la lluvia de otro
cada vez que él me hablaba de la lluvia, dejaba de llover en algún lado y empezaban a salir las gotas por su boca. se mojaban las tazas, los platitos, la mesa del café, la calle. todos los transeúntes sin paraguas, se mojaba el mar.
marta rojzman
miércoles, 25 de enero de 2012
miércoles, 17 de noviembre de 2010
COARTADAS Nº6
DE BIBLIOTECA PÚBLICA A BIBLIOTECA NACIONAL
El artículo titulado “Educación”, (publicado en la Gazeta de Buenos Aires, el 13 de septiembre de 1810) considerado de autoría de Mariano Moreno, pone en conocimiento que la junta gubernativa decide crear la Biblioteca Pública. Ya en 1802 se hacían donaciones, especialmente de la iglesia, destinados a la formación de una biblioteca, proyecto demorado por las invasiones inglesas.
¿Quién fundó la Biblioteca Pública de Buenos Aires? Sin ninguna duda, Mariano Moreno, aunque existe la opinión de dar el lauro al canónigo Luis Joseph Chorroarín, quien, en realidad, fue su primer director, poder que asumió en 1812, año de la muerte de Moreno.
Ricardo Levene, presidente de la Academia de Historia, en 1938, con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo, desempolvó documentos del primer gobierno patrio, extraídos del Archivo General de la Nación, en los cuales puede leerse, que la figura del fundador de la Biblioteca Pública corresponde a Mariano Moreno.
Moreno seleccionó bibliotecarios, buscó un local para su asentamiento y resolvió cuestiones de salarios y libros. A Chorroarín correspondieron las tareas de contaduría y de relaciones entre el poder civil y el eclesiástico.
Durante casi un siglo, la Manzana de las Luces fue cede de la institución ubicada sobre la calle Moreno, llamada entonces Biblioteca.
En 1821 sucede a Chorroarín el presbítero Segurola, en un brevísimo período. Luego, durante seis años, Manuel Moreno, hermano de Mariano y custodio de su memoria. Al retiro de Moreno seguirá en la dirección Valentín Alsina y en la etapa rosista, tres sacerdotes: Ignacio Grela (1828-1833), el presbítero José María Terrero (1833-1837) y el secretario de la curia Felípe Elortondo y Palacios (1837-1852) a quien roza el trágico caso de Camila O´Gorman.
Importante papel desempeñó en la época de Rosas, don Pedro de Ángelis, coleccionista de documentos de gran valor histórico: mapas, documentos, cuadernos de Bitácoras, de gran importancia en la conformación del Estado Argentino. Su obra cumbre es: “Colección Obras y Documentos relativos a la Historia Argentina y moderna de las Provincias del Río de la Plata”.
A él se le debe la iniciación del género biográfico en el país:” Ensayo histórico sobre la vida de Juan Manuel de Rosas (1830)”, entre otros.
Después de la caída del Restaurador, la Biblioteca es confiada a Marcos Sastre, el mismo año de la batalla de Caseros.
Un nuevo capítulo se abre al hacerse cargo el penalista Carlos Tejedor (1853- 1858), época de dos importantes donaciones: Una, de la familia de Saturnino Segurola, ligado a la historia de la Biblioteca y en buena parte, a la memoria territorial, geográfica y moral de la formación argentina (1855). La otra donación corresponde a Mariano Balcarce, yerno del general San Martín, cuyos volúmenes pertenecieron a la biblioteca del Libertador en Boulogne- Sur –Mer. Actualmente la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional, conserva algunos de ellos, con anotaciones de puño y letra del general.
Siguieron a Tejedor, José Mármol (1858-1871) y a la muerte de éste, Vicente Quesada (1871.1879), quien se ocupa realmente de la Biblioteca. Informes, inventarios, catálogos, compra de libros en el exterior, ampliaciones edilicias, se llevan a cabo bajo su gestión. Durante uno de sus viajes, su hijo Ernesto Quesada lo reemplaza en el cargo.
En 1879 asume Ricardo Trelles, gran archivista, ligado especialmente a la Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires (con documentos en torno al descubrimiento del Río de la Plata), a la colección numismática, al acrecentamiento de la hemeroteca.
Groussac, más adelante, ya al frente de la institución, ha de considerar a Trelles, con algo de sarcasmo, como “anticuario”.
Federalizada Buenos Aires, en 1884, una comisión constituida por Bartolomé Mitre, Andrés Lamas, Amancio Alcorta por la Nación, Aristóbulo del Valle, Francisco P. Moreno, Juan José Romero por la provincia, establecen la separación de bienes. La Biblioteca Pública pasa a ser Biblioteca Nacional con dirección de José Antonio Wilde, médico higienista, muerto antes de asumir.
En pleno período del restaurador, la misma Biblioteca de Moreno, con el nombre de Biblioteca Nacional Argentina comienza a ser gestada por Paul Groussac, quien asume la dirección en1885 y permanece en el cargo hasta 1929, cuando fallece.
La Biblioteca Nacional, para Groussac es, entre otras cosas, una convocatoria destinada a organizar la administración bibliotecaria, el número de volúmenes, formas de clasificaciones. Y desde su sillar, elabora el primer Catálogo Metódico de la Biblioteca.
En esa etapa se reciben dos grandes donaciones, la de Amancio Alcorta y la de Ángel Justiniano Carranza.
Groussac escribe: “Historia de la Biblioteca Nacional” y en 1903 adquiere una imprenta de origen alemán, conservada aún en el subsuelo de la calle México 564.
También a principios del siglo XX, envía a España a un destacado bibliotecario: Gaspar García Viñas, con la finalidad de copiar y descifrar los principales documentos de los Archivos de Indias, referidos a la evolución de las sociedades coloniales en relación a España, cuadernos preservados en la Sala del Tesoro.
ALICIA LEONOR ORLANDO
Bibliografía: Historia de la Biblioteca Nacional- Estado de una polémica-
Horacio González. 1º ed. Bs As. Biblioteca Nacional 2010
El artículo titulado “Educación”, (publicado en la Gazeta de Buenos Aires, el 13 de septiembre de 1810) considerado de autoría de Mariano Moreno, pone en conocimiento que la junta gubernativa decide crear la Biblioteca Pública. Ya en 1802 se hacían donaciones, especialmente de la iglesia, destinados a la formación de una biblioteca, proyecto demorado por las invasiones inglesas.
¿Quién fundó la Biblioteca Pública de Buenos Aires? Sin ninguna duda, Mariano Moreno, aunque existe la opinión de dar el lauro al canónigo Luis Joseph Chorroarín, quien, en realidad, fue su primer director, poder que asumió en 1812, año de la muerte de Moreno.
Ricardo Levene, presidente de la Academia de Historia, en 1938, con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo, desempolvó documentos del primer gobierno patrio, extraídos del Archivo General de la Nación, en los cuales puede leerse, que la figura del fundador de la Biblioteca Pública corresponde a Mariano Moreno.
Moreno seleccionó bibliotecarios, buscó un local para su asentamiento y resolvió cuestiones de salarios y libros. A Chorroarín correspondieron las tareas de contaduría y de relaciones entre el poder civil y el eclesiástico.
Durante casi un siglo, la Manzana de las Luces fue cede de la institución ubicada sobre la calle Moreno, llamada entonces Biblioteca.
En 1821 sucede a Chorroarín el presbítero Segurola, en un brevísimo período. Luego, durante seis años, Manuel Moreno, hermano de Mariano y custodio de su memoria. Al retiro de Moreno seguirá en la dirección Valentín Alsina y en la etapa rosista, tres sacerdotes: Ignacio Grela (1828-1833), el presbítero José María Terrero (1833-1837) y el secretario de la curia Felípe Elortondo y Palacios (1837-1852) a quien roza el trágico caso de Camila O´Gorman.
Importante papel desempeñó en la época de Rosas, don Pedro de Ángelis, coleccionista de documentos de gran valor histórico: mapas, documentos, cuadernos de Bitácoras, de gran importancia en la conformación del Estado Argentino. Su obra cumbre es: “Colección Obras y Documentos relativos a la Historia Argentina y moderna de las Provincias del Río de la Plata”.
A él se le debe la iniciación del género biográfico en el país:” Ensayo histórico sobre la vida de Juan Manuel de Rosas (1830)”, entre otros.
Después de la caída del Restaurador, la Biblioteca es confiada a Marcos Sastre, el mismo año de la batalla de Caseros.
Un nuevo capítulo se abre al hacerse cargo el penalista Carlos Tejedor (1853- 1858), época de dos importantes donaciones: Una, de la familia de Saturnino Segurola, ligado a la historia de la Biblioteca y en buena parte, a la memoria territorial, geográfica y moral de la formación argentina (1855). La otra donación corresponde a Mariano Balcarce, yerno del general San Martín, cuyos volúmenes pertenecieron a la biblioteca del Libertador en Boulogne- Sur –Mer. Actualmente la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional, conserva algunos de ellos, con anotaciones de puño y letra del general.
Siguieron a Tejedor, José Mármol (1858-1871) y a la muerte de éste, Vicente Quesada (1871.1879), quien se ocupa realmente de la Biblioteca. Informes, inventarios, catálogos, compra de libros en el exterior, ampliaciones edilicias, se llevan a cabo bajo su gestión. Durante uno de sus viajes, su hijo Ernesto Quesada lo reemplaza en el cargo.
En 1879 asume Ricardo Trelles, gran archivista, ligado especialmente a la Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires (con documentos en torno al descubrimiento del Río de la Plata), a la colección numismática, al acrecentamiento de la hemeroteca.
Groussac, más adelante, ya al frente de la institución, ha de considerar a Trelles, con algo de sarcasmo, como “anticuario”.
Federalizada Buenos Aires, en 1884, una comisión constituida por Bartolomé Mitre, Andrés Lamas, Amancio Alcorta por la Nación, Aristóbulo del Valle, Francisco P. Moreno, Juan José Romero por la provincia, establecen la separación de bienes. La Biblioteca Pública pasa a ser Biblioteca Nacional con dirección de José Antonio Wilde, médico higienista, muerto antes de asumir.
En pleno período del restaurador, la misma Biblioteca de Moreno, con el nombre de Biblioteca Nacional Argentina comienza a ser gestada por Paul Groussac, quien asume la dirección en1885 y permanece en el cargo hasta 1929, cuando fallece.
La Biblioteca Nacional, para Groussac es, entre otras cosas, una convocatoria destinada a organizar la administración bibliotecaria, el número de volúmenes, formas de clasificaciones. Y desde su sillar, elabora el primer Catálogo Metódico de la Biblioteca.
En esa etapa se reciben dos grandes donaciones, la de Amancio Alcorta y la de Ángel Justiniano Carranza.
Groussac escribe: “Historia de la Biblioteca Nacional” y en 1903 adquiere una imprenta de origen alemán, conservada aún en el subsuelo de la calle México 564.
También a principios del siglo XX, envía a España a un destacado bibliotecario: Gaspar García Viñas, con la finalidad de copiar y descifrar los principales documentos de los Archivos de Indias, referidos a la evolución de las sociedades coloniales en relación a España, cuadernos preservados en la Sala del Tesoro.
ALICIA LEONOR ORLANDO
Bibliografía: Historia de la Biblioteca Nacional- Estado de una polémica-
Horacio González. 1º ed. Bs As. Biblioteca Nacional 2010
lunes, 11 de octubre de 2010
revista coartadas 6
LITERATURA Y NUEVAS TECNOLOGÍAS (4ta. Entrega)
Marta Rojzman
COPYLEFT O COPY RIGHT (apuntes para un debate)
“Las empresas cuyo interés es el control de la información siempre buscan maneras de tener más poder. Hay que pelear contra eso, no hay relación directa entre el mundo digital y la democracia, hay que hacerla.” (Entrevista a Richard Stallman publicada por el diario La Nación, sección Tecnología, el 25 de agosto de 2009)
Presentamos a Richard Stallman, intelectual norteamericano de la misma estirpe de Michael Moore. El aspecto juvenil, barba y cabellos largos, ropa informal, castellano bastante entendible, el negarse a usar celular para no favorecer al Gran Hermano, son apuntes que nos permiten acercarnos al creador del concepto de copyleft.
Richard Stallman
Stallman
Fundador del Movimiento del software libre, de la FSF y del Proyecto GNU
¿Qué es el copyleft?
Es un concepto que se construye por oposición a copyright, el derecho de propiedad privada sobre las producciones intelectuales.
En el siglo 15, el pintor Jan Van Eyck firma en el famoso espejo cóncavo en el fondo de la habitación del matrimonio Arnolfini «Johannes de Eyck fuit hic», es decir, «estuvo aquí», y la fecha, 1434. Es decir, es uno de los primeros en dejar constancia que fue él y no otro el que cobró los jugosos dineros que pagó el banquero Arnolfini por su retrato junto a su esposa quizá en el día de su boda. Concretando, la firma es un recibo.
¿Es éticamente reprobable cobrar por una producción intelectual?
No, no hay nadie que suponga que los productores intelectuales deben morir de hambre y los productores de productos materiales deban engordar sus faltriqueras cuantiosamente.
Pero debemos enfocar ambos aspectos, los productores y los receptores. ¿Es lícito que los estudiantes e intelectuales adinerados puedan acceder a textos para su formación y los que son pobres no puedan estudiar y leer? Habría que encontrar formas equitativas de pagar y permitir el libre acceso, eliminando las ganancias desmedidas de algunas empresas intermediarias.
La existencia de la red mundial de internet implica una esperanza de “democratización” de los contenidos y la libre circulación de textos, músicas e imágenes. Pero no.
¿Qué es un hacker?
El hacker fue una figura romántica en un principio, que nació a mediados de los 80 del siglo pasado y que es una especie de Robin Hood contemporáneo. Es el que tiene medios tecnológicos para manipular contenidos de la red y programas y hacerlos públicos. En cuanto las empresas de internet se dieron cuenta de su existencia concretaron dos operaciones. La primera, penalizarlos. La segunda, incorporarlos para ayudar a proteger sus licencias.
Borges y el copyleft
Borges no creía en la originalidad, en la escritura personal, de autor. Más bien escribía acerca de un único productor a lo largo de la historia de la literatura. Pierre Menard no reescribe el Quijote, lo escribe. Cada autor crea sus precursores y seguidores, al escribir citamos, contribuimos a aumentar el espesor del palimpsesto que es la carne misma de la literatura y el arte. El autor como tal es un invento de los primeros tiempos de la modernidad, ya recordamos a Van Eyck.
¿En qué se parecen la wikipedia y el software de uso libre?
Dice Richard Stallman en la mencionada entrevista:
“la relación se da en la década pasada cuando comencé a argumentar que las obras de uso práctico deben ser libres. Esa fue una de las inspiraciones para Wikipedia, pero ellos tienen muchas ideas que no vinieron de mí, como es el hecho de usar herramientas colaborativas del tipo wiki.”
La wikipedia es uno de las estructuras más democráticas que existen en la red. Se trata de una enciclopedia gratuita de factura y corrección colectiva. Aunque es perfectible es de uso común y está al alcance de todos los ciudadanos del globo que estén conectados a la red. (Cifras promedio entre el 15 y el 20% de la población mundial, en EEUU cerca del 50%).
Libertad y recetas de cocina
Queda abierto el debate. Problemas a la vista son formas justas de remuneración del productor intelectual, acceso libre a la información y obras de arte en la red y freno a la voracidad de las compañías intermediarias. Para otra entrega dejamos el examen de otros emprendimientos “libres” tales como Creative Commons u otros. (Agradecemos las sugerencias bibliográficas de Nilo Casares).
En una entrevista concedida al diario español El Mundo en 2004, dice Stallman
“Para convencer al usuario, se puede usar la analogía con las recetas de cocina para explicar por qué tiene sentido la libertad, porque casi todo el mundo que cocina usa recetas, y los que usan recetas las comparten e intercambian. Así, se entiende perfectamente por qué la libertad de compartir y cambiar información es importante y es necesaria.”
miércoles, 21 de julio de 2010
HIPERTEXTOS ERAN LOS DE ANTES por MARTA ROJZMAN
(LITERATURA Y NUEVAS TECNOLOGÍAS)
En esta tercera entrega continuamos pensando la relación entre nuevas formas literarias y las nuevas tecnologías. En las comunicaciones actuales referidas al desarrollo del espacio digital ya no se habla tanto del concepto de hipertexto.
¿Por qué? Porque se da por supuesto que todo el mundo informatizado lo maneja y lo usa sin preguntarse ya qué es. Por eso es el momento para volver a preguntarse qué es un hipertexto y si sufrió modificaciones en su historia.
Un hipertexto es un texto con enlaces a otros cuerpos de significación. Pueden ser otros textos relacionados con un link al principal, o pueden adoptar la forma de figuras, dibujos, gráficos, pinturas, fotos fijas. También pueden enlazarse sonidos de voz, música o videos, películas, imágenes en movimiento.
De esta manera un hipertexto tiene una trama variada de signos.
RAYUELA de Julio Cortazar
Es posible ubicar a esta novela como un protohipertexto. Por la manera especial de relacionarse los capítulos y la “libertad” de elegir los caminos de lectura.
Esto es ocasión para preguntarnos por los caminos de la libertad en las navegaciones actuales.
Navegadores libres o Ulises encadenados
La sobreabundancia de información y las seductoras posibilidades infinitas del flâneur por la red dan una ilusión de potencialidades y caminos múltiples abiertos a la voluntad personal.
Pero en algo se diferencia el navegante de la web del flâneur de Baudelaire o de Walter Benjamin. En primer lugar lo obvio, uno vagabundea por la ciudad y el otro vagabundea por los caminos de la red. Se usan distintos músculos, los del dedo índice o los músculos largos de las piernas.
En segundo lugar, lo no tan evidente, la complicación de la ciudad es finita, los barrios se reconocen por sus aspectos y hasta por su olor. La red no tiene perfumes aún, pero tiene “barrios”. El mapa de navegación de cada uno es analizado por robots comerciales – tipos de software que “leen” nuestros hábitos y nos “denuncian” al gran capital - para saber qué venderle, qué publicidad oculta o visible es posible introducir en cada página.
Los mecanismos mercantiles en las calles de los conglomerados urbanos son más “ingenuos”, están segmentados por porciones de mercado, pero en la red están hechos casi a medida de cada individuo. No olvidemos que cada persona fatiga casi siempre los mismos sites, repite el mismo paseo virtual casi todos los días.
¿Posibilidades infinitas de un hipertexto?
La ilusión del vagabundeo infinito y libre por toda la red es vana. Partimos de un hipertexto que nos linkea a otro y así desembocamos en otro y el centro está en todas partes y no hay límites al radio que define a la circunferencia. Eso creemos.
Todo lo contrario. Nuestro habitus, en el sentido en que lo define Pierre Bourdieu, la cantidad y calidad de nuestra educación, lo que ya sabemos por posición social y grupal, definen los “lugares” que rozamos o profundizamos en cada navegación.
El “entreleer” de Macedonio Fernandez
Al transitar la linealidad de los textos tradicionales ya advertimos que contienen enlaces. Por ejemplo, las notas al pie de página, los organizadores paratextuales - según la denominación de Gérard Genette - , las bibliografías, índices, citas.
Estos enlaces obligan a una lectura salteada aún en los “viejos” textos, un ir del cuerpo principal al secundario.
Pero es en la red donde por fin florece, se expande y vive el verdadero “lector salteado” de nuestro incomparable Macedonio Fernández. Dice en “El museo de la novela de la eterna (primera novela buena)” : “eres el lector sabio, pues practicas el entreleer que es lo que más fuerte impresión labra, conforme a mi teoría de que los personajes y los sucesos solo insinuados, hábilmente truncos, son los que más quedan en la memoria.”
El “entreleer” es in nuce el concepto que estamos buscando.
Los hipertextos, cualquier página, nos remiten a una nueva manera de leer. Saltear a la manera de un lector-autor. La atención no admite textos demasiado largos, la información se busca rápido. La mayoría de las veces sé lo que quiero y lo quiero ya.
¿Un hipertexto es un híbrido o un monstruo?
Un híbrido es un ser formado por elementos de distinta naturaleza. Pero dentro de una cierta similitud de los elementos desiguales. Por ejemplo, el sorgo híbrido es producto de la unión de dos tipos de sorgo.
Un monstruo, en cambio, es un ser formado por la conjunción de elementos de distinta naturaleza. Verbigracia, el minotauro es la unión de un toro y un hombre en un mismo cuerpo. Eso vuelve único al monstruo, solo, no pertenece a un colectivo, no tiene semejantes. Borges lo comprendió muy bien y nos relató la tremenda soledad de Asterión.
Volvamos a nuestros hipertextos, no están solos. La enorme profusión de hipertextos conforman una sociedad, se comunican o pueden hacerlo. Pero cada hipertexto está formado por “elementos de distinta naturaleza”. Un hipertexto tiene elementos visuales, sonoros, textuales, en suma multimediales.
De manera que también tiene características monstruosas.
Amor y pornografía entre hipertextos
La relación entre los hipertextos puede ser amistosa, de colaboración. Incluso puede ser que entremezclen sus tentáculos con intenciones pornográficas, eróticas.
Pero los autores de los hipertextos, y los que los leemos e interactuamos con ellos, podemos estar en posiciones antagónicas.
La red puede ser un campo de luchas ideológicas, tensiones y fricciones. O puede presentar territorios extensos de amores, entendimientos y pax vobiscum.
That’s all, folks! Hasta la próxima entrega.
En esta tercera entrega continuamos pensando la relación entre nuevas formas literarias y las nuevas tecnologías. En las comunicaciones actuales referidas al desarrollo del espacio digital ya no se habla tanto del concepto de hipertexto.
¿Por qué? Porque se da por supuesto que todo el mundo informatizado lo maneja y lo usa sin preguntarse ya qué es. Por eso es el momento para volver a preguntarse qué es un hipertexto y si sufrió modificaciones en su historia.
Un hipertexto es un texto con enlaces a otros cuerpos de significación. Pueden ser otros textos relacionados con un link al principal, o pueden adoptar la forma de figuras, dibujos, gráficos, pinturas, fotos fijas. También pueden enlazarse sonidos de voz, música o videos, películas, imágenes en movimiento.
De esta manera un hipertexto tiene una trama variada de signos.
RAYUELA de Julio Cortazar
Es posible ubicar a esta novela como un protohipertexto. Por la manera especial de relacionarse los capítulos y la “libertad” de elegir los caminos de lectura.
Esto es ocasión para preguntarnos por los caminos de la libertad en las navegaciones actuales.
Navegadores libres o Ulises encadenados
La sobreabundancia de información y las seductoras posibilidades infinitas del flâneur por la red dan una ilusión de potencialidades y caminos múltiples abiertos a la voluntad personal.
Pero en algo se diferencia el navegante de la web del flâneur de Baudelaire o de Walter Benjamin. En primer lugar lo obvio, uno vagabundea por la ciudad y el otro vagabundea por los caminos de la red. Se usan distintos músculos, los del dedo índice o los músculos largos de las piernas.
En segundo lugar, lo no tan evidente, la complicación de la ciudad es finita, los barrios se reconocen por sus aspectos y hasta por su olor. La red no tiene perfumes aún, pero tiene “barrios”. El mapa de navegación de cada uno es analizado por robots comerciales – tipos de software que “leen” nuestros hábitos y nos “denuncian” al gran capital - para saber qué venderle, qué publicidad oculta o visible es posible introducir en cada página.
Los mecanismos mercantiles en las calles de los conglomerados urbanos son más “ingenuos”, están segmentados por porciones de mercado, pero en la red están hechos casi a medida de cada individuo. No olvidemos que cada persona fatiga casi siempre los mismos sites, repite el mismo paseo virtual casi todos los días.
¿Posibilidades infinitas de un hipertexto?
