la fiesta, que resultó ser la escena de una película, me topé con ella y fuimos caminando al encuentro de su madre.

En el camino se mostró muy dicharachera y pasaba de unos tímidos silencios a una atropellada locuacidad. Pero siempre dentro de un marco afable.

Otra fue la situación que se produjo con su madre. Ella al verla, muy cariñosamente le preguntó por la experiencia. Ante mi asombro Denise se transformó; pasó a contestarle de una manera impertinente y caprichosa. Se transformó, como si hubieran prendido una llave, de una criatura angelical a un verdadero demonio.

Narración de Diana: La nena que se apareció en la imagen tenía más o menos 7 años. Llevaba puesto un vestido blanco que le llegaba a las rodillas y terminaba con puntillas en la falda y en las mangas. Con una cinta en la cintura con un gran moño atrás. Los zapatos eran tipo Guillerminas y también llevaba medias blancas. En su mano derecha tenía una muñeca de trapo con un vestido floreado. Su cabello rubio con rulos grandes en las puntas y un sombrerito blanco. Su rostro era bien rosadito, con una boca pequeña y labios finos. Tenía una nariz chiquita y puntiaguda.

Sus ojos grandes de color azul, las cejas rubias y pestañas arqueadas. Parecía muy simpática, dulce y tímida a la vez con una mirada angelical. Se reía todo el tiempo. Ella me tenía agarrada de la mano. Y a veces cantaba y me miraba como si me invitara a jugar, pero siempre nos manteníamos en el mismo lugar. Parecía muy contenta y feliz.

Narración de Diana: Miguel y Chicha son un matrimonio muy feliz a punto de cumplir 10 años de casados. Tienen una niña llamada Capitu, de 5 años, muy bonita y simpática. La niña tiene de mascota un conejo y un sapito muy travieso que siempre andaba saltando por toda la casa. Para su aniversario de casados, Miguel y Chicha decidieron hacer un viaje a Las Vegas. Dejando a la niña al cuidado de su abuela porque tenía que ir al colegio. Aunque a Capitu no le gustaba la idea. Entonces sus padres le prometieron que le iban a traer muchos regalos.

Al día siguiente, la pareja, empezó a preparar su viaje de luna de miel.

Chicha le comentó a la abuela de la niña que iban a ir a jugar al casino, y ésta le aconsejó que se llevaran al conejo y al sapito para que tengan mucha suerte. Pusieron a las mascotas en unas cajas que llevaban cada uno y emprendieron su viaje. Cuando llegaron a Las Vegas se alojaron en un hotelito bastante lindo y cómodo. Descansaron un buen rato y por la noche se fueron al casino llevando con ellos a las mascotas bien escondidas. Jugaron un largo rato a la ruleta tocando al conejo cada vez que hacían una apuesta, cuando ganaron bastante dinero se fueron a las máquinas tragamonedas.

Estaban jugando muy entusiasmados ya que el conejo y el sapito les estaban dando mucha suerte. Miguel, en un descuido, deja la caja con el sapito en una máquina y éste pega un gran salto que cae al suelo y logra escaparse. La gente del lugar empezó a correr y a gritar para todos lados al ver al sapito saltando por todo el salón. Miguel al darse cuenta de esto empezó a perseguirlo y no lograba atraparlo.

Mientras tanto, Chicha, se quedó en la máquina, escondiendo al conejo. Al rato agarró todo el dinero que habían ganado y salió disimuladamente para que no la descubrieran que ella también tenía al conejo. Esperó a Miguel afuera hasta que pudiera salir.

