SEMINARIO DE NARRATIVA
Coordinador: OSVALDO GALLONE
Borges y Borges
Acaso una página como “Borges y yo” (El hacedor) pueda tener un correlato de índole especulativa y raigambre filosófica, tal vez se pueda trascender la interpretación consagrada por la costumbre que incita a pensar en una inflexible dicotomía: un Borges íntimo que vive para que el otro trame su literatura.
Huelga señalar la importancia que una corriente filosófica como el idealismo tuvo para la obra borgeana. Baste puntualizar textos como “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” o, en colaboración con Bioy Casares, “Esse est percipi”. En estos dos cuentos, la incidencia de las ideas del obispo George Berkeley resulta indiscutible, Berkeley desarrolla en la historia de la filosofía lo que se conoce como “idealismo subjetivo”; le tocará a Fichte (1762-1814) desplegar los presupuestos del “idealismo lógico”.
Fichte, sobresaliente discípulo de Kant, no parte del análisis del contenido de la psique (como lo hace Berkeley) sino de la crítica de los principios que sirven de fundamento a toda ciencia. La proposición “A es A” parece ser el punto de partida desde el cual puede instaurarse un sistema de conocimientos. Pero, Fichte se pregunta: ¿es ése un punto de partida? Se puede admitir que “A es A” sea un juicio, pero, ¿cuál es su sentido? El siguiente: si A es A, entonces es A; pero si A no es, entonces ni es A ni es nada. Es un principio que no asegura la realidad de A, sólo ofrece la forma (meramente exterior, enunciativa) que ha de tener un principio para ser tal. Un principio debe ser un juicio en que junto con la forma ya esté dado el contenido, en que contenido y forma se determinen recíprocamente. Fichte concluye que un principio de tales características sólo puede ser: “Yo soy yo”. No se podría decir –como en “A es A”-: “Yo soy yo, si soy; pero si no soy…”, el yo está afirmado sin condiciones, es el principio del conocimiento de la realidad.
Pero en el “yo soy yo” se puede advertir una reflexión del yo sobre sí mismo, que se desdoble en sujeto y objeto. El filósofo argentino Vicente Fatone (Lógica y teoría del conocimiento, Kapelusz, 8va. ed., 1960, p. 108) acerca un símil esclarecedor: cuando el boxeador pelea con su sombra, la sombra es un contrincante que él mismo crea y, a su vez, ese contrincante es él mismo, gracias a que su yo se proyecta como contrincante puede ir realizándose a sí mismo como pugilista; la sombra no tiene actividad propia, sino prestada, pero sin esa sombra el que la proyecta no podría ser activo.
El yo se opone así al yo, crea su propio obstáculo y experimenta ante él un choque que lo obliga a recogerse, a replegarse, y crear un nuevo obstáculo, y así indefinidamente. Lo que Fichte llama “no yo” es el yo proyectado (la sombra), es un producto del yo. El yo se pone a sí mismo como objeto y se crea un obstáculo para que le sea posible, superando ese obstáculo, realizarse mejor como yo: el yo crea un obstáculo para vencerlo.
Acaso se pueda postular que la filiación idealista de una página como “Borges y yo” derive de la doctrina fichteana y no, meramente, de una escisión entre las esferas privada y pública. En el choque, en la fricción entre esas dos construcciones (Borges y Borges) es donde se genera el impulso necesario para que la identidad se supere a sí misma trascendiéndose (trascendiéndose a partir de una superación, no de una alteridad). Uno no hace sino efectivo al otro, torna en acto (creativo) lo que no llegaría a ser sino potencia (especulativa). No hay separación, sino interacción; una resistencia necesaria para que se ponga en movimiento la dinámica, uno le proporciona al otro el estímulo sin el cual no obraría. No otra cosa es la relación entre el yo y el no yo fichteano.
Borges ha declarado: “Esta página ha tenido mucho éxito. Tanto es así, que en Alemania han publicado –creo que en el Insel Verlag, la Editorial de la Isla- una antología mía, y esa antología se titula Borges und ich (Borges y yo). Tomaron ese título para… título del libro. Y creo que en la contratapa está esta pieza. Traducida al alemán. Y muy bien traducida.” No parece gratuito que en la patria de Fichte una página que mente la dualidad del yo merezca unánime repercusión.