La ilusión del vagabundeo infinito y libre por toda la red es vana. Partimos de un hipertexto que nos linkea a otro y así desembocamos en otro y el centro está en todas partes y no hay límites al radio que define a la circunferencia. Eso creemos.
Todo lo contrario. Nuestro habitus, en el sentido en que lo define Pierre Bourdieu, la cantidad y calidad de nuestra educación, lo que ya sabemos por posición social y grupal, definen los “lugares” que rozamos o profundizamos en cada navegación.
El “entreleer” de Macedonio Fernandez
Al transitar la linealidad de los textos tradicionales ya advertimos que contienen enlaces. Por ejemplo, las notas al pie de página, los organizadores paratextuales - según la denominación de Gérard Genette - , las bibliografías, índices, citas.
Estos enlaces obligan a una lectura salteada aún en los “viejos” textos, un ir del cuerpo principal al secundario.
Pero es en la red donde por fin florece, se expande y vive el verdadero “lector salteado” de nuestro incomparable Macedonio Fernández. Dice en “El museo de la novela de la eterna (primera novela buena)” : “eres el lector sabio, pues practicas el entreleer que es lo que más fuerte impresión labra, conforme a mi teoría de que los personajes y los sucesos solo insinuados, hábilmente truncos, son los que más quedan en la memoria.”
El “entreleer” es in nuce el concepto que estamos buscando.
Los hipertextos, cualquier página, nos remiten a una nueva manera de leer. Saltear a la manera de un lector-autor. La atención no admite textos demasiado largos, la información se busca rápido. La mayoría de las veces sé lo que quiero y lo quiero ya.
¿Un hipertexto es un híbrido o un monstruo?
Un híbrido es un ser formado por elementos de distinta naturaleza. Pero dentro de una cierta similitud de los elementos desiguales. Por ejemplo, el sorgo híbrido es producto de la unión de dos tipos de sorgo.
Un monstruo, en cambio, es un ser formado por la conjunción de elementos de distinta naturaleza. Verbigracia, el minotauro es la unión de un toro y un hombre en un mismo cuerpo. Eso vuelve único al monstruo, solo, no pertenece a un colectivo, no tiene semejantes. Borges lo comprendió muy bien y nos relató la tremenda soledad de Asterión.
Volvamos a nuestros hipertextos, no están solos. La enorme profusión de hipertextos conforman una sociedad, se comunican o pueden hacerlo. Pero cada hipertexto está formado por “elementos de distinta naturaleza”. Un hipertexto tiene elementos visuales, sonoros, textuales, en suma multimediales.
De manera que también tiene características monstruosas.
Amor y pornografía entre hipertextos
La relación entre los hipertextos puede ser amistosa, de colaboración. Incluso puede ser que entremezclen sus tentáculos con intenciones pornográficas, eróticas.
Pero los autores de los hipertextos, y los que los leemos e interactuamos con ellos, podemos estar en posiciones antagónicas.
La red puede ser un campo de luchas ideológicas, tensiones y fricciones. O puede presentar territorios extensos de amores, entendimientos y pax vobiscum.
That’s all, folks! Hasta la próxima entrega.
TALLER DE TEATRO
Coordina: RAFAEL FERNANDEZ
El teatro es acción y la palabra es una de sus herramientas esenciales para poner de manifiesto esa acción. La palabra escrita en la literatura dramática encierra una fórmula cuyo director debe desentrañar para llegar a su contenido. Por su parte, el actor debe tomarla como punto de partida para iniciar un camino que lo llevará a su origen, a las causas que la motivaron. En eso se basa específicamente el trabajo creativo del actor.
Por eso, en teatro decimos que la palabra es un resultado. En síntesis, tanto el director como el actor recorren un camino inverso al que hizo el escritor para llegar a esa palabra. Por ello, resulta tan natural que un taller de teatro funcione en un lugar, donde se reúnen las más inimaginables construcciones y combinaciones de palabras, como es la Biblioteca Nacional.
Este Taller, abierto a todo público con o sin experiencia, propone, a través de ejercicios y trabajos específicos para la formación actoral, un acercamiento a la actividad teatral como camino de expresión artística y también como modo de vida. El Taller ha visto pasar en estos años a muchos participantes en el que algunos se han involucrado y han convertido el teatro en su vocación creadora, otros han descubierto sus valores y su importancia cultura y social y para muchos otros, el Taller les ha servido para tornarse en exigentes espectadores. El Taller implementa sus ejercicios y los trabajos específicos según el nivel del grupo que en ese momento lo conforma.
RAFAEL FERNANDEZ
El teatro es acción y la palabra es una de sus herramientas esenciales para poner de manifiesto esa acción. La palabra escrita en la literatura dramática encierra una fórmula cuyo director debe desentrañar para llegar a su contenido. Por su parte, el actor debe tomarla como punto de partida para iniciar un camino que lo llevará a su origen, a las causas que la motivaron. En eso se basa específicamente el trabajo creativo del actor.
Por eso, en teatro decimos que la palabra es un resultado. En síntesis, tanto el director como el actor recorren un camino inverso al que hizo el escritor para llegar a esa palabra. Por ello, resulta tan natural que un taller de teatro funcione en un lugar, donde se reúnen las más inimaginables construcciones y combinaciones de palabras, como es la Biblioteca Nacional.
Este Taller, abierto a todo público con o sin experiencia, propone, a través de ejercicios y trabajos específicos para la formación actoral, un acercamiento a la actividad teatral como camino de expresión artística y también como modo de vida. El Taller ha visto pasar en estos años a muchos participantes en el que algunos se han involucrado y han convertido el teatro en su vocación creadora, otros han descubierto sus valores y su importancia cultura y social y para muchos otros, el Taller les ha servido para tornarse en exigentes espectadores. El Taller implementa sus ejercicios y los trabajos específicos según el nivel del grupo que en ese momento lo conforma.
RAFAEL FERNANDEZ
TALLER DE POESÍA
Coordina: MARIO SAMPAOLESI
Somos tanta poca cosa complaciente, una baratija a veces, frases que redundan en la hipocresía pero que son amor para aquel que busca amor, caminos bifurcados en el hastío y también en la glotis. El no poder encontrar la salida, teniéndola adelante, también somos. Somos el que se revuelve en incongruentes despojos, y el hueco que se llena con miles de palabras y todo eso que ya se sabe, hasta que la vida nos lleve, hasta que nos veamos cara a cara con lo que somos, hasta esa sensación de modorra, hasta que llueva, hasta siempre, o fundamentalmente. Así viene pensando esta cabeza, caminando por la calle, a unas cuadras de mi casa.
Harta de tanto cloroformo hacia ningún lado, me propongo seguir, pero cargando con todo lo que no alcanzo a comprender -y que necesito comprender- como por ejemplo por qué el otro extremo de la misma cosa se volvió el mismo extremo de todas las cosas. Y ya estoy colocando la llave en la cerradura y no veo la hora de tirar los zapatos cual película de naif rebeldía, preparar unos mates y vaguear por alguna película de amor, de ángeles, o de sitio abierto a una suerte buena.
Serie lAMUJER.
MABEL BELLANTE
MALA PRAXIS
para matar
decía
me visto con ojos azules
caucásico
pelo castaño
un tic
en la comisura
complexión robusta
afirmativo
la occisa
blanca
rubia
cuello morado
insinuaba una leve sonrisa
afirmativo
crónica policial
fiel, estricta
inesperadamente
poética
un tiempo sin ventanas
lava espesa
asfixia, carne adormecida
escuchó sin entender
el miedo
es el motor de la historia
le gustó
una mueca estúpida
dibujó su cara
y volvió a las calles
caminó sin pies
contempló sin ojos
soledad sin pausa
un día
una mujer
toda blancura y rubiez
ojos azules
lo miró
quedó desnudo
se le cayó la sangre
y murió
JONAS BRAGUINSKY
REVELACIÓN
La estatua oculta mis antiguos argumentos,
Los cuestionables.
Mentiras piadosas en las que acabé creyendo.
Con mis herramientas a la mano,
El cincel hambriento y asesino)
Me apresto a destrozar su yugular de piedra.
Lava volcánica a cada tanto, las palabras.
Letras, unas tras otras
Todas, en el estómago, en las tripas indecentes,
Reveladas.
LEVA COSANOVICH
LA MÚSICA
¿Acaso el hombre
sumergido en las notas
no se eleva?
Desdoblado,
él se pierde y encuentra
cuando con el último son
se apagan los vestigios
de lo palpado.
Quietud
del que escucha.
ISABEL DANERI
Lino: Hijo de Apolo y Terpsícore. Desarrolló la melodía y el ritmo
PALABRAS FALACES
Es quizás la duración,
el instante iluminado,
la expansión del ser,
la aprehensión de lo que
fluye.
Las palabras
se deslizan
como moscas a la mierda.
Calaveras chirriantes
bailarinas de strip-tease,
carontes de la angustia,
imágenes de lo vano
en las entrañas.
sinfín de voces
el goce de los cuerpos
su íntima melodía.
¿Desde qué abismos emerger?
HECTOR LUANCO
NADIR
Existe un lugar
oculto en lo más profundo
Al otro lado
de lo que conociste
Allí tus días
fueron noches
tus ciudades
tuvieron otros nombres
tu ventana otro cielo
Ya es imposible verlo
quizás pudieras
imaginarlo
y aún algo
adivinar
Tal vez en madrugadas
sueñes un anochecer
Veas
el brillo
en un traje oscuro
el descolorido puño
de las camisas
Por una calle
tus pasos
irán presintiendo
las piedras
la mirada
umbrales blancos de mármol
Todo será igual
y distinto
Al doblar la esquina
desde una puerta
alguien te hablará
No
allí
nadie volvió
Nunca
Dirá nombres
que no conociste
aunque para tu oído
suenen
extrañamente
familiares
Al despertar
retendrás una imagen
Buscarás en tus ropas
una a una
Irás apartando
las desgastadas perchas
Querrás hacer memoria
reconocerte en cierto traje
tal vez al mirar el espejo
por un instante
verás
sobre tus hombros
caer el sol
entre los edificios
CARLOS R. MARCHESE
ESE POEMA DE MELVILLE
Caminamos sin prisa, amigables, casi cómplices.
El cielo, menos cercano al azul que al fuego fatuo, evoca lo impenetrable. Sí, tal vez como los cielos de los cuadros de Friedrich, siniestramente representados.
La marea parece próxima a no ser nada, sostiene su imagen con dificultad, aunque las cosas son todavía las cosas y es probable que en este instante las cosas vayan a cambiar el instante.
-Lugar extraño, dice él - hace recordar un verso de Melville.
-Cual- pregunto.
-Es todo tan árido como una playa de pelícanos-
El pelícano rara vez da un golpe en falso, pienso.
Seguimos entre los mangles que descienden hasta tocar el suelo y arraigan en el agua salada.
Siento impaciencia. Debo disimular, porque él ha preguntado si me ocurre algo. Será por eso que produce un mayor acercamiento.
Nuestras figuras no se sostienen, el tono oscuro del agua se expande, las islas retroceden en dirección al vacío negro del cielo y los mangles son animas plañideras –como aquellos de la costa de Virgilio.
Es tiempo, algo resplandece al abrigo de las sombras, y las sombras dejan de ser complot, restallan como látigos.
Él cae.
Invisible, el suelo fangoso del manglar pretende impedir mi ascenso. Quiero creer que todo ha salido bien.
Allá abajo, la orilla ofrece algo semejante a un ave desgarbada que ahueca las alas y esponja el plumaje, diríase, enamorado de la tierra oscura.
ALICIA LEONOR ORLANDO
DESAMOR
«Si me enamoro algún día, me desenamoraré, para tener la alegría, de enamorarme otra vez» (Desamor/María del Monte)
Tantas veces traté de conquistarte
Empecinado como un burro, busqué el encuentro.
Decenas y decenas de rebotes, piedrazos en la nuca
Entre flores, poemas y chocolates: ridícula receta
Tanto amor derramado en una autosatisfacción inútil
Entre vinos y medianoche, me emborraché por tu culpa
Solo quería morir en tus manos de niña arañándome la espalda
Todo me sabe a tu perfume, hasta el guiso
Otras bocas habrás de besar pero no la mía.
JUAN MARCELO WARIJCHUK
EN EL TALLER DE POESIA QUE COORDINA MARIO SAMPAOLESSI, HAN SURGIDO NUEVAS VOCES QUE NO SABEMOS EN REALIDAD SI EXISTEN. AQUI PUBLICAMOS UNA DE ELLAS. SOSPECHAMOS, SE TRATA DE UN HETERÓNIMO
HISTORIAS DE GAUCHOS
Pling, pling, suenan los cubiertos, hay mucha comida en la mesa, un solemne amontonamiento de gente vestida con sus peores galas, mostrando sonrisas. Pling, pling, suenan los cubiertos, se come se toma, se come se toma, se entrega al gaucho: de pie, como recuerdo ridículo, como forma de decir gracias, como un trofeo de batalla en el trabajo de idiotizar marionetas. Pling, pling, ya me harté del ruido de los cubiertos, no quiero al gaucho bañado en oro en mi vitrina, lo quiero luchando como en las historias de José, y diciendo, aquí me pongo a cantar, aquí…. Me pongo a cantar*
NATIVIDAD ESPERANZA MARTINEZ ESTRADA
Natividad Esperanza Martínez Estrada nace el 23 de de septiembre de 1979 en Lanús. Es educada en un importantísimo colegio del municipio, graduándose a los 18 años. Trabaja de asistente de un cronista barrial, y empieza la carrera de Licenciatura en Letras. Durante los años 2000 y 2003, es columnista y escritora en Red Libertaria y Diario de Poesía. De 2003 a 2006 publica breves escritos en la revista Lea. En 2006, Natividad decide vivir en una cabaña cercana al cordón montañoso de Los Andes.
Somos tanta poca cosa complaciente, una baratija a veces, frases que redundan en la hipocresía pero que son amor para aquel que busca amor, caminos bifurcados en el hastío y también en la glotis. El no poder encontrar la salida, teniéndola adelante, también somos. Somos el que se revuelve en incongruentes despojos, y el hueco que se llena con miles de palabras y todo eso que ya se sabe, hasta que la vida nos lleve, hasta que nos veamos cara a cara con lo que somos, hasta esa sensación de modorra, hasta que llueva, hasta siempre, o fundamentalmente. Así viene pensando esta cabeza, caminando por la calle, a unas cuadras de mi casa.
Harta de tanto cloroformo hacia ningún lado, me propongo seguir, pero cargando con todo lo que no alcanzo a comprender -y que necesito comprender- como por ejemplo por qué el otro extremo de la misma cosa se volvió el mismo extremo de todas las cosas. Y ya estoy colocando la llave en la cerradura y no veo la hora de tirar los zapatos cual película de naif rebeldía, preparar unos mates y vaguear por alguna película de amor, de ángeles, o de sitio abierto a una suerte buena.
Serie lAMUJER.
MABEL BELLANTE
MALA PRAXIS
para matar
decía
me visto con ojos azules
caucásico
pelo castaño
un tic
en la comisura
complexión robusta
afirmativo
la occisa
blanca
rubia
cuello morado
insinuaba una leve sonrisa
afirmativo
crónica policial
fiel, estricta
inesperadamente
poética
un tiempo sin ventanas
lava espesa
asfixia, carne adormecida
escuchó sin entender
el miedo
es el motor de la historia
le gustó
una mueca estúpida
dibujó su cara
y volvió a las calles
caminó sin pies
contempló sin ojos
soledad sin pausa
un día
una mujer
toda blancura y rubiez
ojos azules
lo miró
quedó desnudo
se le cayó la sangre
y murió
JONAS BRAGUINSKY
REVELACIÓN
La estatua oculta mis antiguos argumentos,
Los cuestionables.
Mentiras piadosas en las que acabé creyendo.
Con mis herramientas a la mano,
El cincel hambriento y asesino)
Me apresto a destrozar su yugular de piedra.
Lava volcánica a cada tanto, las palabras.
Letras, unas tras otras
Todas, en el estómago, en las tripas indecentes,
Reveladas.
LEVA COSANOVICH
LA MÚSICA
¿Acaso el hombre
sumergido en las notas
no se eleva?
Desdoblado,
él se pierde y encuentra
cuando con el último son
se apagan los vestigios
de lo palpado.
Quietud
del que escucha.
ISABEL DANERI
Lino: Hijo de Apolo y Terpsícore. Desarrolló la melodía y el ritmo
PALABRAS FALACES
Es quizás la duración,
el instante iluminado,
la expansión del ser,
la aprehensión de lo que
fluye.
Las palabras
se deslizan
como moscas a la mierda.
Calaveras chirriantes
bailarinas de strip-tease,
carontes de la angustia,
imágenes de lo vano
en las entrañas.
sinfín de voces
el goce de los cuerpos
su íntima melodía.
¿Desde qué abismos emerger?
HECTOR LUANCO
NADIR
Existe un lugar
oculto en lo más profundo
Al otro lado
de lo que conociste
Allí tus días
fueron noches
tus ciudades
tuvieron otros nombres
tu ventana otro cielo
Ya es imposible verlo
quizás pudieras
imaginarlo
y aún algo
adivinar
Tal vez en madrugadas
sueñes un anochecer
Veas
el brillo
en un traje oscuro
el descolorido puño
de las camisas
Por una calle
tus pasos
irán presintiendo
las piedras
la mirada
umbrales blancos de mármol
Todo será igual
y distinto
Al doblar la esquina
desde una puerta
alguien te hablará
No
allí
nadie volvió
Nunca
Dirá nombres
que no conociste
aunque para tu oído
suenen
extrañamente
familiares
Al despertar
retendrás una imagen
Buscarás en tus ropas
una a una
Irás apartando
las desgastadas perchas
Querrás hacer memoria
reconocerte en cierto traje
tal vez al mirar el espejo
por un instante
verás
sobre tus hombros
caer el sol
entre los edificios
CARLOS R. MARCHESE
ESE POEMA DE MELVILLE
Caminamos sin prisa, amigables, casi cómplices.
El cielo, menos cercano al azul que al fuego fatuo, evoca lo impenetrable. Sí, tal vez como los cielos de los cuadros de Friedrich, siniestramente representados.
La marea parece próxima a no ser nada, sostiene su imagen con dificultad, aunque las cosas son todavía las cosas y es probable que en este instante las cosas vayan a cambiar el instante.
-Lugar extraño, dice él - hace recordar un verso de Melville.
-Cual- pregunto.
-Es todo tan árido como una playa de pelícanos-
El pelícano rara vez da un golpe en falso, pienso.
Seguimos entre los mangles que descienden hasta tocar el suelo y arraigan en el agua salada.
Siento impaciencia. Debo disimular, porque él ha preguntado si me ocurre algo. Será por eso que produce un mayor acercamiento.
Nuestras figuras no se sostienen, el tono oscuro del agua se expande, las islas retroceden en dirección al vacío negro del cielo y los mangles son animas plañideras –como aquellos de la costa de Virgilio.
Es tiempo, algo resplandece al abrigo de las sombras, y las sombras dejan de ser complot, restallan como látigos.
Él cae.
Invisible, el suelo fangoso del manglar pretende impedir mi ascenso. Quiero creer que todo ha salido bien.
Allá abajo, la orilla ofrece algo semejante a un ave desgarbada que ahueca las alas y esponja el plumaje, diríase, enamorado de la tierra oscura.
ALICIA LEONOR ORLANDO
DESAMOR
«Si me enamoro algún día, me desenamoraré, para tener la alegría, de enamorarme otra vez» (Desamor/María del Monte)
Tantas veces traté de conquistarte
Empecinado como un burro, busqué el encuentro.
Decenas y decenas de rebotes, piedrazos en la nuca
Entre flores, poemas y chocolates: ridícula receta
Tanto amor derramado en una autosatisfacción inútil
Entre vinos y medianoche, me emborraché por tu culpa
Solo quería morir en tus manos de niña arañándome la espalda
Todo me sabe a tu perfume, hasta el guiso
Otras bocas habrás de besar pero no la mía.
JUAN MARCELO WARIJCHUK
EN EL TALLER DE POESIA QUE COORDINA MARIO SAMPAOLESSI, HAN SURGIDO NUEVAS VOCES QUE NO SABEMOS EN REALIDAD SI EXISTEN. AQUI PUBLICAMOS UNA DE ELLAS. SOSPECHAMOS, SE TRATA DE UN HETERÓNIMO
HISTORIAS DE GAUCHOS
Pling, pling, suenan los cubiertos, hay mucha comida en la mesa, un solemne amontonamiento de gente vestida con sus peores galas, mostrando sonrisas. Pling, pling, suenan los cubiertos, se come se toma, se come se toma, se entrega al gaucho: de pie, como recuerdo ridículo, como forma de decir gracias, como un trofeo de batalla en el trabajo de idiotizar marionetas. Pling, pling, ya me harté del ruido de los cubiertos, no quiero al gaucho bañado en oro en mi vitrina, lo quiero luchando como en las historias de José, y diciendo, aquí me pongo a cantar, aquí…. Me pongo a cantar*
NATIVIDAD ESPERANZA MARTINEZ ESTRADA
Natividad Esperanza Martínez Estrada nace el 23 de de septiembre de 1979 en Lanús. Es educada en un importantísimo colegio del municipio, graduándose a los 18 años. Trabaja de asistente de un cronista barrial, y empieza la carrera de Licenciatura en Letras. Durante los años 2000 y 2003, es columnista y escritora en Red Libertaria y Diario de Poesía. De 2003 a 2006 publica breves escritos en la revista Lea. En 2006, Natividad decide vivir en una cabaña cercana al cordón montañoso de Los Andes.
TALLER DE NOVELA
Coordina: MARIO GOLOBOFF
De todas las actividades que conformarían ese vasto y complicado universo generado por la pasión literaria, quizás no sea justamente la de entrelazar los primeros signos sobre una página en blanco la fundamental o, en todo caso, aquélla respecto de la cual la sociedad deba sentirse en primer término reconocida.
Si bien tal inscripción está, naturalmente, en el origen de todo, las razones y los mecanismos que la ponen en movimiento permanecen aún tan ignotos, y aparentan ser tan irreductiblemente personales, que la gozosa y generosa lectura de otros y para otros, la enseñanza, la investigación, el estudio, el trabajo crítico, y tal vez muchos trabajos similares, merecerían ser más estimados en cuanto a repercusiones sociales concierne. Estas últimas labores, en efecto, al lado del narcisismo atribuido al así llamado «creador», parecen ser más recatadas y, a la vez, más solidarias. Escribir, en cambio, cuando no se deja transformar, como en las últimas décadas, en un oficio cortejado por el aparato comercial e industrial (y muchas veces financiero y publicitario, y en no pocas ocasiones político), suele reducirse a una operación de lobo estepario, hostil, obsesiva (para la que cada día se necesita menos del mundo y más del espesor de las sombras) sin que ello quiera decir asocial, porque nada de lo que pasa en el lenguaje lo es. Hay, sin embargo, un período, una etapa en la elaboración textual (cuya duración varía según cada escritor), en la que, superado el estadio de arranque, es la configuración del texto lo que interesa y, principalmente, su recepción, su lectura. En ese momento, el de la corrección, momento que algunos consideran el de la segunda escritura, y otros el de la verdadera, sucede que quien escribe comienza la lucha por la elección de la palabra precisa, la pelea y las inseguridades del tachado y el desechado, las del pulido, las del modelado. Etapa donde, por lo general, se impone más el sintagma que el paradigma, las relaciones internas del texto que las externas.
(Es cierto que hablar de instantes, de momentos, de etapas puede dar la impresión de que se trata de operaciones escolares, subsiguientes, absolutamente aisladas: escribir, primero; luego, corregir. En realidad, lo que por lo general ocurre es que sólo el primer manuscrito «sale» casi sin otra corrección que la mental o la que impusieron la tradición, la norma, el inconsciente, el ojo rápido, el oído, la memoria. Enseguida, sucede como si las operaciones se mezclaran permanentemente, y ya no se escribiese sin corregir, y corrigiendo se fuera escribiendo, hasta el final, hasta que se publica y, en oportunidades, aún después.)