Adentro todo era un caos. Miguel tratando de atrapar al sapito y la gente corriendo por todos lados. Cuando logró atraparlo la seguridad del casino lo echó del lugar. Se encontró con chicha y se fueron al hotel recordando, con gracia, todo el episodio. El dinero que tenía les alcanzó sólo para unos pocos días, así que le compraron algunos regalos a la niña Capitú y decidieron volver a Bs. As. Cuando llegaron, prometieron no volver a Las Vegas. Por lo menos no con las mascotas de la niña.

jueves, 6 de noviembre de 2008

coartadas nº 4

Taller de apreciación integral

ÓPERA PARA TODOS

Coordinador: Enrique Sirvén

De los libros a las óperas

En el primer cuatrimestre de Opera para todos -un taller de apreciación- nos propusimos conocer mejor la inmensa obra verdiana, ¡grande en todo sentido! Entonces elegimos como eje temático el de las óperas patrióticas y políticas, dejando por el momento las más intimistas. El mismo coincide en gran parte con las obras de juventud: Nabucco, Los Lombardos, Ernani, Attila, Macbeth y La batalla de Legnano que vimos en pantalla grande y con subtítulos (menos la última). Con ellas se cierra también la etapa de la unificación de Italia y la expulsión de los invasores extranjeros, el período del Risorgimento, del cual Verdi no fue sólo testigo sino también estímulo permanente, a través de aquellas obras que culminan con los dos grandes dramas políticos de la madurez: Simon Boccanegra y Don Carlos. Además de las cuestiones textuales y musicales de las obras, tratamos de conocer algo de esa rica etapa de la historia italiana. Para ello, entregamos también una reseña a manera de guía de la ópera a considerar, las cuales, generalmente extensas, nos llevaron un par de clases cada una.

La idea del taller es acercar la ópera a todos los que tengan ganas de hacerlo, conozcan o no el género. Perderle el miedo o algún prejuicio acaso si hace falta, también. Hoy más que nunca, es una forma artística que tiene la posiblidad de sacarse de encima el estigma de elitismo que -en todo caso- no le es intrínseco y del cual no nos hacemos cargo porque hemos sido espectadores -de los de pie- en el Teatro Colón. Aquello depende del cómo y -ésta- es una posibilidad de lo más inclusiva posible, asi que...

En el segundo cuatrimestre veremos algo de Puccini, será nuestro homenaje a quien cumpliría el sesquicentenario de su nacimiento (1858-1924). Después, abandonaremos Italia para acercarnos a Rusia, a través de una de las óperas más impactantes de todos los tiempos: Boris Godunoff de Musorgsky, el ambicioso drama que a través de Pushkin nos relata algo no del todo de acuerdo con la historia real de los tiempos posteriores a Iván el terrible, pero que si nos dice mucho del espíritu ruso a través de una epopeya colectiva, donde el protagonista es tanto el pueblo como aquel zar sucesor de Iván, donde también cuentan los personajes populares y el del inocente, tan intransferible. La veremos según una puesta en escena del gran cineasta que fue Andrei Tarkovsky con el placer de entender lo que cantan.

Siguiendo con nuestra consigna de los libros a las Operas, nos adentraremos después en el mundo fantástico que nos propone E.T.A Hoffmann, a partir de algunos de sus cuentos convertidos en la singular ópera que es: Los cuentos de Hoffmannn de Jacques Offenbach, uno de los títulos emblemáticos del repertorio francés, que veremos protagonizado por Plácido Domingo para -más adelante- consensuar alguna propuesta entre todos los concurrentes

CURSO

LAS ÓPERAS PATRIÓTICAS Y POLÍTICAS DE VERDI

ATTILA

Dramma lírico en un prólogo de tres actos de Giuseppe Verdi (1846) con libreto de Temistocle Solera, corregida y completada por Francesco María Piave y Andrea Maffei a partir del drama de Zacharías Werner.

La trama presenta a Attila (bajo), rey de los hunos después de haber matado al padre de Odabella (soprano), señor de Aquileia. Ella espera su revancha, mientras tranquiliza a su enamorado Foresto (tenor) quien conspira junto al general romano Ezio (barítono) para terminar con Attila. El papa León le impide el ingreso a Roma en un episodio que corresponde a la verdad histórica. Odabella impide que Attila sea envenenado por Foresto, porque quiere ser ella la vengadora de su padre. En compensación, Attila le pide la mano. Luego de la celebración de la boda, Odabella cumple su venganza mientras los romanos se lanzan sobre los hunos.