O acaso sea cierto que el verdadero trabajo de escribir comienza después del primer esbozo y de los primeros borradores, cuando el mismo autor enfrenta al texto como lector y crítico originarios y se empeña en obtener la modulación que quiere fiel, la palabra propia, exacta, fidedigna.
Para muchos, es recién entonces que se escribe. Algunos, leyendo al tan acudido Yeats («Corrijo, borro, tacho, busco... ¿a quién corrijo sino a mí mismo?». O, sin los interrogantes de la traducción, resueltamente afirmativo: «It is myself that I remake»), suponen que ese acto vigila la exhibición de la persona, tratando de darnos su especie más complaciente y seductora. La impresión no es rara, ni del todo injusta, ya que Yeats no se tenía poca estima... También, y no por nada, se dice que, ante los primeros manuscritos de Flaubert (previos a las dieciocho versiones que, como en el caso de La educación sentimental, modifican el mismo fragmento), uno tiene la impresión de estar leyendo a un mal alumno de cuarto año de colegio secundario. Otros, como aquel infortunado señor Hubert Fabureau, llegan a acusar a Paul Valéry de burlarse de sus lectores porque consideran que la fidelidad está ante todo, y que no puede cambiarse sin mengua ni razón aparente un «départage avec mystère» por un «départage sans mystère».
Una imagen diferente se recoge, sin embargo, de los manuscritos, de las cartas, de los asientos en los diarios, de los testimonios de primera mano. Hay escritores para quienes esta fase constituye un núcleo difícilmente salvable de desesperanza y de desesperación. El propio Flaubert lo incorpora al incesante ascetismo de su práctica, con una voluntad de servicio que no cede ante la fatiga, el dolor, la enfermedad. Es, mejor dicho, su práctica, en el realizado ensueño de querer dar a la prosa la pulsación, las dimensiones, los ecos de una nueva poesía. En esa búsqueda de lo ya intachable, que el poeta quiere brindar de su texto, hay, por encima de toda apariencia narcisista, una voluntad de representación y de ofrenda que está esencialmente destinada al placer de otros, y ello a costa de los mayores sacrificios personales. En tal sentido, lo que alguna vez pudo ser juzgado como «el deseo de presentar a los demás la mejor cara» (intención en que a veces incurrieron los propios escritores), parece ser, por el contrario, un acto de suprema generosidad, en el que va generalmente incluida una mutilación, una resta, en aras de lo que se persigue: el deseo de la mejor lectura, de la más acabada, de la más feliz. (Nadie, me parece, tan apropiado como Horacio Quiroga, para darnos esa imagen de amputación y de cercenamiento, cuando se regodea y, a la vista del título, «La miel silvestre», parece bastante apropiado el goloso verbo- describiendo la actividad devoradora que cumplen esas «curiosas hormigas a que llamamos corrección. Son pequeñas, negras, brillantes y marchan velozmente en ríos más o menos anchos. Son esencialmente carnívoras. Avanzan devorando todo lo que encuentran a su paso...»).
Acto de desprendimiento, en suma, mediante el cual se saca de sí para dar a otros. No es casual, por eso, que muchos de los grandes escritores corrijan extrayendo, y no agregando, lo que constituye una prueba mayor de ese altruismo, de ese gesto finalmente desinteresado y sólo atento al placer, a la satisfacción de otro, un hipotético y desconocido lector.
MARIO GOLOBOFF
Publicado en: S y C, N° 8 (Número dedicado a «La corrección»), Buenos Aires, Octubre 1997( fragmento)
TRAMO FINAL
(fragmento) por MARIA DEL CARMEN MIGUEZ
Un lunes, parecido a cualquier otro lunes o a cualquier otro día, no importa cuál ni en qué orden, todos los días se asemejan, tienen el mismo color, los mismos sonidos, los mismos ruidos. También la hora es casi la misma, 8.20 de la mañana, allí está Lucía, parada en el andén de la estación Federico Lacroze, aunque también podría haber sido Malabia, es azarosa la elección, depende del camino que elija, pero lo que sí es seguro, es que en alguna de ellas debe comenzar su viaje al centro. Gente, mucha gente, gente tan apresurada como ella, personas que se atropellan, se superponen, se empujan. El objetivo primario es subir, el secundario, intentar encontrar un asiento libre. Lucía resiste los empujones, no admite que ese sea el método y a pesar del apuro, cede el paso a los otros y decide permanecer en la misma posición, con la esperanza de poder subir al próximo tren, pero quiere ascender a él por decisión propia, no cediendo a los empujones, ni empujando. Pero son vanas intenciones, porque cuando llegue el próximo ya se habrá juntado una gran cantidad de personas, similar a la que la rodeaba hace unos minutos y ellos también empujarán y ella cederá, se dejará llevar, no opondrá más resistencia. No es precisamente éste, un lugar para ejercer el manejo de la propia voluntad, y menos aún para medir la capacidad de resistencia, reflexionará. Esta es una de las tantas situaciones de la vida cotidiana, donde las decisiones personales quedan a expensas de las colectivas.
Durante media hora, allí dentro del tren, Lucía se dedica a mirar los diversos rostros que la rodean. Escudriña esas caras, se pregunta qué les pasará a todos aquellos circunstanciales compañeros de viaje. Sentirán la misma desazón que ella siente, qué conflictos personales habrán dejado atrás, hacia dónde van, en qué se parecen, en qué se diferencian. Sabe con certeza que ante los mismos hechos, los mismos estímulos, los seres humanos reaccionan de manera diferente. Ella conoce sus reacciones y últimamente debe admitir que no son buenas, está algo sorprendida por sus raptos de intolerancia, por su continuo malestar, por su desasosiego. Por momentos es más que sorpresa, experimenta temor ante sus reacciones, la desbordan, la superan, no puede con ellas y eso la asusta.
Lucía tiene 60 años y ese tren la lleva a su trabajo. Muy a menudo se pregunta qué hace allí, por qué no bajar en cualquier estación y subir las gastadas escaleras que la llevan a la calle, caminar sin rumbo, mirar sin ver, asegurarse de que no está yendo a ninguna parte, ni volviendo de ninguna otra. Lograr que no le importe saber que alguien notará su ausencia, sentir que es dueña de su tiempo, recobrar aunque sea por un rato, algo de la libertad que fue hipotecando a lo largo de su vida, de esa vida que ella sabe se está escapando lentamente, porque, ¿qué es la vejez sino la extinción lenta y gradual de la vida?. ¿Cuándo sucedió? ¿Cuándo comenzó su vejez? No se dio cuenta, reflexiona sorprendida, son muy sutiles los cambios y muy artera la vejez, ese enemigo camuflado que la acosa. Ella supone que comenzó cuando el espejo le mostró su cara, cada vez más parecida a la de su madre nonagenaria o a la de su suegra que acaba de morir. Allí la vio, se vio, empezó a no reconocer su exterior, le molestaba esa imagen deteriorada de ella misma, esa incipiente decrepitud, mientras dentro de sí todavía experimentaba suficiente vitalidad, como para rechazar esa cáscara arrugada que comenzaba a recubrirla.
IDENTIDAD
(fragmento) por JULIA MARIA RIAL
Salgo del patio cubierto y lo veo: Juan, el Polaco (así lo llaman sus compañeros de séptimo) está sentado en un banco de hierro en medio de los eucaliptus del hogar- escuela, con la cabeza baja, el mentón sobre el pecho, los brazos cruzados y su mochila desgastada tirada en medio de las piernas. Lo llamo. Se levanta, me busca con mirada penetrante, cruza con paso apresurado el predio y se cuelga de mi cuello. Cuando vamos a atravesar el portón, no encuentra el permiso de salida semanal en sus bolsillos. Resopla, murmura una puteada y hace un ademán de volverse. Calma, calma…- le pido. El guardia, impasible, habla por teléfono. Autorización concedida- dice. Juan pasa con actitud ganadora. Ya afuera le reprocho su accionar. Sonríe (sus ojos castaño verdosos tienen chispitas cuando está contento) y larga como siempre un “ya fue”…Avanzamos, como el fin de semana anterior, por el sendero de tierra, esquivando baches fangosos y matorrales pinchudos. Su brazo sobre mi hombro, me obliga a caminar inclinada .De repente siento alivio, Juan acaba de soltarse bruscamente, corre y agitando la mano hace señas al colectivo interno. El chofer se detiene, mira con atención y espera. Nos saludamos y arranca. Atrás va quedando el barrio de casas desparejas y a medio terminar. Ya en la estación le pido que saque los pasajes. Uno sólo- afirma. Dos- contesto. Regresa con los boletos pero con “cara larga”, disgustado. Vos no entendés - dice parado en el medio del andén - vos no vas a poder entender nunca la adrenalina que uno siente al escaparle al “chancho”*. Lo miro con cariño, me da gracia. Mientras viajamos permanece callado, con la vista fija en la ventanilla. Sus dedos juegan sin parar con el cierre de la mochila y sus pies rebotan con ritmo acompasado contra el piso. Supongo que está enojado o quizá se hace el enojado. Es increíble –pienso- de tantos años de vivir en la calle la autoafirmación y el placer le pasa por la emoción de apostar al riesgo, de desafiar el límite… Siento que el tren aminora la marcha. Al bajar en Hurlingham avanzamos por sus veredas anchas. Mucho verde y techumbres rojas. Cuando llegamos a casa, toca el timbre a la vez que abre el portón de hierro y se lanza apurado hacia el fondo por la galería descubierta. Veo a Constanza, una de mis hijas, que abre la puerta de la cocina. Juan le suelta un ‘’hola’’ y casi llevándosela por delante entra. Me apresuro intrigada. Constanza me larga una mirada interrogante. Le contesto levantando los hombros. Camino por el pasillo hasta el dormitorio más pequeño. Entro, el Polaco, está de rodillas al lado de la cama, su pelo amarillo y enmarañado, sobre el cajón semiabierto de la mesa de luz. Qué busca - me pregunto. Se levanta, se da vuelta y dice emocionado:
-Quería ver si estaba acá y está. Está acá como lo dejé. En la mano blandía su cepillo de dientes.
*Inspector, en especial empleado en una línea de transporte para controlar el servicio. (Gobello).Diccionario del Habla de los Argentinos. (Academia Argentina de Letras).
De todas las actividades que conformarían ese vasto y complicado universo generado por la pasión literaria, quizás no sea justamente la de entrelazar los primeros signos sobre una página en blanco la fundamental o, en todo caso, aquélla respecto de la cual la sociedad deba sentirse en primer término reconocida.
Si bien tal inscripción está, naturalmente, en el origen de todo, las razones y los mecanismos que la ponen en movimiento permanecen aún tan ignotos, y aparentan ser tan irreductiblemente personales, que la gozosa y generosa lectura de otros y para otros, la enseñanza, la investigación, el estudio, el trabajo crítico, y tal vez muchos trabajos similares, merecerían ser más estimados en cuanto a repercusiones sociales concierne. Estas últimas labores, en efecto, al lado del narcisismo atribuido al así llamado «creador», parecen ser más recatadas y, a la vez, más solidarias. Escribir, en cambio, cuando no se deja transformar, como en las últimas décadas, en un oficio cortejado por el aparato comercial e industrial (y muchas veces financiero y publicitario, y en no pocas ocasiones político), suele reducirse a una operación de lobo estepario, hostil, obsesiva (para la que cada día se necesita menos del mundo y más del espesor de las sombras) sin que ello quiera decir asocial, porque nada de lo que pasa en el lenguaje lo es. Hay, sin embargo, un período, una etapa en la elaboración textual (cuya duración varía según cada escritor), en la que, superado el estadio de arranque, es la configuración del texto lo que interesa y, principalmente, su recepción, su lectura. En ese momento, el de la corrección, momento que algunos consideran el de la segunda escritura, y otros el de la verdadera, sucede que quien escribe comienza la lucha por la elección de la palabra precisa, la pelea y las inseguridades del tachado y el desechado, las del pulido, las del modelado. Etapa donde, por lo general, se impone más el sintagma que el paradigma, las relaciones internas del texto que las externas.
(Es cierto que hablar de instantes, de momentos, de etapas puede dar la impresión de que se trata de operaciones escolares, subsiguientes, absolutamente aisladas: escribir, primero; luego, corregir. En realidad, lo que por lo general ocurre es que sólo el primer manuscrito «sale» casi sin otra corrección que la mental o la que impusieron la tradición, la norma, el inconsciente, el ojo rápido, el oído, la memoria. Enseguida, sucede como si las operaciones se mezclaran permanentemente, y ya no se escribiese sin corregir, y corrigiendo se fuera escribiendo, hasta el final, hasta que se publica y, en oportunidades, aún después.)
O acaso sea cierto que el verdadero trabajo de escribir comienza después del primer esbozo y de los primeros borradores, cuando el mismo autor enfrenta al texto como lector y crítico originarios y se empeña en obtener la modulación que quiere fiel, la palabra propia, exacta, fidedigna.
Para muchos, es recién entonces que se escribe. Algunos, leyendo al tan acudido Yeats («Corrijo, borro, tacho, busco... ¿a quién corrijo sino a mí mismo?». O, sin los interrogantes de la traducción, resueltamente afirmativo: «It is myself that I remake»), suponen que ese acto vigila la exhibición de la persona, tratando de darnos su especie más complaciente y seductora. La impresión no es rara, ni del todo injusta, ya que Yeats no se tenía poca estima... También, y no por nada, se dice que, ante los primeros manuscritos de Flaubert (previos a las dieciocho versiones que, como en el caso de La educación sentimental, modifican el mismo fragmento), uno tiene la impresión de estar leyendo a un mal alumno de cuarto año de colegio secundario. Otros, como aquel infortunado señor Hubert Fabureau, llegan a acusar a Paul Valéry de burlarse de sus lectores porque consideran que la fidelidad está ante todo, y que no puede cambiarse sin mengua ni razón aparente un «départage avec mystère» por un «départage sans mystère».
Una imagen diferente se recoge, sin embargo, de los manuscritos, de las cartas, de los asientos en los diarios, de los testimonios de primera mano. Hay escritores para quienes esta fase constituye un núcleo difícilmente salvable de desesperanza y de desesperación. El propio Flaubert lo incorpora al incesante ascetismo de su práctica, con una voluntad de servicio que no cede ante la fatiga, el dolor, la enfermedad. Es, mejor dicho, su práctica, en el realizado ensueño de querer dar a la prosa la pulsación, las dimensiones, los ecos de una nueva poesía. En esa búsqueda de lo ya intachable, que el poeta quiere brindar de su texto, hay, por encima de toda apariencia narcisista, una voluntad de representación y de ofrenda que está esencialmente destinada al placer de otros, y ello a costa de los mayores sacrificios personales. En tal sentido, lo que alguna vez pudo ser juzgado como «el deseo de presentar a los demás la mejor cara» (intención en que a veces incurrieron los propios escritores), parece ser, por el contrario, un acto de suprema generosidad, en el que va generalmente incluida una mutilación, una resta, en aras de lo que se persigue: el deseo de la mejor lectura, de la más acabada, de la más feliz. (Nadie, me parece, tan apropiado como Horacio Quiroga, para darnos esa imagen de amputación y de cercenamiento, cuando se regodea y, a la vista del título, «La miel silvestre», parece bastante apropiado el goloso verbo- describiendo la actividad devoradora que cumplen esas «curiosas hormigas a que llamamos corrección. Son pequeñas, negras, brillantes y marchan velozmente en ríos más o menos anchos. Son esencialmente carnívoras. Avanzan devorando todo lo que encuentran a su paso...»).
Acto de desprendimiento, en suma, mediante el cual se saca de sí para dar a otros. No es casual, por eso, que muchos de los grandes escritores corrijan extrayendo, y no agregando, lo que constituye una prueba mayor de ese altruismo, de ese gesto finalmente desinteresado y sólo atento al placer, a la satisfacción de otro, un hipotético y desconocido lector.
MARIO GOLOBOFF
Publicado en: S y C, N° 8 (Número dedicado a «La corrección»), Buenos Aires, Octubre 1997( fragmento)
TRAMO FINAL
(fragmento) por MARIA DEL CARMEN MIGUEZ
Un lunes, parecido a cualquier otro lunes o a cualquier otro día, no importa cuál ni en qué orden, todos los días se asemejan, tienen el mismo color, los mismos sonidos, los mismos ruidos. También la hora es casi la misma, 8.20 de la mañana, allí está Lucía, parada en el andén de la estación Federico Lacroze, aunque también podría haber sido Malabia, es azarosa la elección, depende del camino que elija, pero lo que sí es seguro, es que en alguna de ellas debe comenzar su viaje al centro. Gente, mucha gente, gente tan apresurada como ella, personas que se atropellan, se superponen, se empujan. El objetivo primario es subir, el secundario, intentar encontrar un asiento libre. Lucía resiste los empujones, no admite que ese sea el método y a pesar del apuro, cede el paso a los otros y decide permanecer en la misma posición, con la esperanza de poder subir al próximo tren, pero quiere ascender a él por decisión propia, no cediendo a los empujones, ni empujando. Pero son vanas intenciones, porque cuando llegue el próximo ya se habrá juntado una gran cantidad de personas, similar a la que la rodeaba hace unos minutos y ellos también empujarán y ella cederá, se dejará llevar, no opondrá más resistencia. No es precisamente éste, un lugar para ejercer el manejo de la propia voluntad, y menos aún para medir la capacidad de resistencia, reflexionará. Esta es una de las tantas situaciones de la vida cotidiana, donde las decisiones personales quedan a expensas de las colectivas.
Durante media hora, allí dentro del tren, Lucía se dedica a mirar los diversos rostros que la rodean. Escudriña esas caras, se pregunta qué les pasará a todos aquellos circunstanciales compañeros de viaje. Sentirán la misma desazón que ella siente, qué conflictos personales habrán dejado atrás, hacia dónde van, en qué se parecen, en qué se diferencian. Sabe con certeza que ante los mismos hechos, los mismos estímulos, los seres humanos reaccionan de manera diferente. Ella conoce sus reacciones y últimamente debe admitir que no son buenas, está algo sorprendida por sus raptos de intolerancia, por su continuo malestar, por su desasosiego. Por momentos es más que sorpresa, experimenta temor ante sus reacciones, la desbordan, la superan, no puede con ellas y eso la asusta.
Lucía tiene 60 años y ese tren la lleva a su trabajo. Muy a menudo se pregunta qué hace allí, por qué no bajar en cualquier estación y subir las gastadas escaleras que la llevan a la calle, caminar sin rumbo, mirar sin ver, asegurarse de que no está yendo a ninguna parte, ni volviendo de ninguna otra. Lograr que no le importe saber que alguien notará su ausencia, sentir que es dueña de su tiempo, recobrar aunque sea por un rato, algo de la libertad que fue hipotecando a lo largo de su vida, de esa vida que ella sabe se está escapando lentamente, porque, ¿qué es la vejez sino la extinción lenta y gradual de la vida?. ¿Cuándo sucedió? ¿Cuándo comenzó su vejez? No se dio cuenta, reflexiona sorprendida, son muy sutiles los cambios y muy artera la vejez, ese enemigo camuflado que la acosa. Ella supone que comenzó cuando el espejo le mostró su cara, cada vez más parecida a la de su madre nonagenaria o a la de su suegra que acaba de morir. Allí la vio, se vio, empezó a no reconocer su exterior, le molestaba esa imagen deteriorada de ella misma, esa incipiente decrepitud, mientras dentro de sí todavía experimentaba suficiente vitalidad, como para rechazar esa cáscara arrugada que comenzaba a recubrirla.
IDENTIDAD
(fragmento) por JULIA MARIA RIAL
Salgo del patio cubierto y lo veo: Juan, el Polaco (así lo llaman sus compañeros de séptimo) está sentado en un banco de hierro en medio de los eucaliptus del hogar- escuela, con la cabeza baja, el mentón sobre el pecho, los brazos cruzados y su mochila desgastada tirada en medio de las piernas. Lo llamo. Se levanta, me busca con mirada penetrante, cruza con paso apresurado el predio y se cuelga de mi cuello. Cuando vamos a atravesar el portón, no encuentra el permiso de salida semanal en sus bolsillos. Resopla, murmura una puteada y hace un ademán de volverse. Calma, calma…- le pido. El guardia, impasible, habla por teléfono. Autorización concedida- dice. Juan pasa con actitud ganadora. Ya afuera le reprocho su accionar. Sonríe (sus ojos castaño verdosos tienen chispitas cuando está contento) y larga como siempre un “ya fue”…Avanzamos, como el fin de semana anterior, por el sendero de tierra, esquivando baches fangosos y matorrales pinchudos. Su brazo sobre mi hombro, me obliga a caminar inclinada .De repente siento alivio, Juan acaba de soltarse bruscamente, corre y agitando la mano hace señas al colectivo interno. El chofer se detiene, mira con atención y espera. Nos saludamos y arranca. Atrás va quedando el barrio de casas desparejas y a medio terminar. Ya en la estación le pido que saque los pasajes. Uno sólo- afirma. Dos- contesto. Regresa con los boletos pero con “cara larga”, disgustado. Vos no entendés - dice parado en el medio del andén - vos no vas a poder entender nunca la adrenalina que uno siente al escaparle al “chancho”*. Lo miro con cariño, me da gracia. Mientras viajamos permanece callado, con la vista fija en la ventanilla. Sus dedos juegan sin parar con el cierre de la mochila y sus pies rebotan con ritmo acompasado contra el piso. Supongo que está enojado o quizá se hace el enojado. Es increíble –pienso- de tantos años de vivir en la calle la autoafirmación y el placer le pasa por la emoción de apostar al riesgo, de desafiar el límite… Siento que el tren aminora la marcha. Al bajar en Hurlingham avanzamos por sus veredas anchas. Mucho verde y techumbres rojas. Cuando llegamos a casa, toca el timbre a la vez que abre el portón de hierro y se lanza apurado hacia el fondo por la galería descubierta. Veo a Constanza, una de mis hijas, que abre la puerta de la cocina. Juan le suelta un ‘’hola’’ y casi llevándosela por delante entra. Me apresuro intrigada. Constanza me larga una mirada interrogante. Le contesto levantando los hombros. Camino por el pasillo hasta el dormitorio más pequeño. Entro, el Polaco, está de rodillas al lado de la cama, su pelo amarillo y enmarañado, sobre el cajón semiabierto de la mesa de luz. Qué busca - me pregunto. Se levanta, se da vuelta y dice emocionado:
-Quería ver si estaba acá y está. Está acá como lo dejé. En la mano blandía su cepillo de dientes.
*Inspector, en especial empleado en una línea de transporte para controlar el servicio. (Gobello).Diccionario del Habla de los Argentinos. (Academia Argentina de Letras).
martes, 13 de julio de 2010
COARTADAS Nº 5
TALLER DE LITERATURA JAPONESACoordina: DAMIAN VIVES
Habiendo dedicado el 2008 a realizar una breve introducción a la historia de la literatura japonesa desde sus comienzos en el siglo VIII hasta el presente; dedicamos el 2009 a profundizar el periodo que va desde finalizada la 2ª Guerra Mundial hasta nuestros días, es decir, la narrativa de posguerra, las vanguardias y la narrativa contemporánea. La dinámica establecida para abordar las mismas es la de la lectura particular por parte de los alumnos de la bibliografía sugerida y el comentario de la misma en clase, quedando por cuenta del docente la situación autor-texto-contexto, el lineamiento de las directrices principales en la obra de cada narrador y el abordaje de temas aledaños que sirvan para esclarecer los diferentes pasajes de cada obra (historia, tradición, pensamiento religioso, ritualística, mitología, etc). Durante el 2009 se abordarán distintas obras de los siguientes autores: Akiyuki Nosaka, Michio Takeyama, Shohei Ooka, Osamu Dazai, Masuji Ibuse, Yukio Mishima, Kobo Abe, Shusaku Endo, Kensaburo Oé, Akira Yoshimura, Ryu Murakami, Juro Kara, Haruki Murakami, Masahiko Shimada, Yoko Ogawa, Banana Yoshimoto, Natsuo Kirino y Mari Akasaka.
A YUKIO MISHIMA por BEATRIZ MINICHILLO
Ella
se desnuda lentamente.
Frente al espejo
se quita su kimono negro
como quien se desprende
de un mal presagio.
Ella, Fusako,
en su casa del cerro
en Yokohama,
perfuma sus hombros y sus senos.
Ella espera.
Lo espera.
Por la sirena de un barco
el mar grita su augurio.
Oscilante en la penumbra
Ryuji recorta su figura
de marino hastiado
de piel de mujer
y sin embargo reincide
como el tigre al acecho
sobre la presa previsible.
Ella, la madre de Noboru,
lo espera, aún lo espera
mientras por el hueco de la pared
se escapa, sigilosa,
la inocencia de un niño.
(Basado en el primer capítulo del libro de Yukio Mishima: «El marino que perdió
la gracia del mar»)
4 HAIKUS Y UN TANKA
por Marta Rojzman
Las dos hojitas
navegan por el río
una se hunde
Me gusta la lluvia
siempre que cae en vano
sobre la ciudad
Llueve otra vez
grises las primaveras
sobre los charcos
Nosotros aquí
en la alegre penumbra
luna redonda
Amado amigo
te extrañé en los meses
de este otoño
aunque estabas cercano,
al lado mío
sábado, 24 de abril de 2010
REVISTA COARTADAS Nº 5
TALLER PARA JOVENES
coordina MARTA BRAIER
ACERCA DE “LECTURAS METODOLÓGICAS” Marta Braier
Una estética sin preconceptos, una escritura que representa una necesidad genuina de comunicación, una visión del mundo. Los jóvenes del Taller Literario de la Biblioteca Nacional, vienen al taller y escriben a pura prepotencia, con garra, con desparpajo, con alegría y desesperación
Las lecturas varían: o apelamos a Kafka con su parquedad e ironía feroz cuando necesitamos nombrar el desamparo o señalar la economía del cuento; o recalamos en el realismo mágico de García Márquez, simplemente porque allí nos dejamos contagiar por la imaginación, la riqueza léxica y el aluvión rítmico, tan necesarios cuando del goce de escribir se trata.
En general en mis cursos insisto en lecturas de autores argentinos
o latinoamericanos, por lo menos en una primera etapa, para atesorar y concientizar la riqueza de nuestro idioma. En esta línea, Borges, está siempre presente con su “rigor”, cuando se trata de ceñir la enunciación y lograr la tan necesaria verosimilitud; y Cortázar, en otra orilla, con sus cuentos neo-fantásticos, la habilidad para “hacer creer”; lo insólito en lo cotidiano, el protagonismo del lenguaje coloquial.
Siempre he trabajado en mis talleres la Narrativa y la Poesía. Los talleristas tienen la libertad de expresarse en el género que elijan, y las lecturas de apoyo, van surgiendo naturalmente en el devenir grupal.
Andrés Rivera, en narrativa, aporta su cuota de testimonio de la violencia en nuestro país, con el discurso austero que lo caracteriza, cercano a la representación cinematográfica en la superposición de fragmentos que el lector ha de decodificar.
Girondo, en poesía, es un buen disparador de la creatividad. Aunque en los jóvenes la libertad escritural surge naturalmente, el humor absurdo y el desprejuicio, constituyen una paleta literaria interesante de analizar; también Susana Thennon, en la línea de rebelión contra el discurso “clásico”; Pizarnik nos deja entrar en la intimidad de un yo desde un lenguaje onírico, surreal, que nos sigue sorprendiendo con su bella y original intensidad trágico-lírica; Orozco aporta desmesura aluvional, ritmo, trascendencia; y después vienen poetas más actuales, de los 90 para adelante: Fabián Casas, Martín Prieto, Selva Dipasquale, Claudia Massin, Verónica Viola Fisher, entre otros. Aquí, cierta corrosión de la “lengua culta”, se identifica con la estética a la que adhieren muchos jóvenes escritores: el uso de la parodia, de la irreverencia y la agresividad verbal, un natural desprejuicio en el decir, intromisiones naturales del “habla” y referencias a la cultura de masas.
El querible Chéjov no puede faltar cuando hablamos de antecedentes del cuento “minimalista”, la sugerencia, ese murmullo sutil, lo oculto entre líneas en el devenir del acontecimiento trivial; y Raymond Carver dirá lo suyo con el laconismo que lo caracteriza; Abelardo Castillo trae su tensa respiración y Felisberto Hernández, su patética excentricidad en primera persona.
La mezcla de lecturas enunciada responde a una práctica real de Taller en la que surgen enunciaciones de autores, de distintas nacionalidades y estéticas, que aportan lo suyo, cuando en la dinámica de las clases es imprescindible la lectura del texto de autor consagrado. Finalmente lo que interesa en el taller es el cómo: “cómo digo eso que quiero decir”. Las lecturas como telón de fondo permiten conocer diversas paletas literarias y modos de abordaje del hecho escritural. Ayudan en la libertad de expresión y en el afianzamiento de la propia estética. Una práctica, la del taller, que combate el individualismo en una sociedad feroz. No es poco
ALEJANDRO ANDOLFI
Ayer cuando te fuiste me quedó un sabor amargo
(soledad)
el silencio pegó gritos estruendosos
(soledad)
mi corazón tembló de frío
(soledad)
me reflejé en el espejo y me ví triste y solo
(soledad)
Apagué las luces y quedé a oscuras
(soledad)
y soñé en soledad contigo.
JUAN MANUEL BUZZARINO
Dicen que las sombras lloran llenas de mujeres las mujeres, ríen llenas de plástico. Haces un flou cuando pasa un hermafrodita se te para la kipá se te deshuesa el corazón cuando entre toda esa basura, de esas latas de Nesquick emerge un niño perro
Aúllan que en la city tienen miles de razones para romperte la cabeza e incluirte en su bestiario. Comentan, que la luz no existe. Tampoco existe cámara capaz de sentir la tierra No existen Luca el Corto Maltes, ni Homero Simpson. En el último caso, tal vez sea verdad
Refutan en Flores, que las mariposas siguen a los muertos que todo es mucho mas autista y que al mirar una chica no debo sentir que su boca está llena de negros
Responden en las bodas nucleares, que me han visto mirarme al espejo mientras vos subís al subte-dios Se nos materializa un yankee Se ríe de tu pito Y se caga en la mujer que quizás amás Yo digo que no existen los árboles no existe Kosiuko, ni la Izquierda Unida, la escasez de monedas, los progresistas Ni las secuelas de Vietnam Y mucho menos... Las islas de edición. Donde se repite la misma imagen Una y otra vez Una y otra vez Y pide render Esta noche Todos los grafittis se me han vuelto inexplicables.
Me pregunta ¿qué vas a dibujar? ¿qué estás por hacer?. Atraída por mi silencio, la pequeña, se recuesta bajo el sol, a mi lado, pegadas al pasto y al día. -Yo tengo que escribir. -Hay una comida, que es como un cuadrado blanco, que es feo. ¿Sushi? No. Tiene cositas adentro que comen, esos que adentro, son todos grises.
Reverdece la tigresa que no quiere comer tal cosa... y se dice, que los cinco guerreros, pueden sobrevivir comiendo rocío. Sé que mañana treparé a un lunes sin sustancia insatisfecha y devorada. En otra cama respira mi dueño. La pasión de ayer parece arrancarme la risa y darme musas a cambio de un texto entelado de preguntas. Mi sueño en medio de una noche. Con manojos de cinco partes se arman las manos y las patas. Ahora, no sé si habrá más tiempo. Regreso a la lectura porque es como me confieso. Porque permanezco en la quietud de un pentagrama de silencio. Los dedos abiertos. Como viajera. Como clausura. Como evasiva. Viajera clausura evasiva. El amor está y yo corrí, corrí, corrí apenas para cubrir la noche y tu ausencia. Pronto. ¿Por dónde comienzo? Una bocanada de temor se repite infinitamente. Otra cosa. Nunca llegué a la gruta y ahí estabas. Sobre un cielo azul duplicado. Esperándome.
CLAUDIO FUSCO
En un barrio los vecinos trabajan, se dejan ver en sus necesidades. Los comerciantes abren sus negocios, muestran a la gente sus productos y esperan que alguien se interese por alguno. La vida no es fácil, por lo menos así se da a entender en lo que cuentan los vecinos. Desde la puerta de un edificio se puede ver esta conducta, cómo cada uno pasa sobre tablas de madera que cuentan los años vividos y por haber. Cuando llueve los pilotos salen como en un trabajoso día de humedad. Tela de plástico que gobierna en interiores con chimenea o estufa. Los paraguas quedan adentro, en el baño, colgados del tender o del tubo de la cortina. ¿Por qué se hablará así de nuestra vida? En un barrio de historia, de milenios desconocidos, donde la brutalidad habla en las puertas de las gomerías, en el humo de los colectivos que pisan palomas, las que dan el suspiro de su última cría. Arriba los pasajeros no lo escuchan, ni a sí mismos se dan un poco de oído. Carteristas disimulan no tener hambre, y mucho menos aceptan ser sorprendidos durante el robo. Más de una muchacha habrá largado sobre ellos su más profunda carencia de lástima laboral. Pero dejando los viáticos de lado, un barrio puede hablar desde los parques, desde los árboles detrás de las rejas. Cuántos chicos se acercan a la paciencia de verse a unas cuadras de lo más querido. O pájaros que cantan, que miran desde las estatuas nunca vistas, que vuelan sobre el trote de baldosas, de plantas y reconocimiento. Los vecinos que se quieren contar en los cajeros de los supermercados, los que se giran con bolsas llenas de días de trabajo, de hijos que educar y esperarlos después, cuando las alcantarillas recogen el agua que arrastran los basureros.
Ellos, para que hablemos del barrio en el que crecieron, de sus días.
FELICITAS LANUSSE HOMSE
Pero los fieles tenían razón. Algo se esconde al final de los vasos, algo, que me deja inerte al descubrirlo. Como si el líquido que de ellos bebiera, fuera mi vida, y se va acabando. Prefiero no terminármelo, no descubrirme en el reflejo que perdure mi vida en esta pausa y dejar el después para otro rato. Otro rato impuro. Otro rato de nadas. De oscuros sin grises y tan de todos, como de sin sentido. ¿Y entonces? Sí. Vuelve entonces una música musa, y un beso entre cuerdas de guitarra. Y entre labios, las bocas fresas, los dientes blancos. Muerden, pero también aman. Ya nada tiene que ver ni con el fondo, ni con el filo de los vasos. Ahora es otra el agua que corre, es otro el candor, es otra la cálida poesía. ¿Y entonces? Entonces sí, nos queda algo. Palabras tan simples como amor o genocidio palabras como hogar y como hospicio. No hay más palabras rimbombantes como rimbombante. Porque a fin de cuentas, sólo me encanta el color de las hojas. Diferentes tonos sobre los árboles. Tonos de otoño, tonos de muerte que es tan muerte, como la vida.
MAURO MÁSPERO
Hoy paseamos por el Bellas Artes y vos te metiste en los cuadros que más te gustaban, yo ya no sé si sos vos o son acaso esas pinturas, que postradas en la eternidad de las paredes, se reencuentran con cierta parte de tu ser, como si ingresaras en algún tipo de axioma del que pasas a ser parte dando a luz tanta locura oral. Aún tengo recuerdo algunos de tus comentarios.
Ahora, en la soledad de mi casa, recuerdo aquel cuadro al que tanto tiempo le dedicamos. El cuadro no era en sí más que una bella pintura donde se veía a un anciano tomando lo que parecía ser sopa. La cuestión, Sofía, es que me acuerdo cuando de pibes éramos nosotros los que tomábamos la sopa, jugábamos, caprichosamente en el charco amarillento lleno de letras harinosas, hinchadas de agua, levantándolas con la cuchara como quien en aquello pudiera encontrar algún mensaje
o acertijo.
Me pregunto si tanto en el cuadro como en nuestros recuerdos de pibe no rezongábamos porque tanto hoy como ayer se nos formaban palabras como: levedad y ser.
EVER NAHUEL QUATTRINI
Doce columnas de veinte toneladas cada una, bóveda maciza encima de ellas y de mí. Yo sustraído a la mirada del cielo. Zapatos en mis pies de quince toneladas cada uno: yo la causa del dolor de espaldas del suelo; sustraído a la mirada de lo bajo. Yo como pisoteo de la objeción. El único erguido. Único con la mirada más alta posible.
Capa pluvial de cincuenta toneladas, tela de acero y brocado por doquier, kilómetros de capa en derredor. Bajan kilómetros de mis hombros y se extienden hacia todos lados. Y no me pesa, no pesa. Yo peso.
Siete mil joyas en todo este cuerpo. No me adornan, abrigan al viento de mi contacto. Diez mil toneladas de metales y piedras. Y no pesan, no las siento. Las joyas me sienten, las toneladas me notan: yo les duelo-peso-molesto.
Estado de detención, situación de permanecer para siempre de pie. Sostengo las toneladas de mis párpados, estabilizo las toneladas de mis pulmones. Control de los kilómetros de tela-acero que parten de mí, contención del interminable aire guardado dentro. Nada me pesa, pero yo peso a todo.
Ganas de llorar: espanto por ser el hilo del que todo pende. Si dejo gotear una lágrima todos morirán ahogados.
coordina MARTA BRAIER
ACERCA DE “LECTURAS METODOLÓGICAS” Marta Braier
Una estética sin preconceptos, una escritura que representa una necesidad genuina de comunicación, una visión del mundo. Los jóvenes del Taller Literario de la Biblioteca Nacional, vienen al taller y escriben a pura prepotencia, con garra, con desparpajo, con alegría y desesperación
Las lecturas varían: o apelamos a Kafka con su parquedad e ironía feroz cuando necesitamos nombrar el desamparo o señalar la economía del cuento; o recalamos en el realismo mágico de García Márquez, simplemente porque allí nos dejamos contagiar por la imaginación, la riqueza léxica y el aluvión rítmico, tan necesarios cuando del goce de escribir se trata.
En general en mis cursos insisto en lecturas de autores argentinos
o latinoamericanos, por lo menos en una primera etapa, para atesorar y concientizar la riqueza de nuestro idioma. En esta línea, Borges, está siempre presente con su “rigor”, cuando se trata de ceñir la enunciación y lograr la tan necesaria verosimilitud; y Cortázar, en otra orilla, con sus cuentos neo-fantásticos, la habilidad para “hacer creer”; lo insólito en lo cotidiano, el protagonismo del lenguaje coloquial.
Siempre he trabajado en mis talleres la Narrativa y la Poesía. Los talleristas tienen la libertad de expresarse en el género que elijan, y las lecturas de apoyo, van surgiendo naturalmente en el devenir grupal.
Andrés Rivera, en narrativa, aporta su cuota de testimonio de la violencia en nuestro país, con el discurso austero que lo caracteriza, cercano a la representación cinematográfica en la superposición de fragmentos que el lector ha de decodificar.
Girondo, en poesía, es un buen disparador de la creatividad. Aunque en los jóvenes la libertad escritural surge naturalmente, el humor absurdo y el desprejuicio, constituyen una paleta literaria interesante de analizar; también Susana Thennon, en la línea de rebelión contra el discurso “clásico”; Pizarnik nos deja entrar en la intimidad de un yo desde un lenguaje onírico, surreal, que nos sigue sorprendiendo con su bella y original intensidad trágico-lírica; Orozco aporta desmesura aluvional, ritmo, trascendencia; y después vienen poetas más actuales, de los 90 para adelante: Fabián Casas, Martín Prieto, Selva Dipasquale, Claudia Massin, Verónica Viola Fisher, entre otros. Aquí, cierta corrosión de la “lengua culta”, se identifica con la estética a la que adhieren muchos jóvenes escritores: el uso de la parodia, de la irreverencia y la agresividad verbal, un natural desprejuicio en el decir, intromisiones naturales del “habla” y referencias a la cultura de masas.
El querible Chéjov no puede faltar cuando hablamos de antecedentes del cuento “minimalista”, la sugerencia, ese murmullo sutil, lo oculto entre líneas en el devenir del acontecimiento trivial; y Raymond Carver dirá lo suyo con el laconismo que lo caracteriza; Abelardo Castillo trae su tensa respiración y Felisberto Hernández, su patética excentricidad en primera persona.
La mezcla de lecturas enunciada responde a una práctica real de Taller en la que surgen enunciaciones de autores, de distintas nacionalidades y estéticas, que aportan lo suyo, cuando en la dinámica de las clases es imprescindible la lectura del texto de autor consagrado. Finalmente lo que interesa en el taller es el cómo: “cómo digo eso que quiero decir”. Las lecturas como telón de fondo permiten conocer diversas paletas literarias y modos de abordaje del hecho escritural. Ayudan en la libertad de expresión y en el afianzamiento de la propia estética. Una práctica, la del taller, que combate el individualismo en una sociedad feroz. No es poco
ALEJANDRO ANDOLFI
Ayer cuando te fuiste me quedó un sabor amargo
(soledad)
el silencio pegó gritos estruendosos
(soledad)
mi corazón tembló de frío
(soledad)
me reflejé en el espejo y me ví triste y solo
(soledad)
Apagué las luces y quedé a oscuras
(soledad)
y soñé en soledad contigo.
JUAN MANUEL BUZZARINO
Dicen que las sombras lloran llenas de mujeres las mujeres, ríen llenas de plástico. Haces un flou cuando pasa un hermafrodita se te para la kipá se te deshuesa el corazón cuando entre toda esa basura, de esas latas de Nesquick emerge un niño perro
Aúllan que en la city tienen miles de razones para romperte la cabeza e incluirte en su bestiario. Comentan, que la luz no existe. Tampoco existe cámara capaz de sentir la tierra No existen Luca el Corto Maltes, ni Homero Simpson. En el último caso, tal vez sea verdad
Refutan en Flores, que las mariposas siguen a los muertos que todo es mucho mas autista y que al mirar una chica no debo sentir que su boca está llena de negros
Responden en las bodas nucleares, que me han visto mirarme al espejo mientras vos subís al subte-dios Se nos materializa un yankee Se ríe de tu pito Y se caga en la mujer que quizás amás Yo digo que no existen los árboles no existe Kosiuko, ni la Izquierda Unida, la escasez de monedas, los progresistas Ni las secuelas de Vietnam Y mucho menos... Las islas de edición. Donde se repite la misma imagen Una y otra vez Una y otra vez Y pide render Esta noche Todos los grafittis se me han vuelto inexplicables.
Me pregunta ¿qué vas a dibujar? ¿qué estás por hacer?. Atraída por mi silencio, la pequeña, se recuesta bajo el sol, a mi lado, pegadas al pasto y al día. -Yo tengo que escribir. -Hay una comida, que es como un cuadrado blanco, que es feo. ¿Sushi? No. Tiene cositas adentro que comen, esos que adentro, son todos grises.
Reverdece la tigresa que no quiere comer tal cosa... y se dice, que los cinco guerreros, pueden sobrevivir comiendo rocío. Sé que mañana treparé a un lunes sin sustancia insatisfecha y devorada. En otra cama respira mi dueño. La pasión de ayer parece arrancarme la risa y darme musas a cambio de un texto entelado de preguntas. Mi sueño en medio de una noche. Con manojos de cinco partes se arman las manos y las patas. Ahora, no sé si habrá más tiempo. Regreso a la lectura porque es como me confieso. Porque permanezco en la quietud de un pentagrama de silencio. Los dedos abiertos. Como viajera. Como clausura. Como evasiva. Viajera clausura evasiva. El amor está y yo corrí, corrí, corrí apenas para cubrir la noche y tu ausencia. Pronto. ¿Por dónde comienzo? Una bocanada de temor se repite infinitamente. Otra cosa. Nunca llegué a la gruta y ahí estabas. Sobre un cielo azul duplicado. Esperándome.
CLAUDIO FUSCO
En un barrio los vecinos trabajan, se dejan ver en sus necesidades. Los comerciantes abren sus negocios, muestran a la gente sus productos y esperan que alguien se interese por alguno. La vida no es fácil, por lo menos así se da a entender en lo que cuentan los vecinos. Desde la puerta de un edificio se puede ver esta conducta, cómo cada uno pasa sobre tablas de madera que cuentan los años vividos y por haber. Cuando llueve los pilotos salen como en un trabajoso día de humedad. Tela de plástico que gobierna en interiores con chimenea o estufa. Los paraguas quedan adentro, en el baño, colgados del tender o del tubo de la cortina. ¿Por qué se hablará así de nuestra vida? En un barrio de historia, de milenios desconocidos, donde la brutalidad habla en las puertas de las gomerías, en el humo de los colectivos que pisan palomas, las que dan el suspiro de su última cría. Arriba los pasajeros no lo escuchan, ni a sí mismos se dan un poco de oído. Carteristas disimulan no tener hambre, y mucho menos aceptan ser sorprendidos durante el robo. Más de una muchacha habrá largado sobre ellos su más profunda carencia de lástima laboral. Pero dejando los viáticos de lado, un barrio puede hablar desde los parques, desde los árboles detrás de las rejas. Cuántos chicos se acercan a la paciencia de verse a unas cuadras de lo más querido. O pájaros que cantan, que miran desde las estatuas nunca vistas, que vuelan sobre el trote de baldosas, de plantas y reconocimiento. Los vecinos que se quieren contar en los cajeros de los supermercados, los que se giran con bolsas llenas de días de trabajo, de hijos que educar y esperarlos después, cuando las alcantarillas recogen el agua que arrastran los basureros.
Ellos, para que hablemos del barrio en el que crecieron, de sus días.
FELICITAS LANUSSE HOMSE
Pero los fieles tenían razón. Algo se esconde al final de los vasos, algo, que me deja inerte al descubrirlo. Como si el líquido que de ellos bebiera, fuera mi vida, y se va acabando. Prefiero no terminármelo, no descubrirme en el reflejo que perdure mi vida en esta pausa y dejar el después para otro rato. Otro rato impuro. Otro rato de nadas. De oscuros sin grises y tan de todos, como de sin sentido. ¿Y entonces? Sí. Vuelve entonces una música musa, y un beso entre cuerdas de guitarra. Y entre labios, las bocas fresas, los dientes blancos. Muerden, pero también aman. Ya nada tiene que ver ni con el fondo, ni con el filo de los vasos. Ahora es otra el agua que corre, es otro el candor, es otra la cálida poesía. ¿Y entonces? Entonces sí, nos queda algo. Palabras tan simples como amor o genocidio palabras como hogar y como hospicio. No hay más palabras rimbombantes como rimbombante. Porque a fin de cuentas, sólo me encanta el color de las hojas. Diferentes tonos sobre los árboles. Tonos de otoño, tonos de muerte que es tan muerte, como la vida.
MAURO MÁSPERO
Hoy paseamos por el Bellas Artes y vos te metiste en los cuadros que más te gustaban, yo ya no sé si sos vos o son acaso esas pinturas, que postradas en la eternidad de las paredes, se reencuentran con cierta parte de tu ser, como si ingresaras en algún tipo de axioma del que pasas a ser parte dando a luz tanta locura oral. Aún tengo recuerdo algunos de tus comentarios.
Ahora, en la soledad de mi casa, recuerdo aquel cuadro al que tanto tiempo le dedicamos. El cuadro no era en sí más que una bella pintura donde se veía a un anciano tomando lo que parecía ser sopa. La cuestión, Sofía, es que me acuerdo cuando de pibes éramos nosotros los que tomábamos la sopa, jugábamos, caprichosamente en el charco amarillento lleno de letras harinosas, hinchadas de agua, levantándolas con la cuchara como quien en aquello pudiera encontrar algún mensaje
o acertijo.