Se trata de una ópera algo despareja, en tanto hay mayor interés en la primera parte en detrimento de la segunda, donde la inspiración tal vez se vio menguada por la deserción del libretista Solera , quien se fue a España, episodio terminal de su relación con Verdi. No obstante, es una obra atractiva siempre que se encuentre un bajo carismático para el protagonista y una soprano vigorosa capaz de afrontar la temible tesitura de su aria inicial. En tanto que, el barítono tiene participación en un dúo con Attila que está entre los mejores momentos de la partitura, aquel en que Ezio le propone a Attila un reparto del mundo, mientras le deje a Italia a él. También la escena del sueño del protagonista y su posterior concreción con la aparición del papa es de gran efecto, teatral y musical. También el descubrimiento de la laguna y la fundación de Venecia tiene una notable descripción instrumental.

MACBETH

Melodramma en cuatro actos. Libreto de Francesco de María Piave con retoque de Andrea Meffei. Primera versión en Florencia 1847, segunda en París 1865, en francés, su traducción en italiano es la habitual.

Primera adaptación musical de Verdi de un drama de Shakespeare a la que consideró hasta entonces como su mejor ópera. Si no toda- casi toda- coincidieron en el juicio tanto público y críticos a partir de su redescubrimiento en los años sesenta del siglo pasado. Desde el preludio se advierte una mayor elaboración instrumental, para decaer bastante la calidad con la intervención de las brujas, por suerte breve. Le basta un dúo para presentar acabadamente las diferencias de los camaradas de armas: Macbeth (barítono) y Banquo (bajo). En tanto que la aparición de Lady Macbeth (soprano) estará siempre rodeada de interés, aún en su primera escena dentro de los límites convencionales de aria y cabaletta. Los concertantes que cierran el primer acto después del regicidio y el del banquete del segundo, son tan atractivos como impactantes. Pero todavía le quedan dos escenas a la soprano, la agregada en la versión de París, la luce langua, modelo de coherencia músico dramática y la escena del sonambulismo, última escena de locura pero esta vez despojada de toda veleidad virtuosística. También Macbeth e incluso Macduff (tenor) antagonista de Macbeth, tienen respectivas y atractivas arias.

LA BATALLA DE LEGNANO (La Battaglia di Legnano)

Tragedia lírica en cuatro actos de Giuseppe Verdi(1849) con libreto de Salvatore Cammarano.

La ópera surgió a partir del deseo de ambos de hacer una obra propagandística, en el sentido de que Italia se uniera y echara definitivamente al invasor austriaco, en primer lugar, el cual dominaba en Venecia y Lombardía. Para ello, Cammarano tomó como modelo La bataille de Toulouse de Joseph Méry, futuro autor también del libreto de Don Carlos. El tema: la derrota del emperador alemán Barbarroja, en la batalla de Legnano, en 1176, por las ciudades italianas reunidas en la Liga Lombarda. Con la certeza de que el público entendería la referencia al presente. A partir de la insurrección generalizada, que comenzó con las cinco jornadas en Milán y otros episodios que culminarán en la efímera república romana, encabezada por Mazzini, marco y lugar del estreno de la ópera en el Teatro Argentino, con la presencia también de Garibaldi y el fervor patriótico creciente que acompañaba las creaciones verdianas desde Nabucco. Sin embargo, la posteridad no ha sido justa con La battaglia di Legnano como ópera, puesto que apenas se conoce fuera de Italia y tampoco en nuestro país.

La trama une hábilmente aquella lucha contra Barbarroja como pretexto, a partir de la amistad primero y rivalidad después, entre el Duque milanés Rolando (barítono) y de Arrigo (Tenor) militar veronés, por causa de Lida (soprano) esposa del primero, pero anterior novia de Arrigo, a quien creyó muerto en la batalla pero que reaparece.