Me pregunto si tanto en el cuadro como en nuestros recuerdos de pibe no rezongábamos porque tanto hoy como ayer se nos formaban palabras como: levedad y ser.
EVER NAHUEL QUATTRINI
Doce columnas de veinte toneladas cada una, bóveda maciza encima de ellas y de mí. Yo sustraído a la mirada del cielo. Zapatos en mis pies de quince toneladas cada uno: yo la causa del dolor de espaldas del suelo; sustraído a la mirada de lo bajo. Yo como pisoteo de la objeción. El único erguido. Único con la mirada más alta posible.
Capa pluvial de cincuenta toneladas, tela de acero y brocado por doquier, kilómetros de capa en derredor. Bajan kilómetros de mis hombros y se extienden hacia todos lados. Y no me pesa, no pesa. Yo peso.
Siete mil joyas en todo este cuerpo. No me adornan, abrigan al viento de mi contacto. Diez mil toneladas de metales y piedras. Y no pesan, no las siento. Las joyas me sienten, las toneladas me notan: yo les duelo-peso-molesto.
Estado de detención, situación de permanecer para siempre de pie. Sostengo las toneladas de mis párpados, estabilizo las toneladas de mis pulmones. Control de los kilómetros de tela-acero que parten de mí, contención del interminable aire guardado dentro. Nada me pesa, pero yo peso a todo.
Ganas de llorar: espanto por ser el hilo del que todo pende. Si dejo gotear una lágrima todos morirán ahogados.
lunes, 19 de abril de 2010
COARTADAS Nº5
TALLER DE CUENTO
Coordina: VICENTE BATTISTA
No me canso de repetir que escribir es corregir. Ese es el criterio que utilizamos en el Taller: luego de una primera lectura en voz alta, digamos que para conocer el tema, vamos directamente a la escritura con el fin de determinar si es adecuada a la historia que está narrando. El propósito es que todos intervengan con sus opiniones, críticas y elogios. Invariablemente, deberán explicar el por qué de la crítica o la razón del elogio.
En base a ese criterio se seleccionaron los cuentos. El juicio definitivo queda a cuenta de cada lector.
VICENTE BATTISTA
por JAVIER CARREIRA
Era noche de verano. Juan, hundido en el sillón, miraba TV a todo volumen. Sostenía una lata de cerveza con una mano y el control remoto con la otra. Junto a él había un paquete de papas fritas y otras dos cervezas sobre una mesita ratona. Su torso estaba desnudo y en su gordo abdomen se reflejaban los coloridos destellos de la televisión. Juan subió los pies a la mesita ratona y se acomodó mejor en el sillón. Reía de casi todo lo que veía y el sonido de la risa superaba el volumen del aparato. Juan... - dijo Mirta, desde la cocina.- ¡Juan! ¿No escuchás el timbre?
-¿Eh? - Juan bajó el volumen de la TV- ¿Qué me decís?
-Que atiendas el timbre. Yo no puedo...
-¿Sonó el timbre?
-¡Si sonó! ¡Atendé te digo!
Juan, atascado en el sillón, intentó levantarse, contrajo el abdomen tanto como pudo y volvió a intentarlo. Una vez de pie, limpió su torso de pedazos de papas fritas, buscó su remera.
Sonó nuevamente el timbre. - ¡Juan! - gritó Mirta.
-Estoy yendo.
-¡Dale, querés!
-Si, si...
No podía encontrar su remera por ningún lado. El timbre sonó por tercera vez y Mirta volvió a gritar. Juan dejó de buscar, se acercó a la puerta y observó por la mirilla. Vio a un sujeto de gran mentón, cabeza rapada y manos detrás de la espalda. Entreabrió, asomó la cabeza y examinó el uniforme de cabo que vestía el visitante.
-Si- dijo Juan.
-Usted es Juan Manuel Ricardi -preguntó el otro.
-Si, si... si, soy yo...
- Señor, debe acompañarme...
-¿Cómo?
-Que debe acompañarme, estamos en guerra.
¿En guerra? ¿Desde cuando? Yo no oí nada...
Es una guerra encubierta por los medios, señor. Tiene un diario.
-Si, creo que si...
-Si me permite pasar le muestro.
-Bueno, pase.
- Permiso... Juan buscó el diario, se lo dio.
-Mire esta noticia. Escuche: «Choque de colectivos en el barrio de once: cuatrocientos muertos» .No le suena raro.
- Bueno, en este país los colectivos van cada día mas llenos... respondió Juan rascándose la nuca.
-Creo que no me entiende. A ver esta otra, escuche: «Continúa el flagelo de la pirotecnia ilegal: edificio de SIDE derrumbado por cañita voladora.». Que me dice.
-Disculpe, no entiendo a qué va...
-Juan ¿Quien era?- dijo Mirta.
Un oficial de la marina, lo dejé pasar...
Soy cabo del ejército- aclaró el militar.
-Eso...
Mirta entró en la habitación. Llevaba el cabello atado con una gomita y el lazo del delantal deshecho. - Que pasa- preguntó
-Este señor dice que hay una guerra encubierta por la prensa...
- Así es señora - intervino el militar- le estuve leyendo algunos titulares a su marido. Escuche éste: «Crimen pasional en el barrio de Palermo: Mujer despechada asesina a sus trescientos veintitrés amantes» Se da cuenta señora
-Claro que me doy cuenta, sólo un idiota tan grande como mi marido no se daría cuenta. No había leído el diario todavía. Por lo visto compraron a la prensa. Me deja perpleja. Aunque yo sabía que se acercaba el fin... y dígame: Quién nos ataca ¿Los yanquis? ¿Inglaterra?
-No lo sabemos...
- Y usted viene a reclutar a mi esposo para pelear. No es así.
-No exactamente – el militar meditó unos segundos -...la guerra está perdida, señora. Sabemos que a medianoche nos lanzarán la bomba de hidrógeno. Buenos Aires dejará de existir. Y en cuestión de días el resto del país correrá igual destino.
-¡Dios mió!- dijo el matrimonio al unísono. Mirta cruzó los brazos
-Entonces a que viene – preguntó.
- El Gobierno ha seleccionado un grupo de hombres para preservar la sociedad argentina. Tenemos un refugio subterráneo al efecto...
-¿Me esta queriendo decir que mi marido es uno de esos hombres? - dijo Mirta.
- Así es señora. Por cierto -.Y miró a Juan, ordenándole- Báñese y reúna su ropa en un bolso. Rápido por favor. Debo llevarlo a la base, no tenemos mucho tiempo.
Juan fue al dormitorio. El militar y Mirta cruzaron miradas esquivas. Mirta carraspeaba intentando llamar su atención.-No lo puedo creer-dijo. El militar no escuchó, observaba los motivos del empapelado.
-Quiere café mientras espera- dijo Mirta -Bueno, muchas gracias señora. -Venga, vamos a la cocina. El militar fue detrás de ella y tomó asiento.
-¿Y como es la vida en el ejército? – preguntó Mirta.
-Bueno... gratificante...
-Sólo eso.
-...supongo que si...
- Por lo que veo no es un hombre de muchas palabras...Sabe, yo tengo un título en filosofía, el año pasado me editaron un libro. También escribo artículos para revistas culturales. ¿Usted es lector?
-...Algo...
-Mirta Ricardi, no le suena.
-Mmm...No...
Seguro es a mi marido a quien busca
Seguro...
-Quizá le dieron la dirección correcta, pero se equivocaron en el nombre...
-No lo creo...
Entiendo -dijo Mirta -El café con azúcar o edulcorante.
Dos de azúcar por favor.
Juan salió del baño cubierto con una toalla. Desde el dormitorio gritó: Mirta ¿No viste mi carné de San Lorenzo?
- Para que mierda querés el carné de San Lorenzo. Va a caer la bomba de hidrógeno, salame. No va a quedar ni el hipódromo...
- Se da cuenta- dijo Mirta al militar- Ve por qué le pregunto si no
hay una equivocación. Este hombre es un perfecto estúpido. El militar no contestó. Mirta sirvió una taza. - Aquí tiene el café- dijo
-Gracias, señora- contestó el militar -¿Seguro no hay un error?
-Seguro... - dijo el hombre.
- Discúlpeme - Mirta corrió al comedor, sonaba el teléfono, atendió -Hola...
-Hola ¿Mirta? Habla Zulma. No sabes lo que me pasó. Un soldado vino a casa diciendo que hay guerra y que al Roque lo eligieron para continuar la sociedad argentina...
- ¡Pará Zulma! ¿Al Roque? ¿Tu marido? ¿Ese pajero?
-Si Mirta, increíble, y me acaba de llamar Moni, dice que reclutaron a Oscar...
-¡Oscar! ¡Dios mió! ¡Es peor de lo que pensé! ...De acá se están llevando a Juan...
-¡No me digas!
- Si Zulma, lo que escuchás. Mirá, te dejo que ya se está por ir...
Mirta volvió a la cocina. El militar había terminado su café y miraba por la ventana. Silbaba un tango. Juan apareció con un bolso azul en su mano. - Estoy listo- dijo
- Debemos partir inmediatamente- ordenó el militar y caminó hasta la puerta.
Juan comenzó a llorar como un chico de seis años. En los agujeros de su nariz se formaron burbujas. Mirta le alcanzó un pañuelo: -Tomá, limpiate y no llorés más- dijo.
Juan la abrazó. No sabía que decir; no dijo nada.
- Ok ok, andá Juan -dijo Mirta- no hagas esperar al señor. Juan y el militar abandonaron el departamento.
POR ALICIA LEONOR ORLANDO
En apacible quietud, Adrián, como frente a una cámara de filmación, enciende un cigarrillo, el fósforo cae, rápidamente destellea y se apaga.
Deseo a este hombre.
El acaricia mi cara, mis labios, mis ojos cerrados. Dice algo. Pregunto qué ha dicho.
Contesta:-¿nunca te lo planteaste?
Va hacia una puerta, la abre, vacila, estudia la dirección que ha de tomar, cruza la puerta. No son ilusiones ópticas ni efectos de mala iluminación cinematográfica, sino zonas discontinuas, erosionadas por el tiempo. Yo también cruzo la puerta, no se si dócilmente o arrojada al laberinto. Ya no soy una mujer, soy un maniquí. La misma secuencia se repite varias veces, voy, no se si arrojada, maniquí o náufraga del paraíso perdido, pero lo hago dócilmente, aunque deba forzar el cuerpo y me tiemblen las piernas.
Cambia la secuencia. La cafetería ostenta el cartel 2666 en el frente.
Adrián, apoyado en la barra, toma un aperitivo. Tiene la piel tostada, el cuerpo trabajado a fondo, vestido con bermudas, remera y zapatillas de marca. En el anular, una alianza.
-Hablemos – dice
-De qué
-De la felicidad. Es curiosa la felicidad, viene de golpe, dan ganas de llevársela- Y con gesto actoral agrega -“soy voluble, hace una semana te amaba, en momentos de exaltación llegué a pensar que éramos una pareja del paraíso. Pero ya sabes que sólo soy un fracasado: esas parejas existen lejos de aquí, en París, en Berlín…
Le interrumpo - Bolaño, Adrián repetís a Bolaño. Quitemos los efectos dramáticos-
La historia es la misma e inevitable, la del amor que se interrumpirá.
Un barco de turistas entra por el canal, una voz de mujer habla en italiano, oírla tan fuerte por el altavoz constituye un alivio. Quiero decir: Adrián y yo callamos. Pero en mi corazón y en mi cabeza, subyace el paisaje del laberinto.
La escritora confía que un poco de aire y movimiento le ayudará a alejarse por un rato de sus personajes. Es madrugada, en el reloj son seis menos diez. Deambula por la playa, puede ser Ostende. El andar la va llevando a la cafetería. El cartel 2666 ocupa la pantalla.
En el fondo, de cara a la luz muerta del aparato de TV, que brilla sin sonido, un mochilero escribe. Ella se sienta, el desconocido da vuelta la cara, la mira por sobre los lentes con ojitos de zorro.
Surge en la escritora la visión de ese rostro, se sobresalta. Sabe que él no puede ser él. Si bien a Bolaño lo había encontrado un par de veces, en breves pero intensos encuentros, sabía de su muerte en Barcelona.
Son rasgos comunes o mi capacidad de fabulación, dice hablando para consigo misma, con el propósito de no prestar más atención al individuo.
Con increíble seguridad, el mochilero hace anotaciones en un block.
Después arranca la hoja. La hoja cae.
Ella recoge el papel, hace una lectura rápida: Son las seis y la voz en off de la mujer dice que lo acompañará al avión. No es necesario, dice él.
El mochilero guarda sus cosas, se pone de pie, la imagen queda inmóvil, un lapsus intencional oscurece la escena, como si la escenografía conspirara para perderlo de vista o borrarle el rastro.
Al instante una anciana ocupa el lugar que ocupaba el mochilero, luego aquella se levanta y se sienta un marino.
La escritora se acerca, pregunta si ha visto salir a un mochilero, él no está seguro, cree sí haber visto a una anciana.
-Ha sido un deslumbramiento – dice ella.
Casi sin transición, la escritora pone la hoja manuscrita sobre el escritorio. Enciende la PC, abre la página de word y copia: “Son las seis y la voz en off de la mujer dice que lo acompañará al avión”
El recuerdo le trae a Bolaño hablando de la declinación de su salud y del miedo de no llegar a terminar su última obra.
-En fin- dice y escribe: ’’Adrián no acepta que la mujer lo acompañe, ya la llamará cuando llegue a Barcelona.
La mujer habla del otro lado de la línea, dice que alguna vez él tendrá que contarle a su esposa todo lo que ha ocurrido entre ellos, todo, tanto la felicidad como el sufrimiento.
Como si las palabras le resultaran indiferentes, él pregunta por
qué. Ella responde con otra pregunta. ¿Estás enamorado de tu esposa? Adrián responde. Desde el otro extremo, se escucha un clic’’.
ALICIA LEONOR ORLANDO
por PABLO PUENTE
Nunca supimos de dónde salió. Algunos dicen que se había formado en la Legión Extranjera y otros que era un ex S.A.S. británico; pero yo, que fui su chofer desde el primer contrato que cumplió para el Jefe, sé mejor que nadie que eran todos inventos, leyendas, porque Smith jamás habló del asunto.
Cuando pasaba a buscarlo, se prendía el cinturón de seguridad, controlaba que le arrugara el traje lo menos posible, se ponía los guantes de cuero negro y, mientras enroscaba el silenciador en el cañón de la Sig Sauer, se limitaba a darme indicaciones básicas:
—Usted va a esperarme con el motor en marcha a media cuadra de la puerta, donde yo se lo indique. Cuando me vea salir, arranque despacio. No es preciso llamar la atención.
Una sola vez lo vi tirar. El Jefe organizaba un asado de negocios en la estancia de Luján y quiso que Smith estuviera presente.
Durante la sobremesa, le dijo:
—¿A cuántos metros del alambrado estaremos, Smith?
—Disculpe —respondió—, pero aún no me familiarizo con el sistema métrico. Estamos a veinticinco yardas.
El Jefe accionó su silla de ruedas para ponerse de frente al alambrado y dijo:
—Le doy quinientos dólares por cada tiro clavado en el poste que elija.
—No quiero abusar de su generosidad —dijo Smith—. Prefiero una botella del mejor whisky de malta que haya en la bodega por cada alambre cortado. Cuatro tiros, uno por hilo. Desde arriba hacia abajo. Veinte segundos desde su orden.
Los motores de la silla del Jefe volvieron a oírse mientras giraba para mirar al resto de los invitados:
—Abran los ojos —dijo—, porque esto no se ve todos los días.
Después se acomodó para disfrutar del espectáculo y dijo:
—Estamos listos, Smith. Es su turno.
Lo que oímos a continuación fueron cuatro estampidos, y después de cada uno vimos los alambres cortados chicoteando.
Todos aplaudieron, y Smith asintió para mostrar su agradecimiento.
—Cuatro botellas entonces —dijo Smith—. Tres para el respetable público y una que me llevo.
A la hora del regreso, me entregó la botella:
—Guárdela —dijo—. Podemos llegar a necesitarla.
En la ruta, Smith me preguntó:
—¿Por qué no aplaudió como los demás?
—Porque no me gustó que lo exhiban como atracción.
—Lo felicito. Esa chusma no me merece, y noto con gusto que a usted tampoco —dijo, y ya no volvió a hablar.
Al mes, el Jefe compró un cabaret, y la primera noche lo cerró para que lo disfrutáramos solo algunos de nosotros. “Un regalito para mi mejor gente”, dijo.
Hubo un par de shows de lesbianismo, bailes en el caño y ese tipo de cosas, y después los muchachos empezaron a subir a los cuartos con las mujeres.
— ¿No consume? —me preguntó Smith, señalando con la cabeza la escalera que llevaba a la planta alta.
—No, gracias —dije.
—Me parece la mejor opción —dijo—. Hay mujeres que si no cobraran jamás perderían la virginidad; pero sus compatriotas acá presentes parece que todavía no lo descubren.
Seguramente picado por el alcohol, Bermúdez, uno de los capitanes, se nos acercó y dijo:
—Hagan algo, che, parecen un par de putos. Bah, parecen. Qué se yo si parecen…
Instintivamente quise pararme, pero Smith me contuvo agarrándome de un brazo.
—No se manche —dijo.
Pocos días después encontraron muerto a Bermúdez. El orificio único y perfecto, justo entre las cejas, no necesitó firma.
La última noche que vi a Smith me pidió que lo llevara hasta una casona de Martínez. Me sorprendió que no se pusiera los guantes ni enroscara el silenciador. Estaba más callado que nunca.
—Es una reunión —dijo, mientras me señalaba dónde estacionar—. Puede apagar el motor. Acaso tarde un poco.
Al rato se oyeron tiros. Veinte como mínimo. Y no pasó demasiado tiempo hasta que vi salir a Smith sentado en la silla de ruedas del Jefe.
Acerqué el auto. Smith se trepó. De la rodilla izquierda hacia aba
jo el pantalón era una sola mancha de sangre. —No eran muy buenos —dijo—, pero eran muchos. —Lo llevo al médico —dije.
—Olvídese del asunto. Esta pierna está para cortar ¿Se imagina? El rengo Smith. Forget it. Déme la botella de whisky que nos trajimos del asado y lléveme al río. Conduzca despacio. Hay menos apuro que nunca.
En el camino dijo algunas cosas en inglés, que no entendí. Cuando la voz se le iba, tomaba un trago de whisky y seguía hablando, con la vista fija en el parabrisas.
—Estacione ahí —dijo ni bien vimos la costa—. Aunque un hombre no tenga derecho a ser enterrado en su Patria, tiene derecho, al menos, a morir mirando en dirección hacia el lugar donde nació. Apague el motor, si es tan amable.
Tomó otro trago para aclararse la garganta, sacó de la guantera el silenciador y los guantes y me los entregó.
—Son suyos —dijo—. Creo que su compañía fue lo único disfrutable en esta tierra bárbara. Ahora váyase.
Bajé del auto y encendí un cigarrillo. No alcancé a caminar cincuenta metros cuando oí el disparo.
PABLO PUENTE
por LEVA COSANOVICH
Los dos chicos, que pronto iban a morir, empujaron el Falcon amarillo hasta la esquina. Lo hicieron arrancar sin que el padre de uno de ellos oyera.
Felices por haber vencido su propio temor, buscarían a Roberto, el único que, sobreviviría al accidente. Iban a bailar a uno de los pueblos vecinos.
- No te encontrás con tus amigos como todos los sábados- preguntó la madre de Roberto, al verlo preparar la cama para acostarse.
-No quedé en nada con Gustavo- replicó.
Gustavo era su amigo del alma y compañero del secundario, con
él pasaba, no solo las horas de clase sino también las tardes y los fines de semana ayudándolo en el trabajo. El padre de Gustavo, el dueño del coche, era también propietario de un supermercado, un gordo gracioso al que Roberto quería, como a un padre, del suyo casi no se acordaba. El padre de Gustavo, cuando terminaba la jornada, ponía en su mano unos billetes, que no venían mal para colaborar en la casa.
La madre planchaba un guardapolvo cuando oyó la bocina. Asomada a la ventana percibió a los chicos y se asombró verlo en el coche.
-Te buscan, hoy vienen motorizados- dijo
Ya Roberto estaba de pie.
-Si ma, salgo un ratito a dar unas vueltas y vuelvo, acostate nomás.
Salió, sonrientes los amigos golpearon sus manos. El que iba en al asiento del acompañante sacó un casette del bolsillo, lo besó aparatosamente y lo colocó en el estéreo. El ecualizador comenzó a destellar con flashes armónicos, acompañando el ritmo de la melodía.
(Ese sería uno de los pocos recuerdos de Roberto ¿pero era tan así?).
-¡A Quitilipi, sin escalas! gritó triunfal el conductor.
Juan, el acompañante, había vuelto de Corrientes hacía sólo una semana, después de once meses de trabajar en la construcción. Se acercaba su cumpleaños, pero jamás llegaría a los veinte.
Su padre hubiera querido que se quedara esa noche. -Para charlar- le dijo.
-No entiendo el apuro por salir a vagar- después comentó a su esposa.
-Dejalo, es joven, si no sale ahora, cuándo lo va a hacer. Ya tendrá tiempo de quedarse en casa.
Cuando ocurrió lo que ocurrió, este mismo hombre visitó al único sobreviviente. Al verlo sonrió sin articular palabra. Después lloró desconsolado, acariciándolo con sus curtidas manos.
Roberto sobrevivió, aunque en cada uno de los días, después, no dejó se sentir, algo así como de extrema culpa, repitiendo que nada malo o fuera de lugar habían hecho.
-No íbamos rápido no. La música llenaba el ambiente. Solo música, y las luces titilando en el ecualizador. La noche era cálida, llevábamos las ventanillas abiertas.
Cerré los ojos un momento, apoyé la cabeza mirando hacia el techo y cerré los ojos. Los abrí un segundo antes de chocar con el puente. Y me tiré al agua. Ellos quedaron sumergidos. La luna en perfecta sintonía con el río, traía y borraba las figuras de mis dos amigos, allí, dentro del coche. Y yo no hice nada por ellos, mi mente decía de salvarme yo, porque pensé en vos mamá y en mis hermanos.
LEVA COSANOVICH
Coordina: VICENTE BATTISTA
No me canso de repetir que escribir es corregir. Ese es el criterio que utilizamos en el Taller: luego de una primera lectura en voz alta, digamos que para conocer el tema, vamos directamente a la escritura con el fin de determinar si es adecuada a la historia que está narrando. El propósito es que todos intervengan con sus opiniones, críticas y elogios. Invariablemente, deberán explicar el por qué de la crítica o la razón del elogio.
En base a ese criterio se seleccionaron los cuentos. El juicio definitivo queda a cuenta de cada lector.
VICENTE BATTISTA
por JAVIER CARREIRA
Era noche de verano. Juan, hundido en el sillón, miraba TV a todo volumen. Sostenía una lata de cerveza con una mano y el control remoto con la otra. Junto a él había un paquete de papas fritas y otras dos cervezas sobre una mesita ratona. Su torso estaba desnudo y en su gordo abdomen se reflejaban los coloridos destellos de la televisión. Juan subió los pies a la mesita ratona y se acomodó mejor en el sillón. Reía de casi todo lo que veía y el sonido de la risa superaba el volumen del aparato. Juan... - dijo Mirta, desde la cocina.- ¡Juan! ¿No escuchás el timbre?
-¿Eh? - Juan bajó el volumen de la TV- ¿Qué me decís?
-Que atiendas el timbre. Yo no puedo...
-¿Sonó el timbre?
-¡Si sonó! ¡Atendé te digo!
Juan, atascado en el sillón, intentó levantarse, contrajo el abdomen tanto como pudo y volvió a intentarlo. Una vez de pie, limpió su torso de pedazos de papas fritas, buscó su remera.
Sonó nuevamente el timbre. - ¡Juan! - gritó Mirta.
-Estoy yendo.
-¡Dale, querés!
-Si, si...
No podía encontrar su remera por ningún lado. El timbre sonó por tercera vez y Mirta volvió a gritar. Juan dejó de buscar, se acercó a la puerta y observó por la mirilla. Vio a un sujeto de gran mentón, cabeza rapada y manos detrás de la espalda. Entreabrió, asomó la cabeza y examinó el uniforme de cabo que vestía el visitante.
-Si- dijo Juan.
-Usted es Juan Manuel Ricardi -preguntó el otro.
-Si, si... si, soy yo...
- Señor, debe acompañarme...
-¿Cómo?
-Que debe acompañarme, estamos en guerra.
¿En guerra? ¿Desde cuando? Yo no oí nada...
Es una guerra encubierta por los medios, señor. Tiene un diario.
-Si, creo que si...
-Si me permite pasar le muestro.
-Bueno, pase.
- Permiso... Juan buscó el diario, se lo dio.
-Mire esta noticia. Escuche: «Choque de colectivos en el barrio de once: cuatrocientos muertos» .No le suena raro.
- Bueno, en este país los colectivos van cada día mas llenos... respondió Juan rascándose la nuca.
-Creo que no me entiende. A ver esta otra, escuche: «Continúa el flagelo de la pirotecnia ilegal: edificio de SIDE derrumbado por cañita voladora.». Que me dice.
-Disculpe, no entiendo a qué va...
-Juan ¿Quien era?- dijo Mirta.
Un oficial de la marina, lo dejé pasar...
Soy cabo del ejército- aclaró el militar.
-Eso...
Mirta entró en la habitación. Llevaba el cabello atado con una gomita y el lazo del delantal deshecho. - Que pasa- preguntó
-Este señor dice que hay una guerra encubierta por la prensa...
- Así es señora - intervino el militar- le estuve leyendo algunos titulares a su marido. Escuche éste: «Crimen pasional en el barrio de Palermo: Mujer despechada asesina a sus trescientos veintitrés amantes» Se da cuenta señora
-Claro que me doy cuenta, sólo un idiota tan grande como mi marido no se daría cuenta. No había leído el diario todavía. Por lo visto compraron a la prensa. Me deja perpleja. Aunque yo sabía que se acercaba el fin... y dígame: Quién nos ataca ¿Los yanquis? ¿Inglaterra?
-No lo sabemos...
- Y usted viene a reclutar a mi esposo para pelear. No es así.
-No exactamente – el militar meditó unos segundos -...la guerra está perdida, señora. Sabemos que a medianoche nos lanzarán la bomba de hidrógeno. Buenos Aires dejará de existir. Y en cuestión de días el resto del país correrá igual destino.
-¡Dios mió!- dijo el matrimonio al unísono. Mirta cruzó los brazos
-Entonces a que viene – preguntó.
- El Gobierno ha seleccionado un grupo de hombres para preservar la sociedad argentina. Tenemos un refugio subterráneo al efecto...
-¿Me esta queriendo decir que mi marido es uno de esos hombres? - dijo Mirta.
- Así es señora. Por cierto -.Y miró a Juan, ordenándole- Báñese y reúna su ropa en un bolso. Rápido por favor. Debo llevarlo a la base, no tenemos mucho tiempo.
Juan fue al dormitorio. El militar y Mirta cruzaron miradas esquivas. Mirta carraspeaba intentando llamar su atención.-No lo puedo creer-dijo. El militar no escuchó, observaba los motivos del empapelado.
-Quiere café mientras espera- dijo Mirta -Bueno, muchas gracias señora. -Venga, vamos a la cocina. El militar fue detrás de ella y tomó asiento.
-¿Y como es la vida en el ejército? – preguntó Mirta.
-Bueno... gratificante...
-Sólo eso.
-...supongo que si...
- Por lo que veo no es un hombre de muchas palabras...Sabe, yo tengo un título en filosofía, el año pasado me editaron un libro. También escribo artículos para revistas culturales. ¿Usted es lector?
-...Algo...
-Mirta Ricardi, no le suena.
-Mmm...No...
Seguro es a mi marido a quien busca
Seguro...
-Quizá le dieron la dirección correcta, pero se equivocaron en el nombre...
-No lo creo...
Entiendo -dijo Mirta -El café con azúcar o edulcorante.
Dos de azúcar por favor.
Juan salió del baño cubierto con una toalla. Desde el dormitorio gritó: Mirta ¿No viste mi carné de San Lorenzo?
- Para que mierda querés el carné de San Lorenzo. Va a caer la bomba de hidrógeno, salame. No va a quedar ni el hipódromo...
- Se da cuenta- dijo Mirta al militar- Ve por qué le pregunto si no
hay una equivocación. Este hombre es un perfecto estúpido. El militar no contestó. Mirta sirvió una taza. - Aquí tiene el café- dijo
-Gracias, señora- contestó el militar -¿Seguro no hay un error?
-Seguro... - dijo el hombre.
- Discúlpeme - Mirta corrió al comedor, sonaba el teléfono, atendió -Hola...
-Hola ¿Mirta? Habla Zulma. No sabes lo que me pasó. Un soldado vino a casa diciendo que hay guerra y que al Roque lo eligieron para continuar la sociedad argentina...
- ¡Pará Zulma! ¿Al Roque? ¿Tu marido? ¿Ese pajero?
-Si Mirta, increíble, y me acaba de llamar Moni, dice que reclutaron a Oscar...
-¡Oscar! ¡Dios mió! ¡Es peor de lo que pensé! ...De acá se están llevando a Juan...
-¡No me digas!
- Si Zulma, lo que escuchás. Mirá, te dejo que ya se está por ir...
Mirta volvió a la cocina. El militar había terminado su café y miraba por la ventana. Silbaba un tango. Juan apareció con un bolso azul en su mano. - Estoy listo- dijo
- Debemos partir inmediatamente- ordenó el militar y caminó hasta la puerta.
Juan comenzó a llorar como un chico de seis años. En los agujeros de su nariz se formaron burbujas. Mirta le alcanzó un pañuelo: -Tomá, limpiate y no llorés más- dijo.
Juan la abrazó. No sabía que decir; no dijo nada.
- Ok ok, andá Juan -dijo Mirta- no hagas esperar al señor. Juan y el militar abandonaron el departamento.
POR ALICIA LEONOR ORLANDO
En apacible quietud, Adrián, como frente a una cámara de filmación, enciende un cigarrillo, el fósforo cae, rápidamente destellea y se apaga.
Deseo a este hombre.
El acaricia mi cara, mis labios, mis ojos cerrados. Dice algo. Pregunto qué ha dicho.
Contesta:-¿nunca te lo planteaste?
Va hacia una puerta, la abre, vacila, estudia la dirección que ha de tomar, cruza la puerta. No son ilusiones ópticas ni efectos de mala iluminación cinematográfica, sino zonas discontinuas, erosionadas por el tiempo. Yo también cruzo la puerta, no se si dócilmente o arrojada al laberinto. Ya no soy una mujer, soy un maniquí. La misma secuencia se repite varias veces, voy, no se si arrojada, maniquí o náufraga del paraíso perdido, pero lo hago dócilmente, aunque deba forzar el cuerpo y me tiemblen las piernas.
Cambia la secuencia. La cafetería ostenta el cartel 2666 en el frente.
Adrián, apoyado en la barra, toma un aperitivo. Tiene la piel tostada, el cuerpo trabajado a fondo, vestido con bermudas, remera y zapatillas de marca. En el anular, una alianza.
-Hablemos – dice
-De qué
-De la felicidad. Es curiosa la felicidad, viene de golpe, dan ganas de llevársela- Y con gesto actoral agrega -“soy voluble, hace una semana te amaba, en momentos de exaltación llegué a pensar que éramos una pareja del paraíso. Pero ya sabes que sólo soy un fracasado: esas parejas existen lejos de aquí, en París, en Berlín…
Le interrumpo - Bolaño, Adrián repetís a Bolaño. Quitemos los efectos dramáticos-
La historia es la misma e inevitable, la del amor que se interrumpirá.
Un barco de turistas entra por el canal, una voz de mujer habla en italiano, oírla tan fuerte por el altavoz constituye un alivio. Quiero decir: Adrián y yo callamos. Pero en mi corazón y en mi cabeza, subyace el paisaje del laberinto.
La escritora confía que un poco de aire y movimiento le ayudará a alejarse por un rato de sus personajes. Es madrugada, en el reloj son seis menos diez. Deambula por la playa, puede ser Ostende. El andar la va llevando a la cafetería. El cartel 2666 ocupa la pantalla.
En el fondo, de cara a la luz muerta del aparato de TV, que brilla sin sonido, un mochilero escribe. Ella se sienta, el desconocido da vuelta la cara, la mira por sobre los lentes con ojitos de zorro.
Surge en la escritora la visión de ese rostro, se sobresalta. Sabe que él no puede ser él. Si bien a Bolaño lo había encontrado un par de veces, en breves pero intensos encuentros, sabía de su muerte en Barcelona.
Son rasgos comunes o mi capacidad de fabulación, dice hablando para consigo misma, con el propósito de no prestar más atención al individuo.
Con increíble seguridad, el mochilero hace anotaciones en un block.
Después arranca la hoja. La hoja cae.
Ella recoge el papel, hace una lectura rápida: Son las seis y la voz en off de la mujer dice que lo acompañará al avión. No es necesario, dice él.
El mochilero guarda sus cosas, se pone de pie, la imagen queda inmóvil, un lapsus intencional oscurece la escena, como si la escenografía conspirara para perderlo de vista o borrarle el rastro.
Al instante una anciana ocupa el lugar que ocupaba el mochilero, luego aquella se levanta y se sienta un marino.
La escritora se acerca, pregunta si ha visto salir a un mochilero, él no está seguro, cree sí haber visto a una anciana.
-Ha sido un deslumbramiento – dice ella.
Casi sin transición, la escritora pone la hoja manuscrita sobre el escritorio. Enciende la PC, abre la página de word y copia: “Son las seis y la voz en off de la mujer dice que lo acompañará al avión”
El recuerdo le trae a Bolaño hablando de la declinación de su salud y del miedo de no llegar a terminar su última obra.
-En fin- dice y escribe: ’’Adrián no acepta que la mujer lo acompañe, ya la llamará cuando llegue a Barcelona.
La mujer habla del otro lado de la línea, dice que alguna vez él tendrá que contarle a su esposa todo lo que ha ocurrido entre ellos, todo, tanto la felicidad como el sufrimiento.
Como si las palabras le resultaran indiferentes, él pregunta por
qué. Ella responde con otra pregunta. ¿Estás enamorado de tu esposa? Adrián responde. Desde el otro extremo, se escucha un clic’’.
ALICIA LEONOR ORLANDO
por PABLO PUENTE
Nunca supimos de dónde salió. Algunos dicen que se había formado en la Legión Extranjera y otros que era un ex S.A.S. británico; pero yo, que fui su chofer desde el primer contrato que cumplió para el Jefe, sé mejor que nadie que eran todos inventos, leyendas, porque Smith jamás habló del asunto.
Cuando pasaba a buscarlo, se prendía el cinturón de seguridad, controlaba que le arrugara el traje lo menos posible, se ponía los guantes de cuero negro y, mientras enroscaba el silenciador en el cañón de la Sig Sauer, se limitaba a darme indicaciones básicas:
—Usted va a esperarme con el motor en marcha a media cuadra de la puerta, donde yo se lo indique. Cuando me vea salir, arranque despacio. No es preciso llamar la atención.
Una sola vez lo vi tirar. El Jefe organizaba un asado de negocios en la estancia de Luján y quiso que Smith estuviera presente.
Durante la sobremesa, le dijo:
—¿A cuántos metros del alambrado estaremos, Smith?
—Disculpe —respondió—, pero aún no me familiarizo con el sistema métrico. Estamos a veinticinco yardas.
El Jefe accionó su silla de ruedas para ponerse de frente al alambrado y dijo:
—Le doy quinientos dólares por cada tiro clavado en el poste que elija.
—No quiero abusar de su generosidad —dijo Smith—. Prefiero una botella del mejor whisky de malta que haya en la bodega por cada alambre cortado. Cuatro tiros, uno por hilo. Desde arriba hacia abajo. Veinte segundos desde su orden.
Los motores de la silla del Jefe volvieron a oírse mientras giraba para mirar al resto de los invitados:
—Abran los ojos —dijo—, porque esto no se ve todos los días.
Después se acomodó para disfrutar del espectáculo y dijo:
—Estamos listos, Smith. Es su turno.
Lo que oímos a continuación fueron cuatro estampidos, y después de cada uno vimos los alambres cortados chicoteando.
Todos aplaudieron, y Smith asintió para mostrar su agradecimiento.
—Cuatro botellas entonces —dijo Smith—. Tres para el respetable público y una que me llevo.
A la hora del regreso, me entregó la botella:
—Guárdela —dijo—. Podemos llegar a necesitarla.
En la ruta, Smith me preguntó:
—¿Por qué no aplaudió como los demás?
—Porque no me gustó que lo exhiban como atracción.
—Lo felicito. Esa chusma no me merece, y noto con gusto que a usted tampoco —dijo, y ya no volvió a hablar.
Al mes, el Jefe compró un cabaret, y la primera noche lo cerró para que lo disfrutáramos solo algunos de nosotros. “Un regalito para mi mejor gente”, dijo.
Hubo un par de shows de lesbianismo, bailes en el caño y ese tipo de cosas, y después los muchachos empezaron a subir a los cuartos con las mujeres.
— ¿No consume? —me preguntó Smith, señalando con la cabeza la escalera que llevaba a la planta alta.
—No, gracias —dije.
—Me parece la mejor opción —dijo—. Hay mujeres que si no cobraran jamás perderían la virginidad; pero sus compatriotas acá presentes parece que todavía no lo descubren.
Seguramente picado por el alcohol, Bermúdez, uno de los capitanes, se nos acercó y dijo:
—Hagan algo, che, parecen un par de putos. Bah, parecen. Qué se yo si parecen…
Instintivamente quise pararme, pero Smith me contuvo agarrándome de un brazo.
—No se manche —dijo.
Pocos días después encontraron muerto a Bermúdez. El orificio único y perfecto, justo entre las cejas, no necesitó firma.
La última noche que vi a Smith me pidió que lo llevara hasta una casona de Martínez. Me sorprendió que no se pusiera los guantes ni enroscara el silenciador. Estaba más callado que nunca.
—Es una reunión —dijo, mientras me señalaba dónde estacionar—. Puede apagar el motor. Acaso tarde un poco.
Al rato se oyeron tiros. Veinte como mínimo. Y no pasó demasiado tiempo hasta que vi salir a Smith sentado en la silla de ruedas del Jefe.
Acerqué el auto. Smith se trepó. De la rodilla izquierda hacia aba
jo el pantalón era una sola mancha de sangre. —No eran muy buenos —dijo—, pero eran muchos. —Lo llevo al médico —dije.
—Olvídese del asunto. Esta pierna está para cortar ¿Se imagina? El rengo Smith. Forget it. Déme la botella de whisky que nos trajimos del asado y lléveme al río. Conduzca despacio. Hay menos apuro que nunca.
En el camino dijo algunas cosas en inglés, que no entendí. Cuando la voz se le iba, tomaba un trago de whisky y seguía hablando, con la vista fija en el parabrisas.
—Estacione ahí —dijo ni bien vimos la costa—. Aunque un hombre no tenga derecho a ser enterrado en su Patria, tiene derecho, al menos, a morir mirando en dirección hacia el lugar donde nació. Apague el motor, si es tan amable.
Tomó otro trago para aclararse la garganta, sacó de la guantera el silenciador y los guantes y me los entregó.
—Son suyos —dijo—. Creo que su compañía fue lo único disfrutable en esta tierra bárbara. Ahora váyase.
Bajé del auto y encendí un cigarrillo. No alcancé a caminar cincuenta metros cuando oí el disparo.
PABLO PUENTE
por LEVA COSANOVICH
Los dos chicos, que pronto iban a morir, empujaron el Falcon amarillo hasta la esquina. Lo hicieron arrancar sin que el padre de uno de ellos oyera.
Felices por haber vencido su propio temor, buscarían a Roberto, el único que, sobreviviría al accidente. Iban a bailar a uno de los pueblos vecinos.
- No te encontrás con tus amigos como todos los sábados- preguntó la madre de Roberto, al verlo preparar la cama para acostarse.
-No quedé en nada con Gustavo- replicó.
Gustavo era su amigo del alma y compañero del secundario, con
él pasaba, no solo las horas de clase sino también las tardes y los fines de semana ayudándolo en el trabajo. El padre de Gustavo, el dueño del coche, era también propietario de un supermercado, un gordo gracioso al que Roberto quería, como a un padre, del suyo casi no se acordaba. El padre de Gustavo, cuando terminaba la jornada, ponía en su mano unos billetes, que no venían mal para colaborar en la casa.
La madre planchaba un guardapolvo cuando oyó la bocina. Asomada a la ventana percibió a los chicos y se asombró verlo en el coche.
-Te buscan, hoy vienen motorizados- dijo
Ya Roberto estaba de pie.
-Si ma, salgo un ratito a dar unas vueltas y vuelvo, acostate nomás.
Salió, sonrientes los amigos golpearon sus manos. El que iba en al asiento del acompañante sacó un casette del bolsillo, lo besó aparatosamente y lo colocó en el estéreo. El ecualizador comenzó a destellar con flashes armónicos, acompañando el ritmo de la melodía.
(Ese sería uno de los pocos recuerdos de Roberto ¿pero era tan así?).
-¡A Quitilipi, sin escalas! gritó triunfal el conductor.
Juan, el acompañante, había vuelto de Corrientes hacía sólo una semana, después de once meses de trabajar en la construcción. Se acercaba su cumpleaños, pero jamás llegaría a los veinte.
Su padre hubiera querido que se quedara esa noche. -Para charlar- le dijo.
-No entiendo el apuro por salir a vagar- después comentó a su esposa.
-Dejalo, es joven, si no sale ahora, cuándo lo va a hacer. Ya tendrá tiempo de quedarse en casa.
Cuando ocurrió lo que ocurrió, este mismo hombre visitó al único sobreviviente. Al verlo sonrió sin articular palabra. Después lloró desconsolado, acariciándolo con sus curtidas manos.
Roberto sobrevivió, aunque en cada uno de los días, después, no dejó se sentir, algo así como de extrema culpa, repitiendo que nada malo o fuera de lugar habían hecho.
-No íbamos rápido no. La música llenaba el ambiente. Solo música, y las luces titilando en el ecualizador. La noche era cálida, llevábamos las ventanillas abiertas.
Cerré los ojos un momento, apoyé la cabeza mirando hacia el techo y cerré los ojos. Los abrí un segundo antes de chocar con el puente. Y me tiré al agua. Ellos quedaron sumergidos. La luna en perfecta sintonía con el río, traía y borraba las figuras de mis dos amigos, allí, dentro del coche. Y yo no hice nada por ellos, mi mente decía de salvarme yo, porque pensé en vos mamá y en mis hermanos.
LEVA COSANOVICH
jueves, 25 de febrero de 2010
TALLER DE OPERA
Enrique Sirvén nos adelanta algunas líneas del programa del taller en el 2010
En el año del bicentenario vamos a ocuparnos -por fin- de nuestra música, la más difícil de conseguir (el taller depende de la música plasmada en imagen que es nuestro texto a considerar), pero algunas cosas importantes vamos consiguiendo. Por ejemplo, el concierto con obras de clásicos sudamericanos del siglo XX que ofreció nada menos que la Orquesta Filarmónica de Berlín, con la dirección del joven talento que es el venezolano Gusta Dudamel en el Escenario del bosque en Berlín en junio del 2008, un concierto multitudinario y popular al aire libre. Una oportunidad para conocer las obras más importantes del género sinfónico como la Sinfonía India del mexicano Carlos Chávez, entre otras, por supuesto la música para el ballet Estancia del argentino Alberto Ginastera, bises, con las joyitas de algún tango como A fuego lento de Horacio Salgán o el mambo de Bernstein. También veremos un documental que cuenta justamente el milagro venezolano de las Orquestas infantiles y juveniles que comenzó en 1975 y que continúa dando talentos como el de Dudamel que está en un primer lugar internacional. También veremos a los mejores talentos argentinos como Martha Argerich; Julio Bocca y los grandes cantantes líricos de hoy. Otro capítulo importante girará alrededor de la figura de Federico García Lorca y de Manuel de Falla en relación con el compositor argentino Juan José Castro, quien convirtió en óperas a La zapatera prodigiosa y Bodas de sangre. Del otro español Falla, consideraremos su ópera inconclusa por póstuma, La atlántida, la cual idealiza la conquista española, de la cual rescatamos sus valores artísticos y musicales, además de haberla compuesto en su exilio en nuestro país.
Eso por ahora como adelanto del programa del Taller Opera para todos en relación con el bicentenario. Probablemente siga en el mismo horario del año pasado los lunes a las 16.30.
En el año del bicentenario vamos a ocuparnos -por fin- de nuestra música, la más difícil de conseguir (el taller depende de la música plasmada en imagen que es nuestro texto a considerar), pero algunas cosas importantes vamos consiguiendo. Por ejemplo, el concierto con obras de clásicos sudamericanos del siglo XX que ofreció nada menos que la Orquesta Filarmónica de Berlín, con la dirección del joven talento que es el venezolano Gusta Dudamel en el Escenario del bosque en Berlín en junio del 2008, un concierto multitudinario y popular al aire libre. Una oportunidad para conocer las obras más importantes del género sinfónico como la Sinfonía India del mexicano Carlos Chávez, entre otras, por supuesto la música para el ballet Estancia del argentino Alberto Ginastera, bises, con las joyitas de algún tango como A fuego lento de Horacio Salgán o el mambo de Bernstein. También veremos un documental que cuenta justamente el milagro venezolano de las Orquestas infantiles y juveniles que comenzó en 1975 y que continúa dando talentos como el de Dudamel que está en un primer lugar internacional. También veremos a los mejores talentos argentinos como Martha Argerich; Julio Bocca y los grandes cantantes líricos de hoy. Otro capítulo importante girará alrededor de la figura de Federico García Lorca y de Manuel de Falla en relación con el compositor argentino Juan José Castro, quien convirtió en óperas a La zapatera prodigiosa y Bodas de sangre. Del otro español Falla, consideraremos su ópera inconclusa por póstuma, La atlántida, la cual idealiza la conquista española, de la cual rescatamos sus valores artísticos y musicales, además de haberla compuesto en su exilio en nuestro país.
Eso por ahora como adelanto del programa del Taller Opera para todos en relación con el bicentenario. Probablemente siga en el mismo horario del año pasado los lunes a las 16.30.
domingo, 7 de febrero de 2010
COARTADAS Nº 5
TALLER DE OPERA / Coordinación : E.SIRVEN
WAGNER Y LA OPERA ALEMANA por E.Sirvén
Este segundo año nos centramos en la ópera alemana, especialmente en la obra de Wagner. Porque, a pesar de que la actividad lírica local es muy intensa, no se están representando obras de él, por ser producciones muy caras y nuestros cantantes no las suelen tener en repertorio. Con la excepción de El Holandés Errante, la última que se representó en el Teatro Avenida, una sala grande, con un foso de orquesta limitado que no permite ir más allá, en cuanto a los dramas líricos wagnerianos.