Musicalmente hay también destreza en la alternancia entre los pasajes corales con los de los solistas.

coartadas nº 4

Publicamos esta página en homenaje a Edgardo Molgaray, compañero del Seminario de Narrativa, que ya no está con nosotros.

Edgardo Molgaray

negros

a Silvia Carbone que me dio la idea

Calles empedradas de San Telmo, bajando hacia el río. Los vecinos se asoman al escuchar el redoble de los tambores.

Caras alegres, de negra lujuria alegre convocada por la llamada de los tamboriles.

Estandartes que identifican el barrio, el clan. Hay alguien que los mueve desde arriba, alguien que les permite alegrarse con esa lujuria, alguien que les dio el don mágico de expresar con cierta inocencia lo que para los demás es pecado. Porque es pecado tanto desenfreno, tanto movimiento, tanta animalidad.

Hombres y criaturas. Hombres que son criaturas. Inocentes, ingenuos.

Sólo una mujer que yo veo, que sólo se distingue cuando se mira con las pupilas virtuales de la imaginación. Es, naturalmente negra y baila, salta, se contorsiona, en medio del abigarrado grupo. Y la veo mejor: no hay inocencia, no hay ingenuidad, en los frenéticos movimientos de su pelvis, en los golpes sincopados de las caderas, en el zangolotear desenfrenado de sus pechos.

La huelo. Olor de catinga africana apenas enmascarado por el perfume tenue y barato del jaboncito que la negra usó para lavarse en el agua fría de la tinaja del conventillo. Olor que tiene un mandato atávico liberador de gónadas y que excita. Me invade ese olor y me excita. Sale de la imagen ese olor y me descentra.

Y salta la negra. Salta y cae doblando la cintura, esa cintura que parece de mimbre, esa cintura que grita su funcionalidad, esa cintura que adivino en mis manos, si me animara, si sólo me animara.

Me está mirando y siento que me supera. Que me pasa por encima. Me hace un mohín. Es fea y grotesca, es bella y armoniosa, es sospecha y certeza, la negrita. Cuando pasa a mi lado me sigue mirando, la negrita contradictoria.

Se aleja y estira un brazo que parece tallado por Dios. Y el brazo se mueve como una víbora y me muestra la manzana en la mano-boca. Y me invita a saber, me obliga a saber.

El olor de la negrita, también funcional, me incorpora a la comparsa y se me cae el saco, y la corbata, y los libros, cuando empiezo a saltar. Y le quito la manzana de la mano-boca y la muerdo y la negra muerde después, sólo después.

Y descubro que ya no podré recuperar ni el saco, ni la corbata ni, mucho menos, los libros. Descubro que es justo que así sea y que con el mordisco a la manzana que la negrita me ofrecía fundo mi Tiempo, lo inauguro. Ese mordisco liberador me hace prisionero de otra circunstancia.

Y descubro que ese mordisco era inevitable para transponer la puerta de la Ley que me decía NO, como todas las leyes buenas.

jueves, 23 de octubre de 2008

revista coartadas nº 4

SEMINARIO DE NARRATIVA

Coordinador: OSVALDO GALLONE

Borges y Borges

Acaso una página como “Borges y yo” (El hacedor) pueda tener un correlato de índole especulativa y raigambre filosófica, tal vez se pueda trascender la interpretación consagrada por la costumbre que incita a pensar en una inflexible dicotomía: un Borges íntimo que vive para que el otro trame su literatura.

Huelga señalar la importancia que una corriente filosófica como el idealismo tuvo para la obra borgeana. Baste puntualizar textos como “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” o, en colaboración con Bioy Casares, “Esse est percipi”. En estos dos cuentos, la incidencia de las ideas del obispo George Berkeley resulta indiscutible, Berkeley desarrolla en la historia de la filosofía lo que se conoce como “idealismo subjetivo”; le tocará a Fichte (1762-1814) desplegar los presupuestos del “idealismo lógico”.