En cuanto a los contenidos empezamos por el principio, aunque dejando a Mozart por el momento, circunscribiéndonos al siglo XIX, consideramos a la única creación dramática de Beethoven, Fidelio, un singspiel como las óperas alemanas del mismo Mozart, con diálogos, que excede ampliamente al género, sobre todo en el final, anticipo de la Novena Sinfonía. También lo hace en sus intenciones éticas, al contar el rescate de un preso político, desaparecido, por parte de su heroica esposa. Lo vimos en una versión histórica realizada en la Opera de Viena con la dirección de Leonard Bernstein, con un elenco muy importante, en pantalla grande con subtítulos en español. Luego llegamos al emblemático El cazador Furtivo de Carl María von Weber, leyenda romántica alemana con todos los ingredientes para serlo, la presencia de la naturaleza pero también desde su lado hostil, tenebrosa, inquietante. Un pacto con el diablo que deberá medirse con las fuerzas celestes, mientras en la tierra, prima el color local, entre marchas y danzas. Una obra poco conocida todavía aquí, la cual, como excepción, tuvimos que conformarnos con subtítulos en inglés.
Hicimos un paréntesis en cuanto a lo germano para considerar al francés Berlioz, a través de su versión del mito fáustico titulado La condenación de Fausto. Nos parece que es él, quien mejor continúa el trayecto anterior a Wagner, incluso con su pose y sus desmesuras. También por lo ambicioso de sus proyectos que no tuvieron la suerte de encontrar a un rey para realizarlos. La vimos en una puesta en escena de La fura Dels Baus. (¿Quién mejor que la compañía catalana si de desmesura se trata?). Lo que pareció en su tiempo irrealizable tiene hoy un tratamiento de tipo cinematográfico que lo hace posible.
Llegó entonces la hora de afrontar la experiencia wagneriana ¿Por dónde empezar? Nos decidimos por Lohengrin, su última ópera romántica, antes de los dramas musicales de la madurez. El preferido de los públicos latinos por sus más líricas y atractivas inflexiones vocales. Además del mito que se abre a tantas interpretaciones, que nos habla de la misma postura de Wagner frente al mundo, como elegido, proveniente de un mundo superior y espiritual, al cual la misma razón no debe interpelar...
Después del receso, durante el mismo cuatrimestre, nos preparamos para afrontar el mundo de El anillo de los Nibelungos, si no su obra más perfecta, la más ambiciosa y donde mejor pone en juego sus teorías que revolucionaron para siempre el mundo del teatro lírico. Tales como la obra de arte total, la melodía infinita...que son rasgos de la música del futuro como le gustaba llamarla.
martes, 5 de enero de 2010
Revista coartadas nº5
SEMINARIO DE TEORIA Y CRITICA LITERARIA 2009
Coordina: OSVALDO GALLONE
El Seminario de Teoría y Crítica Literaria correspondiente al año 2009 se compone de los siguientes textos y autores: LA CONCIENCIA DE ZENO, Ítalo Svevo; LA CONDICION HUMANA, André Malraux; EL DESIERTO DE LOS TARTAROS, Dino Buzzati; LOS MONEDEROS FALSOS, André Gide; EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS, Joseph Conrad; MEMORIAS DE ADRIANO, Marguerite Yourcenar; LA MUERTE EN VENECIA, Thomas Mann; HISTORIA DEL CERCO DE LISBOA, José Saramago; y EL CASTILLO EN EL BOSQUE, Norman Mailer.
La primera razón que puede dar cuenta de la elección de estas novelas es pedestre, prolijamente arbitraria, pero absolutamente insoslayable: me gustan, las leo y las releo con placer (algunas, como es obvio, más que otras), aspiro a que se transmita mi entusiasmo al respecto. Es el riesgo que se corre cuando uno asiste a un seminario: algo tan subjetivo como el gusto (la empatía, la identidad, la inclinación) de quien lo dicta opera como un factor predominante. Y agregaría: es una constatación tan inevitable como necesaria.
La segunda razón resulta, acaso, tan pedestre como la primera: considero que son novelas, cada una en su registro y en su particular propuesta, soberbiamente escritas. Este argumento no sólo es adocenado, sino que debería ser obvio; pero en una narrativa como la contemporánea (desde la argentina hasta la norteamericana, salvo clarísimas excepciones), donde predomina la escritura basta, tal obviedad deja de serlo para convertirse en una razón de peso.
Creo, por fin, que cada una de estas novelas marcó una época, es paradigmática: desde la introducción del psicoanálisis como tema literario en la ficción (LA CONCIENCIA DE ZENO) hasta la resignada y suicida asunción de la espera (EL DESIERTO DE LOS TARTAROS) pasando por la épica (LA CONDICION HUMANA), la brillante introspección (MEMORIAS DE ADRIANO), el diálogo con la más pavorosa oscuridad (EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS), la experimentación de las formas (LOS MONEDEROS FALSOS), la celebración de la ficción (HISTORIA DEL CERCO DE LISBOA), la lenta degradación del sujeto (LA MUERTE EN VENECIA) o el notable riesgo que supone tomar al personaje histórico más inasible del siglo XX e insertarlo en una trama ficcional (EL CASTILLO EN EL BOSQUE).
Razones, pues, no faltan; pero acaso -sólo acaso- tampoco sean necesarias.
OSVALDO GALLONE
EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS- DINO BUZZATI / Reseña por Alicia Orlando
La reiteración angustiante en las obras de Buzzati, Conrad o Kafka, está continuamente presente en relación a pesadilla- realidad.
En El Desierto de los Tártaros, la reiteración se encuentra en la inmovilidad absoluta del tiempo y el espacio. Los personajes no pueden dejar la fortaleza ya que el tiempo no transcurre, no hay declinación física en los individuos. El teniente Drogo, protagonista, sabe que han pasado quince años desde su entrada a la fortaleza, pero no tiene conciencia del paso del tiempo. Existe un solo signo real, sus ascensos hasta llegar a coronel.
La dilatación de los acontecimientos se hace infinita (lo que se piensa hacer y lo que se va a hacer cuando estén dadas las condiciones). De ahí la dinámica exasperante de la reiteración. La palabra mañana parece cercana pero inalcanzable. Los tártaros y la fortaleza son la esperanza. Con la venida de los tártaros llegará el día de gloria, y todos suponen a los invasores de distinta manera, pero nadie los ve. Igual ocurre cuando el teniente Drogo se pone una capa y la prenda resulta invisible para los otros.
En cuanto al espacio, la fortaleza es multiforme, sin límites precisos, está en todas partes, todo el espacio es la fortaleza, un laberinto pesadillesco, nadie puede salir y todos quieren hacerlo. Drogo dice que parece un larguísimo muro con nada detrás.
La fortaleza cumple la función del sujeto colectivo, quien mata y quien muere carece de nombre, lo importante es la eficiencia con que se mata y no la muerte, diluyendo así al sujeto singular.
Casi toda la novela está contada desde Drogo. El héroe épico busca la batalla, Drogo tan sólo la sueña, sin haber hecho nada de provecho. Y cuando parece producirse un ataque y posibilidades de batalla, el médico y el coronel lo obligan a irse, razones que provocan tristeza y resignación… pide un catalejo, pero espera no divisar nada, que la carretera estuviese desierta, ni la menor señal de vida.
¿Y si todo fuese un engaño y la novela, una mera fantasía del protagonista? Consumido por la enfermedad, afronta la única batalla definitiva, en la oscuridad de un cuarto, aunque nadie lo viera, sonríe.
LA CONCIENCIA DE ZENO - ITALO SVEVO / Reseña por Liz Spett
Cuando leí La Conciencia de Zeno durante el verano de 2009, sin la siempre iluminadora y grata dirección de lectura de Osvaldo Gallone, sentí simpatía por el protagonista; un hombrecito lleno de preguntas y pocas respuestas. Un neurótico más, desde el psicoanálisis. No es casual esta alusión. Había leído con anterioridad Senectud del mismo autor, de 1898, y creí entrever en Svevo una escritura diferente de la de sus contemporáneos, a excepción de Joyce, quien fuera su profesor de inglés en la academia Berlitz de Trieste en1898, justamente el mismo año de escritura de La Interpretación de los Sueños. Gallone terminó de confirmar mi parecer.
En el espíritu de la época flotaba un cambio sideral en la concepción de sujeto. Freud anunciaba que "otra escena" de la cual teníamos noticias sólo por sueños, lapsus y olvidos comandaba muchas de nuestras decisiones y hasta nuestro modo de ser en el mundo. Pavada de novedad. Pura revolución y como toda revolución, saludada por unos, ignorada por otros. Reconocí en Zeno una especie de Woody Allen, que sin ser un gran escritor resume las características del héroe trágico de la modernidad: un pequeño hombre que trata de escabullirse de lo inescapable: la enfermedad y la muerte- certísima- Algo del también enfermizo Proust se me colaba en la lectura de Svevo. Gallone se encargó de diferenciar las dos concepciones de tiempo que manejaban tanto uno como el otro. La rumia, la inactividad de Zeno, lejos de irritarme como en el caso de Drogo en El desierto de los Tártaros, que Alicia L. Orlando trata en esta ocasión, me movía a risa.
El run- run que molesta a Zeno, pero no tanto como para despertarse temprano por las mañanas e ir a trabajar en serio y en serie, confieren a este libro el nombre de "novela de ideas de personajes" no del autor. Y es eso lo que me gusta precisamente.
El de Zeno, es un modo de tomarse la vida en forma generosa, como un añejo jerez y un tanto frívola, si se me permite. Sus temas: las mujeres, el tiempo, la paternidad, el matrimonio, el tabaco, la enfermedad y la muerte ¿No son acaso, los grandes temas de los pequeños neuróticos que somos todos?
Me gustó mucho La Conciencia de Zeno aunque yo lo hubiese titulado "El Inconciente de Zeno" con lo cual se hubiesen abierto al menos dos preguntas más.
Coordina: OSVALDO GALLONE
El Seminario de Teoría y Crítica Literaria correspondiente al año 2009 se compone de los siguientes textos y autores: LA CONCIENCIA DE ZENO, Ítalo Svevo; LA CONDICION HUMANA, André Malraux; EL DESIERTO DE LOS TARTAROS, Dino Buzzati; LOS MONEDEROS FALSOS, André Gide; EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS, Joseph Conrad; MEMORIAS DE ADRIANO, Marguerite Yourcenar; LA MUERTE EN VENECIA, Thomas Mann; HISTORIA DEL CERCO DE LISBOA, José Saramago; y EL CASTILLO EN EL BOSQUE, Norman Mailer.
La primera razón que puede dar cuenta de la elección de estas novelas es pedestre, prolijamente arbitraria, pero absolutamente insoslayable: me gustan, las leo y las releo con placer (algunas, como es obvio, más que otras), aspiro a que se transmita mi entusiasmo al respecto. Es el riesgo que se corre cuando uno asiste a un seminario: algo tan subjetivo como el gusto (la empatía, la identidad, la inclinación) de quien lo dicta opera como un factor predominante. Y agregaría: es una constatación tan inevitable como necesaria.
La segunda razón resulta, acaso, tan pedestre como la primera: considero que son novelas, cada una en su registro y en su particular propuesta, soberbiamente escritas. Este argumento no sólo es adocenado, sino que debería ser obvio; pero en una narrativa como la contemporánea (desde la argentina hasta la norteamericana, salvo clarísimas excepciones), donde predomina la escritura basta, tal obviedad deja de serlo para convertirse en una razón de peso.
Creo, por fin, que cada una de estas novelas marcó una época, es paradigmática: desde la introducción del psicoanálisis como tema literario en la ficción (LA CONCIENCIA DE ZENO) hasta la resignada y suicida asunción de la espera (EL DESIERTO DE LOS TARTAROS) pasando por la épica (LA CONDICION HUMANA), la brillante introspección (MEMORIAS DE ADRIANO), el diálogo con la más pavorosa oscuridad (EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS), la experimentación de las formas (LOS MONEDEROS FALSOS), la celebración de la ficción (HISTORIA DEL CERCO DE LISBOA), la lenta degradación del sujeto (LA MUERTE EN VENECIA) o el notable riesgo que supone tomar al personaje histórico más inasible del siglo XX e insertarlo en una trama ficcional (EL CASTILLO EN EL BOSQUE).
Razones, pues, no faltan; pero acaso -sólo acaso- tampoco sean necesarias.
OSVALDO GALLONE
EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS- DINO BUZZATI / Reseña por Alicia Orlando
La reiteración angustiante en las obras de Buzzati, Conrad o Kafka, está continuamente presente en relación a pesadilla- realidad.
En El Desierto de los Tártaros, la reiteración se encuentra en la inmovilidad absoluta del tiempo y el espacio. Los personajes no pueden dejar la fortaleza ya que el tiempo no transcurre, no hay declinación física en los individuos. El teniente Drogo, protagonista, sabe que han pasado quince años desde su entrada a la fortaleza, pero no tiene conciencia del paso del tiempo. Existe un solo signo real, sus ascensos hasta llegar a coronel.
La dilatación de los acontecimientos se hace infinita (lo que se piensa hacer y lo que se va a hacer cuando estén dadas las condiciones). De ahí la dinámica exasperante de la reiteración. La palabra mañana parece cercana pero inalcanzable. Los tártaros y la fortaleza son la esperanza. Con la venida de los tártaros llegará el día de gloria, y todos suponen a los invasores de distinta manera, pero nadie los ve. Igual ocurre cuando el teniente Drogo se pone una capa y la prenda resulta invisible para los otros.
En cuanto al espacio, la fortaleza es multiforme, sin límites precisos, está en todas partes, todo el espacio es la fortaleza, un laberinto pesadillesco, nadie puede salir y todos quieren hacerlo. Drogo dice que parece un larguísimo muro con nada detrás.
La fortaleza cumple la función del sujeto colectivo, quien mata y quien muere carece de nombre, lo importante es la eficiencia con que se mata y no la muerte, diluyendo así al sujeto singular.
Casi toda la novela está contada desde Drogo. El héroe épico busca la batalla, Drogo tan sólo la sueña, sin haber hecho nada de provecho. Y cuando parece producirse un ataque y posibilidades de batalla, el médico y el coronel lo obligan a irse, razones que provocan tristeza y resignación… pide un catalejo, pero espera no divisar nada, que la carretera estuviese desierta, ni la menor señal de vida.
¿Y si todo fuese un engaño y la novela, una mera fantasía del protagonista? Consumido por la enfermedad, afronta la única batalla definitiva, en la oscuridad de un cuarto, aunque nadie lo viera, sonríe.
LA CONCIENCIA DE ZENO - ITALO SVEVO / Reseña por Liz Spett
Cuando leí La Conciencia de Zeno durante el verano de 2009, sin la siempre iluminadora y grata dirección de lectura de Osvaldo Gallone, sentí simpatía por el protagonista; un hombrecito lleno de preguntas y pocas respuestas. Un neurótico más, desde el psicoanálisis. No es casual esta alusión. Había leído con anterioridad Senectud del mismo autor, de 1898, y creí entrever en Svevo una escritura diferente de la de sus contemporáneos, a excepción de Joyce, quien fuera su profesor de inglés en la academia Berlitz de Trieste en1898, justamente el mismo año de escritura de La Interpretación de los Sueños. Gallone terminó de confirmar mi parecer.
En el espíritu de la época flotaba un cambio sideral en la concepción de sujeto. Freud anunciaba que "otra escena" de la cual teníamos noticias sólo por sueños, lapsus y olvidos comandaba muchas de nuestras decisiones y hasta nuestro modo de ser en el mundo. Pavada de novedad. Pura revolución y como toda revolución, saludada por unos, ignorada por otros. Reconocí en Zeno una especie de Woody Allen, que sin ser un gran escritor resume las características del héroe trágico de la modernidad: un pequeño hombre que trata de escabullirse de lo inescapable: la enfermedad y la muerte- certísima- Algo del también enfermizo Proust se me colaba en la lectura de Svevo. Gallone se encargó de diferenciar las dos concepciones de tiempo que manejaban tanto uno como el otro. La rumia, la inactividad de Zeno, lejos de irritarme como en el caso de Drogo en El desierto de los Tártaros, que Alicia L. Orlando trata en esta ocasión, me movía a risa.
El run- run que molesta a Zeno, pero no tanto como para despertarse temprano por las mañanas e ir a trabajar en serio y en serie, confieren a este libro el nombre de "novela de ideas de personajes" no del autor. Y es eso lo que me gusta precisamente.
El de Zeno, es un modo de tomarse la vida en forma generosa, como un añejo jerez y un tanto frívola, si se me permite. Sus temas: las mujeres, el tiempo, la paternidad, el matrimonio, el tabaco, la enfermedad y la muerte ¿No son acaso, los grandes temas de los pequeños neuróticos que somos todos?
Me gustó mucho La Conciencia de Zeno aunque yo lo hubiese titulado "El Inconciente de Zeno" con lo cual se hubiesen abierto al menos dos preguntas más.
sábado, 5 de diciembre de 2009
COARTADAS Nº 5
ESPACIO DE LITERATURA PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES
Coordinan: MARIA ZIMMERMAN y NOELIA CAPELLO
Cuando los chicos cuentan una historia que leyeron, suelen tener buena memoria aunque esta sigue un raro derrotero. A menudo se detienen en detalles nimios, imágenes que refuerzan en ellos algún sentido oculto. Recuerdan por ejemplo el nombre estrafalario de un personaje menor, los pormenores de una escena de acción, o el exacto orden de pruebas que se deben pasar para obtener un objeto mágico. Los detalles, las descripciones en apariencia anecdóticas, quedan grabadas en los lectores. Los escritores saben que estas descripciones tienen precisamente como objetivo hacer participar al lector –ya sea un chico o un adulto- de la escena del relato. Las descripciones otorgan vida al texto y le dan verosimilitud. O bien al imaginar nítidamente una escena, el lector siente como si hubiera estado allí. También juegan ese papel las ilustraciones. Incluso los adultos solemos acordarnos todavía de las que acompañaban nuestros libros favoritos. Sean ilustraciones o descripciones verbales, los textos para chicos sostienen su potencia en imágenes sensoriales. Los escritores que se dedican a este público lector, tal vez más que otros, deben articular un desplazamiento donde los objetos reales son tocados por la varita mágica de la literatura... pero sin dejar de ser objetos en cierto sentido tangibles. De alguna manera las ilustraciones son un apoyo hacia la abstracción metafórica: una imagen puede impactar en nuestros sentidos y trasladarnos hacia lo imaginario. De ahí que las editoriales pongan empeño en las ilustraciones, con imágenes humorísticas, artísticas, encarguen series del mismo dibujante, utilicen papel de más calidad, relieves o texturas, tintas; llegando a combinar el texto con sonidos o perfumes en los libros de los más chiquitos. Varias consignas de escritura que empleamos con los chicos parten de los dibujos, cuadros, fotos. Por ejemplo ofrecimos una serie de dibujos que proponen algún salto o elipsis narrativa. O partimos de las ilustraciones de tapa para que inventen la historia que puede contener ese libro. Una consigna que funcionó bien con chicos de sexto grado que participaron del taller, fue partir de cuadros famosos para imaginar un cuento.
NOELIA CAPELLO Y MARIA ZIMMERMAN
NOVELA
Capítulo I
Había una vez una princesa que estaba muy aburrida y le dijo a su mamá (LA REINA): - Mamá, estoy muy aburrida ¿qué puedo hacer?. Y la mamá le dijo: - Haz las órdenes, hija, y le dio un papel con todo lo que tenía que hacer. Flor se puso a llorar y se fue a su cuarto, la mamá se enojó mucho. Después la princesita Flor no oyó que la reina la llamaba para comer. Miró su reloj y se dio cuenta de que era la hora de almorzar, entonces fue y comió toda la comida muy rápido, pero llorando. Cuando terminó se fue a su pieza y al sentarse en la cama sintió un airecito, eran unas hadas, que estaban un poco tímidas aunque cada vez se animaban más a acercarse a ella. Las hadas le preguntaron porque se sentía muy triste y Flor les contestó: - Es que yo estaba aburrida y no sabia que hacer, entonces cuando le pregunté a mi mamá, qué podía hacer, ella me dijo que hiciera las órdenes, y me puse a llorar. Al terminar de hablar un hada dijo: - No te preocupes, las órdenes son divertidas. La princesita Flor le dijo sorprendida: - ¿En serio?. Y las hadas le respondieron: - ¡Si!. Al mismo tiempo. Flor se puso muy contenta y despidió a las hadas. Una de las hadas dijo: - Tenemos algo que decirte. Las dos hadas dijeron juntas: - ¿Podemos? Flor le dijo. – Claro, obvio. Bueno, empezó un hada, nuestro secreto es que ¡somos madre e hija!, hablando las dos al mismo tiempo. –Guau!, contesto Flor, de eso no me había dado cuenta. - Pero…, dijo un hada, ¿nos podemos quedar a vivir con vos?. -Claro, dijo Flor, se lo voy a preguntar a mi mamá ya mismo. -¡Mamá! -¿Qué Flor? – Mirá mamá, yo acá tengo dos hadas y ellas se quieren quedar a vivir conmigo, ¿pueden? -Claro Flor, como no. Flor, y ¿Cómo se llaman las hadas? – No sé, ellas no me dijeron. ¿Cómo te llamás vos?, dijo la reina señalando a un hada, y esta le contestó: - yo, eh…, yo me llamo Melina. - Qué lindo nombre, dijo la reina. - ¿Y vos?, preguntó señalando a la otra hada. – Yo me llamo Delfina. – Delfina también es un lindo nombre. – Después la reina dijo:
-Bueno Flor, Meli y Delfi ¿quieren comer el postre? Las chicas gritaron: -¡Sí! Bueno. – Pero hija, ¿vas a hacer las órdenes?. –Obvio mamá, contesto Flor, primero tengo que mirar las órdenes. Y la reina dijo: - A bueno, eso sí que es obvio. Miró el papel en el que estaban las órdenes, y estas eran jugar al ludo, cambiarse de ropa, ir a la fiesta y a bailar. Flor preguntó - ¿Pero, las hadas también?, y devolvió el papel a su mamá. La reina escribió en el papel “obvio” y se lo entregó; entonces Flor se lo mostró a las hadas. Ellas se sorprendieron por la respuesta, hicieron las órdenes, fueron a la fiesta pero nunca se durmieron para no perderse nada. Las últimas en irse fueron ellas, salieron con la lengua afuera de tanto divertirse. Les regalaron todos los adornos de la fiesta y se pusieron muy felices, y dieron las gracias a sus amigos por invitarlas.
(fragmento) JULIETA BARROS RODRÍGUEZ Edad: 7 años
“Había una vez un historiador que desde chico siempre quiso saber como había sido la infancia, y el cuarto de Van Gogh.
Él sabía que existía un museo cerca de la casa de su hermana, y decidió ir, y de paso visitarla.
Primero fue a la casa de su hermana, y se quedó a dormir.
Al otro día fue al museo donde se encontró con la sorpresa de que el museo era la antigua casa de Van Gogh.
Entusiasmado fue, prácticamente corriendo a la habitación. Pero cuando quiso entrar los guardias no lo dejaron.
Decidió entonces pasar el día en el baño, y a la noche, cuando el museo hubiera cerrado y con pocos guardias, entrar a la habitación de Van Gogh.
Así lo hizo y sin problemas. Al entrar, empezó a ver toda la vida del artista pero cuando intentó salir la puerta estaba cerrada, no la pudo abrir. El historiador quedó por siempre en la historia y la vida de Van Gogh, sin poder salir nunca de la habitación.”
ORNELLA.12 años.A partir de: La Habitación de Van Gogh.- Van Gogh
"Felipe fue un día a estudiar a la biblioteca porque tenía un examen. Empezó a sacar libros y libros hasta que encontró uno que llevaba su nombre como título: Felipe Uribe.
Al día siguiente, cuando llegó al colegio, se lo contó a Tomás, su mejor amigo. Tomás no podía creerlo porque le parecía raro que haya dos personas con el mismo nombre y apellido.