Fichte, sobresaliente discípulo de Kant, no parte del análisis del contenido de la psique (como lo hace Berkeley) sino de la crítica de los principios que sirven de fundamento a toda ciencia. La proposición “A es A” parece ser el punto de partida desde el cual puede instaurarse un sistema de conocimientos. Pero, Fichte se pregunta: ¿es ése un punto de partida? Se puede admitir que “A es A” sea un juicio, pero, ¿cuál es su sentido? El siguiente: si A es A, entonces es A; pero si A no es, entonces ni es A ni es nada. Es un principio que no asegura la realidad de A, sólo ofrece la forma (meramente exterior, enunciativa) que ha de tener un principio para ser tal. Un principio debe ser un juicio en que junto con la forma ya esté dado el contenido, en que contenido y forma se determinen recíprocamente. Fichte concluye que un principio de tales características sólo puede ser: “Yo soy yo”. No se podría decir –como en “A es A”-: “Yo soy yo, si soy; pero si no soy…”, el yo está afirmado sin condiciones, es el principio del conocimiento de la realidad.

Pero en el “yo soy yo” se puede advertir una reflexión del yo sobre sí mismo, que se desdoble en sujeto y objeto. El filósofo argentino Vicente Fatone (Lógica y teoría del conocimiento, Kapelusz, 8va. ed., 1960, p. 108) acerca un símil esclarecedor: cuando el boxeador pelea con su sombra, la sombra es un contrincante que él mismo crea y, a su vez, ese contrincante es él mismo, gracias a que su yo se proyecta como contrincante puede ir realizándose a sí mismo como pugilista; la sombra no tiene actividad propia, sino prestada, pero sin esa sombra el que la proyecta no podría ser activo.

El yo se opone así al yo, crea su propio obstáculo y experimenta ante él un choque que lo obliga a recogerse, a replegarse, y crear un nuevo obstáculo, y así indefinidamente. Lo que Fichte llama “no yo” es el yo proyectado (la sombra), es un producto del yo. El yo se pone a sí mismo como objeto y se crea un obstáculo para que le sea posible, superando ese obstáculo, realizarse mejor como yo: el yo crea un obstáculo para vencerlo.

Acaso se pueda postular que la filiación idealista de una página como “Borges y yo” derive de la doctrina fichteana y no, meramente, de una escisión entre las esferas privada y pública. En el choque, en la fricción entre esas dos construcciones (Borges y Borges) es donde se genera el impulso necesario para que la identidad se supere a sí misma trascendiéndose (trascendiéndose a partir de una superación, no de una alteridad). Uno no hace sino efectivo al otro, torna en acto (creativo) lo que no llegaría a ser sino potencia (especulativa). No hay separación, sino interacción; una resistencia necesaria para que se ponga en movimiento la dinámica, uno le proporciona al otro el estímulo sin el cual no obraría. No otra cosa es la relación entre el yo y el no yo fichteano.

Borges ha declarado: “Esta página ha tenido mucho éxito. Tanto es así, que en Alemania han publicado –creo que en el Insel Verlag, la Editorial de la Isla- una antología mía, y esa antología se titula Borges und ich (Borges y yo). Tomaron ese título para… título del libro. Y creo que en la contratapa está esta pieza. Traducida al alemán. Y muy bien traducida.” No parece gratuito que en la patria de Fichte una página que mente la dualidad del yo merezca unánime repercusión.

viernes, 17 de octubre de 2008

COARTADAS Nº 4

TALLER DE ESCRITURA CREATIVA

PARA JOVENES

Coordina: MARTA BRAIER


La libertad de crear

en el ámbito del Taller de Escritura

Grupo de pertenencia intelectual y afectiva, el Taller destierra el mito de inspiración súbita o aquel del escritor “genio”.No da recetas. No inventa escritores. No instruye saber. Posibilita un nuevo saber. La función del coordinador es acompañar, guiar, ayudar a abrir el imaginario, orientar con lecturas, dar herramientas técnicas para una práctica del quehacer literario con disciplina, rigor formal y libertad en el pensar y en el sentir. Cerrajero de innumerables llaves, el coordinador, abre puertas; ayuda a dar a luz. Hay que atreverse. La escritura es aventura y riesgo. Hundiéndose en el entramado de las intuiciones más hondas, se podrá llegar a lo singular, al estilo que identifica.

Hay que enseñar a esperar, deponer el orgullo y la ansiedad. Escribir y reescribir. Leer con agudeza y saber “leerse”.Cuanto más se lee, mejor se escribe.

El escritor ilumina el caos que la cotidianidad arrastra o el hábito niega. Bienvenida la dignidad del creador que rescata nuestra humanidad esencial y nos devuelve al mundo más blandos, vulnerables.

Marta Braier





Betina Bartol

      La paranoia del sentido

      ha engendrado un espejo real

      que ha liberado al preso.

      Supongamos como Alicia

      Salgamos como el Quijote

      porque todo se pierde.

      No hay mitología

      y la palabra que baila es ausencia

      desaparece del gran relato

      He extraviado mi historia

      Imágenes en palabras,

      círculo en círculo

      espejo en espejo

      ¿pero qué se refleja?

      Eso. ¿Lo viste?

      Palabras en sonido,

      emociones en lápidas de tinta.

      Y el lector detective

      que ataca el texto

      lo ultraja

      lo imagina

      lo comprende

      ¿y él ¿ a qué juega?

      El que busca las frases

      las captura con su red

      salta de historia en historia

      hace malabares

      con la realidad que ruge

      sueños.

Mónica García Jiménez

En las sombras mi alma destella luz buscando un camino hacia mi cuerpo. La pérdida de contacto me agobia, complejo ser inerte. La identidad se confunde. Vuelvo a él como siempre en busca de paz: sus manos.

Es la soledad que se contagia en esta gran ciudad, la falta de sentido que rodea todo como un manto negro. Encontrarme se vuelve adictivo y sin sentido, ahí estoy esperándome para quererme.

Me enloquece la idea de perderme adentro mío como en un laberinto sin salida.

Andrea Ignatti (16años)

      EN EL FONDO DE LOS MARES

      Allí mi alma

      en el fondo del mar

      alejada de mi cuerpo

      Ya nada queda

      más que la soledad

      La carencia del espíritu

      me sumerge en la pena

      sin sentimientos

      ni razón de existir

      Qué será de mí

      si es que algo queda

      No tengo posesiones

      ni nadie que me diga

      no dejes de existir

      Sólo pido piedad por una sombra

      En la profundidad del mar

      estaré

      en busca de lo perdido

      allí mi alma

      alejada de mi cuerpo

Ana Kleiner








    Foto de familia

    Páramo gris

    mas allá del patio.

    La madre en el centro,

    labios apretados.

    Alrededor los niños,

    tomados de su pollera,

    el más pequeño en brazos.

    La ausencia del padre

    se percibe en los rostros de ceniza,

    manos a manos aferradas,

    miradas bajas

    del desamparo.

Oriana Padello


      Saltar la banca

      Money money

      moneditas suenan en los bolsillos,

      money money

      bienvenido al circo del dinero.

      Whisky, mujeres y fichas apuestan.

      la realidad de neón sofoca,

      la vigilia del derroche gobierna.

      Adentro no juega el sol

      no juega el tiempo.

      Ay cash

      Ay clin caja-clin caja y

      ananás, cherrys y sandías corruptas,

      macedonia que rueda sin cesar

      sin ganar.

      Ya no va más.

      Ruleta de valores para desamorados,

      Y una bolilla blanca de paz.







Sofía Paz

Otra vez

Me cansé de esperar con un sonido en mis orejas

Aguardando copa en mano

Y esta cosa indescifrable elevándose en mis venas

Me cansé de esperar

    Rubro 59

    Una habitación oscura y ella sola

    El jazz sacudiéndose en el vinilo

    El licor quemando en su garganta

    Hace frío y las lágrimas duelen

    El reloj que marca las doce

    Sedimento de todo restos de nada

    Alquiló su cuerpo

    Él se ha marchado

Vendió su alma