A Felipe no le importaba que su mejor amigo no le creyera.
Volvió a la biblioteca para leer si algo tenía que ver con él.
Después de dos semanas pudo terminar de leerlo; ese libro hablaba del riesgo que estaba pasando el país de la fantasía, y que el único que podía impedirlo era Felipe Uribe.
Siguió leyendo cada uno de sus libros; pero cuando se dio cuenta que ya había leído 24 libros, decidió entrar a ese país para hacer lo que los libros decían que había que hacer.
Agarró los libros que le seguían y entró al país de la fantasía para enfrentarse con el rey.
Después de varias horas, pudo resolver el problema y volvió a la biblioteca donde empezó todo.
Anónimo. 12 años.
A partir de: La historia Interminable.- de Michael Ende.- Editorial: Alfaguara.
Coordinan: MARIA ZIMMERMAN y NOELIA CAPELLO
Cuando los chicos cuentan una historia que leyeron, suelen tener buena memoria aunque esta sigue un raro derrotero. A menudo se detienen en detalles nimios, imágenes que refuerzan en ellos algún sentido oculto. Recuerdan por ejemplo el nombre estrafalario de un personaje menor, los pormenores de una escena de acción, o el exacto orden de pruebas que se deben pasar para obtener un objeto mágico. Los detalles, las descripciones en apariencia anecdóticas, quedan grabadas en los lectores. Los escritores saben que estas descripciones tienen precisamente como objetivo hacer participar al lector –ya sea un chico o un adulto- de la escena del relato. Las descripciones otorgan vida al texto y le dan verosimilitud. O bien al imaginar nítidamente una escena, el lector siente como si hubiera estado allí. También juegan ese papel las ilustraciones. Incluso los adultos solemos acordarnos todavía de las que acompañaban nuestros libros favoritos. Sean ilustraciones o descripciones verbales, los textos para chicos sostienen su potencia en imágenes sensoriales. Los escritores que se dedican a este público lector, tal vez más que otros, deben articular un desplazamiento donde los objetos reales son tocados por la varita mágica de la literatura... pero sin dejar de ser objetos en cierto sentido tangibles. De alguna manera las ilustraciones son un apoyo hacia la abstracción metafórica: una imagen puede impactar en nuestros sentidos y trasladarnos hacia lo imaginario. De ahí que las editoriales pongan empeño en las ilustraciones, con imágenes humorísticas, artísticas, encarguen series del mismo dibujante, utilicen papel de más calidad, relieves o texturas, tintas; llegando a combinar el texto con sonidos o perfumes en los libros de los más chiquitos. Varias consignas de escritura que empleamos con los chicos parten de los dibujos, cuadros, fotos. Por ejemplo ofrecimos una serie de dibujos que proponen algún salto o elipsis narrativa. O partimos de las ilustraciones de tapa para que inventen la historia que puede contener ese libro. Una consigna que funcionó bien con chicos de sexto grado que participaron del taller, fue partir de cuadros famosos para imaginar un cuento.
NOELIA CAPELLO Y MARIA ZIMMERMAN
NOVELA
Capítulo I
Había una vez una princesa que estaba muy aburrida y le dijo a su mamá (LA REINA): - Mamá, estoy muy aburrida ¿qué puedo hacer?. Y la mamá le dijo: - Haz las órdenes, hija, y le dio un papel con todo lo que tenía que hacer. Flor se puso a llorar y se fue a su cuarto, la mamá se enojó mucho. Después la princesita Flor no oyó que la reina la llamaba para comer. Miró su reloj y se dio cuenta de que era la hora de almorzar, entonces fue y comió toda la comida muy rápido, pero llorando. Cuando terminó se fue a su pieza y al sentarse en la cama sintió un airecito, eran unas hadas, que estaban un poco tímidas aunque cada vez se animaban más a acercarse a ella. Las hadas le preguntaron porque se sentía muy triste y Flor les contestó: - Es que yo estaba aburrida y no sabia que hacer, entonces cuando le pregunté a mi mamá, qué podía hacer, ella me dijo que hiciera las órdenes, y me puse a llorar. Al terminar de hablar un hada dijo: - No te preocupes, las órdenes son divertidas. La princesita Flor le dijo sorprendida: - ¿En serio?. Y las hadas le respondieron: - ¡Si!. Al mismo tiempo. Flor se puso muy contenta y despidió a las hadas. Una de las hadas dijo: - Tenemos algo que decirte. Las dos hadas dijeron juntas: - ¿Podemos? Flor le dijo. – Claro, obvio. Bueno, empezó un hada, nuestro secreto es que ¡somos madre e hija!, hablando las dos al mismo tiempo. –Guau!, contesto Flor, de eso no me había dado cuenta. - Pero…, dijo un hada, ¿nos podemos quedar a vivir con vos?. -Claro, dijo Flor, se lo voy a preguntar a mi mamá ya mismo. -¡Mamá! -¿Qué Flor? – Mirá mamá, yo acá tengo dos hadas y ellas se quieren quedar a vivir conmigo, ¿pueden? -Claro Flor, como no. Flor, y ¿Cómo se llaman las hadas? – No sé, ellas no me dijeron. ¿Cómo te llamás vos?, dijo la reina señalando a un hada, y esta le contestó: - yo, eh…, yo me llamo Melina. - Qué lindo nombre, dijo la reina. - ¿Y vos?, preguntó señalando a la otra hada. – Yo me llamo Delfina. – Delfina también es un lindo nombre. – Después la reina dijo:
-Bueno Flor, Meli y Delfi ¿quieren comer el postre? Las chicas gritaron: -¡Sí! Bueno. – Pero hija, ¿vas a hacer las órdenes?. –Obvio mamá, contesto Flor, primero tengo que mirar las órdenes. Y la reina dijo: - A bueno, eso sí que es obvio. Miró el papel en el que estaban las órdenes, y estas eran jugar al ludo, cambiarse de ropa, ir a la fiesta y a bailar. Flor preguntó - ¿Pero, las hadas también?, y devolvió el papel a su mamá. La reina escribió en el papel “obvio” y se lo entregó; entonces Flor se lo mostró a las hadas. Ellas se sorprendieron por la respuesta, hicieron las órdenes, fueron a la fiesta pero nunca se durmieron para no perderse nada. Las últimas en irse fueron ellas, salieron con la lengua afuera de tanto divertirse. Les regalaron todos los adornos de la fiesta y se pusieron muy felices, y dieron las gracias a sus amigos por invitarlas.
(fragmento) JULIETA BARROS RODRÍGUEZ Edad: 7 años
“Había una vez un historiador que desde chico siempre quiso saber como había sido la infancia, y el cuarto de Van Gogh.
Él sabía que existía un museo cerca de la casa de su hermana, y decidió ir, y de paso visitarla.
Primero fue a la casa de su hermana, y se quedó a dormir.
Al otro día fue al museo donde se encontró con la sorpresa de que el museo era la antigua casa de Van Gogh.
Entusiasmado fue, prácticamente corriendo a la habitación. Pero cuando quiso entrar los guardias no lo dejaron.
Decidió entonces pasar el día en el baño, y a la noche, cuando el museo hubiera cerrado y con pocos guardias, entrar a la habitación de Van Gogh.
Así lo hizo y sin problemas. Al entrar, empezó a ver toda la vida del artista pero cuando intentó salir la puerta estaba cerrada, no la pudo abrir. El historiador quedó por siempre en la historia y la vida de Van Gogh, sin poder salir nunca de la habitación.”
ORNELLA.12 años.A partir de: La Habitación de Van Gogh.- Van Gogh
"Felipe fue un día a estudiar a la biblioteca porque tenía un examen. Empezó a sacar libros y libros hasta que encontró uno que llevaba su nombre como título: Felipe Uribe.
Al día siguiente, cuando llegó al colegio, se lo contó a Tomás, su mejor amigo. Tomás no podía creerlo porque le parecía raro que haya dos personas con el mismo nombre y apellido.
A Felipe no le importaba que su mejor amigo no le creyera.
Volvió a la biblioteca para leer si algo tenía que ver con él.
Después de dos semanas pudo terminar de leerlo; ese libro hablaba del riesgo que estaba pasando el país de la fantasía, y que el único que podía impedirlo era Felipe Uribe.
Siguió leyendo cada uno de sus libros; pero cuando se dio cuenta que ya había leído 24 libros, decidió entrar a ese país para hacer lo que los libros decían que había que hacer.
Agarró los libros que le seguían y entró al país de la fantasía para enfrentarse con el rey.
Después de varias horas, pudo resolver el problema y volvió a la biblioteca donde empezó todo.
Anónimo. 12 años.
A partir de: La historia Interminable.- de Michael Ende.- Editorial: Alfaguara.
martes, 24 de noviembre de 2009
coartadas nº 5
CLÍNICA DE POESÍA
Coordina: LILIANA LUKIN
Lo que antecede a la palabra, el silencio, la potencia infinita del lenguaje, la materia posible de una retórica de la representación, esos, nuestros elementos.
Una Clínica de escritura poética tiene lugar, un trabajo colectivo de recepción, escucha y elaboración, en el doble movimiento de transmitir un saber y compartir un placer que proviene de lecturas y se expande en escrituras.
Una clínica: laboratorio de propuestas, curaduría de proyectos, consultorio de la pregunta sobre lo literario, lugar hospitalario que la Biblioteca Nacional ofrece para operaciones críticas con la palabra.
Este grupo está formado por quienes fueron convocados para participar en la propuesta en el año 2005 y tuvieron el deseo de continuar la experiencia, por quienes acudieron a la convocatoria del 2006 y persistieron y por los que en 2007, 2008 y 2009 se integraron, fueron testigos de la llegada a la imprenta de libros trabajados durante todo este tiempo, y acompañaron las transformaciones integradoras del plural que los reúne.
Leer libros y textos de bibliotecas propias y ajenas puestas en circulación, ver y analizar cine, discutir problemas teóricos, instalar la fundamental cuestión de los procedimientos, propiciar reescrituras, estructurar libros en cierne, tal el trabajo siempre renovado, la responsabilidad de quien coordina: proveer a necesidades diferentes, ofreciendo propuestas que no repitieran las ya exploradas en años anteriores.
Entre el entusiasmo y el temor, oscilando en la cuerda del amor a la letra y el vacío, se enfrentaron a la palabra del otro que todos fuimos, prestando oído y leyéndose sutil y cuidadosamente para pensar en objetivos propios.
Eran cuestiones difíciles de resolver sin pasión: cómo hacer de cada poema una respuesta que cruzara el límite entre una idea y la forma de su decir, esa bisagra donde lo conceptual adquiere su música, cómo resolver la demanda de entender la estética como una ética.
En esos fragores, el diálogo y el desarrollo de nuevos procesos creativos pusieron en cuestión estilos, fueron un tránsito a la expresividad mayor de un lenguaje ya definido, personal y a veces lujoso en la conciencia de su materialidad.
De ese trabajo, el deseo de un proyecto colectivo.
Cada poeta puso el cuerpo: marcados por sus modos individuales, modificados por el movimiento que el hacer continuo logró imprimirles, convirtieron en objeto lo que eran papeles, intenciones, ideas, lo mejor de cada subjetividad en su propósito de escritura poética.
Así, en la secuencia que sólo un orden de alfabeto nos impone, los textos elegidos son, en cada caso, nuevos, lo apenas visible de una obra, las formas ocultas y brillantes de unas voces singulares que, habiendo elegido la poesía, se definen en lo que escriben, en lo que dan a leer.
LILIANA LUKIN
Se disipa en mí, se deja ser, abandona sus oros, inunda.
Me adhiero al vaho, a la neblina de la ventana que cae en mí, aquieta y se fuga a través de una rendija.
ALEJANDRA AGUIRRE
Es pleno el arriesgarse en todas las instancias y acomodaticio el actuar de algunos personajes que no siempre se ubican como debieran. Ocupados en medio de la fiesta vista al detalle, desmenuzadas las acciones, un orden prefijado se da en torno de las catedrales y las esquinas, a la luz de los reflectores o en medio de la más concisa oscuridad.
Hay instancias mayores, serenidad, subterfugios a los cuales acogerse, y siempre seremos lo que anhelamos, absueltos de las formas, sumidos en órdenes crecientes , incursionando en el estanque de piedra del universo o en la simpleza de las cosas, en ríos de movimiento perpetuo o en la más apretada quietud.
WILLIAM ANSELMO
Plegaria irritada a dioses mexicanos. Su capricho floral Cada veinticinco años impone a ritmo de reloj inmenso una flor y su estallido. ........................................ Señora agave, mide el tiempo en floraciones como vidas y esconde su secreto ¿Será ya menopáusica? ¿O está forjando fértil una erguida flor? Hija que agota las sales de la tierra en monstruosa matriz. ............................................. ¿O habré llegado tarde a su milagro verde? no soy afortunada ni puntual, me pierdo en pistas falsas -Novalis o Melvilley todos los eclipses desde niña. ................................................ Dame entonces, por lo menos tu licor de olvido tu jugo de visiones, tu guitarra ronca, dame tu imagen y en la punta de mis letras, esa flor, tu enorme hija inalcanzable.
GENOVEVA ARCAUTE
tu gozo de bailar era la palma de la mano ramas de un instrumento que se movía yo era el viento era el viento y te alcanzaba
esa manera en que la tarde se venía encima y nos encerraba una ola de miedo en el manchón descascarado la pared azul de humedad
qué bien que danzaban cuatro verduras en la olla las pálidas hojitas del paraíso caían hacia nosotros hundiéndonos hora tras hora cuando todo se dormía respirando en la oscuridad como una boca saciada
ALEJANDRO CASTRO
Con las manos cuarteadas mi abuela entre el caldo y las verduras, me cuenta lo que debo saber para curarme.
Más allá la otra mujer no se cansa de hurgar la herida
es el espejo, repite
y hunde el dedo en mis astillas.
TANIA GARCIA OLMEDO
Largarse sola a caminar, soy pequeña en la foto
y todavía se ve una mano que sostiene.
Montaje inescrupuloso de tiempo, ficción y dolores.
MARIA KRIL
ver tras los cristales:
hay algo que no esta pero que antes estuvo
un solo ojo busca mientras el otro sueña
ah esa mirada destruye
Esa mirada es olvido
SILVIA MAKLER
Absorberé las brumas de mis días de renuncia, sos tiempos del cazador frente a lo expectante de los ciervos, dardo inclinado de carne y ligereza. Perturbaré la carretera desértica, impulso de lo vencido del corazón que recluta la flecha y su pena. Desnudaré lo programático en elipsis, agrio aniquilamiento de las caléndulas.
VICTORIA PALACIOS
(los niños) han abierto a arañazos el vientre de un cerdo han encendido fuego en sus entrañas
mascando toda la tibieza arrancada (ellos) sumergidos en la excitación táctil
del fuego dentro de la carne toquetearon con sus dedos grasientos lo sagrado (ellas) Han frotado con miel y cenizas
la piel del cerdo (las niñas) enterraron los ojos y las orejas del animal
al pie del higón ya cortado (todos) finalmente descansaron colgando al sol sus cuerpos
sobre el alambre del corral gozando extasiados en la plenitud de su poder esperando mansos su castigo
LUCAS SERRA
La escritura de una solitaria. que vive en una casa de familia. pero de noche. se vende.
Conoce los adoquines. el bálsamo. la siesta de las tres de la mañana. los gatos que nunca vuelven a los mismos callejones. ¿Cuánto tiempo. se puede ocultar una mentira?
La enterraron. vestida de reina. escapando de un baile. donde todos tomaban pastillas
No estaba muerta. y las casas cercanas al cementerio. se estremecen como si las paredes. copularan con fervor eléctrico. Ya se sabe. que la gente miente. Exagera. pero vieron sus dedos en el parquet. la sombra de su nariz. en la taza china. sus hombros. como un escaparate carnoso
ALEJANDRA VARELA
Una gota de piel
un roce en la muñeca hebras del cuerpo.
Se oye el ir y venir. El tiempo: una tapicería de dulces jaguares
sobre la seda del espacio pequeño del contacto.
CRISTINA VILLANUEVA
Yo iba en el sueño ínfima apoyada en sus pies
y él me llevaba.
Yo lo dejaba hacer sin resistirme ni objetar.
Caminaba por mí
él y yo como de seda minúscula en el regazo del verdugo.
ESTELA ZANLUNGO
Coordina: LILIANA LUKIN
Lo que antecede a la palabra, el silencio, la potencia infinita del lenguaje, la materia posible de una retórica de la representación, esos, nuestros elementos.
Una Clínica de escritura poética tiene lugar, un trabajo colectivo de recepción, escucha y elaboración, en el doble movimiento de transmitir un saber y compartir un placer que proviene de lecturas y se expande en escrituras.
Una clínica: laboratorio de propuestas, curaduría de proyectos, consultorio de la pregunta sobre lo literario, lugar hospitalario que la Biblioteca Nacional ofrece para operaciones críticas con la palabra.
Este grupo está formado por quienes fueron convocados para participar en la propuesta en el año 2005 y tuvieron el deseo de continuar la experiencia, por quienes acudieron a la convocatoria del 2006 y persistieron y por los que en 2007, 2008 y 2009 se integraron, fueron testigos de la llegada a la imprenta de libros trabajados durante todo este tiempo, y acompañaron las transformaciones integradoras del plural que los reúne.
Leer libros y textos de bibliotecas propias y ajenas puestas en circulación, ver y analizar cine, discutir problemas teóricos, instalar la fundamental cuestión de los procedimientos, propiciar reescrituras, estructurar libros en cierne, tal el trabajo siempre renovado, la responsabilidad de quien coordina: proveer a necesidades diferentes, ofreciendo propuestas que no repitieran las ya exploradas en años anteriores.
Entre el entusiasmo y el temor, oscilando en la cuerda del amor a la letra y el vacío, se enfrentaron a la palabra del otro que todos fuimos, prestando oído y leyéndose sutil y cuidadosamente para pensar en objetivos propios.
Eran cuestiones difíciles de resolver sin pasión: cómo hacer de cada poema una respuesta que cruzara el límite entre una idea y la forma de su decir, esa bisagra donde lo conceptual adquiere su música, cómo resolver la demanda de entender la estética como una ética.
En esos fragores, el diálogo y el desarrollo de nuevos procesos creativos pusieron en cuestión estilos, fueron un tránsito a la expresividad mayor de un lenguaje ya definido, personal y a veces lujoso en la conciencia de su materialidad.
De ese trabajo, el deseo de un proyecto colectivo.
Cada poeta puso el cuerpo: marcados por sus modos individuales, modificados por el movimiento que el hacer continuo logró imprimirles, convirtieron en objeto lo que eran papeles, intenciones, ideas, lo mejor de cada subjetividad en su propósito de escritura poética.
Así, en la secuencia que sólo un orden de alfabeto nos impone, los textos elegidos son, en cada caso, nuevos, lo apenas visible de una obra, las formas ocultas y brillantes de unas voces singulares que, habiendo elegido la poesía, se definen en lo que escriben, en lo que dan a leer.
LILIANA LUKIN
Se disipa en mí, se deja ser, abandona sus oros, inunda.
Me adhiero al vaho, a la neblina de la ventana que cae en mí, aquieta y se fuga a través de una rendija.
ALEJANDRA AGUIRRE
Es pleno el arriesgarse en todas las instancias y acomodaticio el actuar de algunos personajes que no siempre se ubican como debieran. Ocupados en medio de la fiesta vista al detalle, desmenuzadas las acciones, un orden prefijado se da en torno de las catedrales y las esquinas, a la luz de los reflectores o en medio de la más concisa oscuridad.
Hay instancias mayores, serenidad, subterfugios a los cuales acogerse, y siempre seremos lo que anhelamos, absueltos de las formas, sumidos en órdenes crecientes , incursionando en el estanque de piedra del universo o en la simpleza de las cosas, en ríos de movimiento perpetuo o en la más apretada quietud.
WILLIAM ANSELMO
Plegaria irritada a dioses mexicanos. Su capricho floral Cada veinticinco años impone a ritmo de reloj inmenso una flor y su estallido. ........................................ Señora agave, mide el tiempo en floraciones como vidas y esconde su secreto ¿Será ya menopáusica? ¿O está forjando fértil una erguida flor? Hija que agota las sales de la tierra en monstruosa matriz. ............................................. ¿O habré llegado tarde a su milagro verde? no soy afortunada ni puntual, me pierdo en pistas falsas -Novalis o Melvilley todos los eclipses desde niña. ................................................ Dame entonces, por lo menos tu licor de olvido tu jugo de visiones, tu guitarra ronca, dame tu imagen y en la punta de mis letras, esa flor, tu enorme hija inalcanzable.
GENOVEVA ARCAUTE
tu gozo de bailar era la palma de la mano ramas de un instrumento que se movía yo era el viento era el viento y te alcanzaba
esa manera en que la tarde se venía encima y nos encerraba una ola de miedo en el manchón descascarado la pared azul de humedad
qué bien que danzaban cuatro verduras en la olla las pálidas hojitas del paraíso caían hacia nosotros hundiéndonos hora tras hora cuando todo se dormía respirando en la oscuridad como una boca saciada
ALEJANDRO CASTRO
Con las manos cuarteadas mi abuela entre el caldo y las verduras, me cuenta lo que debo saber para curarme.
Más allá la otra mujer no se cansa de hurgar la herida
es el espejo, repite
y hunde el dedo en mis astillas.
TANIA GARCIA OLMEDO
Largarse sola a caminar, soy pequeña en la foto
y todavía se ve una mano que sostiene.
Montaje inescrupuloso de tiempo, ficción y dolores.
MARIA KRIL
ver tras los cristales:
hay algo que no esta pero que antes estuvo
un solo ojo busca mientras el otro sueña
ah esa mirada destruye
Esa mirada es olvido
SILVIA MAKLER
Absorberé las brumas de mis días de renuncia, sos tiempos del cazador frente a lo expectante de los ciervos, dardo inclinado de carne y ligereza. Perturbaré la carretera desértica, impulso de lo vencido del corazón que recluta la flecha y su pena. Desnudaré lo programático en elipsis, agrio aniquilamiento de las caléndulas.
VICTORIA PALACIOS
(los niños) han abierto a arañazos el vientre de un cerdo han encendido fuego en sus entrañas
mascando toda la tibieza arrancada (ellos) sumergidos en la excitación táctil
del fuego dentro de la carne toquetearon con sus dedos grasientos lo sagrado (ellas) Han frotado con miel y cenizas
la piel del cerdo (las niñas) enterraron los ojos y las orejas del animal
al pie del higón ya cortado (todos) finalmente descansaron colgando al sol sus cuerpos
sobre el alambre del corral gozando extasiados en la plenitud de su poder esperando mansos su castigo
LUCAS SERRA
La escritura de una solitaria. que vive en una casa de familia. pero de noche. se vende.
Conoce los adoquines. el bálsamo. la siesta de las tres de la mañana. los gatos que nunca vuelven a los mismos callejones. ¿Cuánto tiempo. se puede ocultar una mentira?
La enterraron. vestida de reina. escapando de un baile. donde todos tomaban pastillas
No estaba muerta. y las casas cercanas al cementerio. se estremecen como si las paredes. copularan con fervor eléctrico. Ya se sabe. que la gente miente. Exagera. pero vieron sus dedos en el parquet. la sombra de su nariz. en la taza china. sus hombros. como un escaparate carnoso
ALEJANDRA VARELA
Una gota de piel
un roce en la muñeca hebras del cuerpo.
Se oye el ir y venir. El tiempo: una tapicería de dulces jaguares
sobre la seda del espacio pequeño del contacto.
CRISTINA VILLANUEVA
Yo iba en el sueño ínfima apoyada en sus pies
y él me llevaba.
Yo lo dejaba hacer sin resistirme ni objetar.
Caminaba por mí
él y yo como de seda minúscula en el regazo del verdugo.
ESTELA ZANLUNGO
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